Proyecto Patrimonio - 2017 | index | Alejandro Lavquén | Autores |
DESAMPARO DE LA CIENCIA EN CHILE
Entrevista a Pablo Astudillo
Por Alejandro Lavquén
Publicada en revista Punto Final Nº 868/ Enero 06 de 2017
.. .. .. .. ..
Pablo Astudillo, Ingeniero en Biotecnología Molecular, acaba de publicar el libro Manifiesto por la ciencia. Un nuevo relato para la ciencia en Chile (Catalonia, 183 pág.). El autor es uno de los fundadores del movimiento “Más Ciencia para Chile” y de la “Fundación Más Ciencia”. En el volumen plantea varios aspectos relacionados con el problema que impiden en el país un buen desarrollo científico, comenzando por el poco compromiso del Estado.
— Cecilia Hidalgo plantea que la crisis actual se debe a la política economicista que impera ¿Podría especificar esto?
— Sospecho que existen muchas personas que piensan de manera similar, y en efecto es uno de los puntos principales que planteo en mi ensayo. Creo que es una parte importante de la explicación del actual crítico momento que vive la ciencia chilena. En simples palabras, una mirada excesivamente económica de la ciencia y su importancia y necesidad conlleva el riesgo de limitar las posibilidades en materia de políticas públicas para su fomento, limita el número de actores a los cuales esas políticas pueden ser orientadas, y desconoce la importancia del conocimiento científico en materia cultural, social e incluso política, especialmente en cuanto a la toma de decisiones.
— La presidenta Bachelet formó la comisión “Ciencia para el desarrollo de Chile” ¿En qué quedó eso?
— El año 2015 la presidenta Michelle Bachelet convocó a la comisión asesora “Ciencia para el Desarrollo de Chile”, que tuvo la misión de elaborar un documento con propuestas en materia de institucionalidad y fomento de la investigación científica. Lamentablemente, en materia de institucionalidad la comisión no logró llegar a acuerdo, principalmente por una postura minoritaria dentro de la comisión, que prefería un modelo muy similar al actual, con dos pilares separados, y manteniendo algunos de los elementos hoy existentes y que han sido criticados. La información que conocemos hoy es que este informe debe ser la base del trabajo de un equipo coordinado por el actual presidente de Conicyt, Mario Hamuy, para la elaboración de la propuesta de ministerio para el sector, propuesta que -de acuerdo a las informaciones de prensa de los últimos días- conoceremos en enero del próximo año, tras varios meses de retraso respecto a los plazos inicialmente anunciados.
— ¿Cuáles son las áreas más afectadas de la investigación?
— Creo que necesitamos estudios confiables para saber si existen áreas mayormente afectadas. Una dimensión de la actual crisis es que investigadores en algunas disciplinas específicas pueden tener mayores dificultades para insertarse laboralmente. En términos de cifras de becas y proyectos Fondecyt, existen indicios de que en algunas disciplinas en las áreas de ciencias exactas y naturales los investigadores jóvenes pueden estar viviendo un escenario especialmente difícil. Pero la Asociación Nacional de Investigadores de Postgrado está realizando una encuesta en estas semanas, para reunir mayor información al respecto.
Otra dimensión de la crisis tiene que ver con los criterios que se emplean para evaluar el impacto o desempeño de la investigación, y en ese sentido también existen algunas críticas, especialmente desde el mundo de la investigación en ciencias sociales, artes y humanidades.
— ¿Qué pasa con el rol de las universidades?
— Las universidades tienen un rol muy importante en estos temas, por ejemplo en materia de formación de investigadores y de inserción. En lo personal, me gustaría ver que las universidades sean más activas en cuanto a inserción de investigadores jóvenes, y que además se atrevan a ir innovando en sus mallas curriculares para que los investigadores reciban competencias que les permitan desarrollarse profesionalmente no solo en el sector de educación superior (en donde hoy se desarrolla la mayor parte de la investigación científica), sino que también en empresas, fundaciones, el sector público, etcétera. También se suele mencionar el papel que deben jugar las universidades en materia de innovación y emprendimiento, y su vinculación con las empresas y sus necesidades. En este último punto existen obviamente visiones encontradas, pero creo que debemos avanzar en que las universidades sean lugares en los que se piense y actúe sobre los problemas del país en diversas materias, no solo en los problemas productivos. Y para ello, las universidades necesitan apoyo y recursos.
— ¿Invierten los privados en investigación científica, o sólo se pueden esperar recursos del Estado?
— En los países considerados desarrollados, o que se usan como referencia en estas materias, parte importante de la inversión proviene del sector productivo, siendo generalmente cerca del 60% del total del gasto en I+D, aunque con importantes variaciones. Por ejemplo, en algunos países OECD este porcentaje no sobrepasa el 50%, mientras que en algunos países asiáticos ese porcentaje casi alcanza el 80%. En Chile la realidad es distinta, y el porcentaje del gasto en I+D financiado por el sector privado no llega al 35% en los últimos años, mientras que el porcentaje financiado por el Estado ha variado entre el 35% y 45%, aunque debemos recordar que la escala de inversión es muy baja en comparación con otros países.
— ¿Cuál considera la solución más viable para resolver el problema?
— No existe un recetario magistral para esto. No basta con copiar las políticas de países ricos en recursos naturales, esperando que eso nos permita superar la llamada “maldición de los recursos naturales”. Las fortalezas de otros países no necesariamente coinciden con las nuestras, e incluso si así fuese, dichos países llevan décadas formando investigadores en distintas disciplinas y desarrollando investigación básica en todas las áreas del conocimiento, lo que les permite abordar de mejor manera los desafíos que buscan solucionar a través de sus políticas públicas en la materia. Lo que sí creo necesario es enfatizar la necesidad de ampliar la mirada al momento de abordar la pregunta “¿para qué queremos ciencia?”, y no limitarnos únicamente a buscar solucionar las necesidades de sectores específicos. Muchos esperan que la creación de una nueva institucionalidad, con mayores capacidades, pueda facilitar el desarrollo de una hoja de ruta y espero, si esto ocurre, que los científicos seamos invitados a la mesa para dar a conocer nuestra opinión. Pero para ello los investigadores enfrentamos un gran desafío, el de unirnos y trabajar en conjunto.