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Entrevista a Selena Millares
ÁNGELES SIN CIELO…
Por Alejandro Lavquén
Publicada en revista Punto Final Nº 817, año 49, 14 de Noviembre 2014
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Para participar en el simposio internacional “Non Serviam: Vigencia de las vanguardias latinoamericanas”, visitó Chile Selena Millares (Las Palmas de Gran Canaria, 1963), escritora, artista y profesora de literatura hispanoamericana de la Universidad Autónoma de Madrid. Inauguró el simposio con una conferencia titulada “Ángeles sin cielo en la poesía y pintura de vanguardia”. En el evento participaron importantes académicos de universidades chilenas, además de invitados de las universidades de Salamanca, Buenos Aires y California. Selena Millares ha publicado los poemarios Páginas de arena (2003), Cuadernos de Sassari (2013) y Sueños del goliardo. Poemas pintados (2013). En ensayo ha publicado, entre otros, De Vallejo a Gelman: un siglo de poetas para Hispanoamérica (2011), La revolución secreta: prosas visionarias de vanguardia (2011) y La maldición de Scheherazade. Actualidad de las letras centroamericanas (1997). Su novela El faro y la noche, obtuvo el Premio Internacional de Literatura Antonio Machado (Collioure), 2014. La obra será publicada por Ediciones Barataria. Sobre estos temas conversó con revista Punto Final.
— El motivo del simposio fue la vigencia de las vanguardias latinoamericanas ¿Cómo se manifiesta hoy esa vigencia?
— La vanguardia fue un revulsivo radical y necesario en el arte, sus conquistas fueron numerosas e imprescindibles: estaremos siempre en deuda con su legado. Su labor fue el verdadero acto de rebeldía prometeica que proclamaban los románticos, pero que no llegaron a cumplir. La vanguardia buscó la libertad absoluta del cuerpo y de las ideas, frente al imperio de lo establecido. Esa libertad no sólo se extendió a la exploración en el sueño, el erotismo y el subconsciente, sino también a la fealdad, antes proscrita en el arte. Y tenemos que recordar que a la vanguardia se debe algo fundamental: la irrupción del arte en la vida cotidiana, en la vida real. Todo lo que se hace hoy en arte viene de ahí, las muy celebradas performances por ejemplo, la mezcla de los géneros, la moda de lo minimal. La vanguardia hizo trizas la tradición en una búsqueda sonámbula y arriesgada, se abismó en lo desconocido y nos entregó frutos nuevos, y sobre todo un camino de futuro. La guerra civil española y la segunda guerra mundial, interrumpieron esa aventura vertiginosa pero ahí quedó su conquista para siempre. Ahora son nuestros clásicos más inmediatos. Es una lección de humanismo frente al maquinismo narcotizante que impera. De su vigencia actual hay infinidad de síntomas. Por ejemplo, Nicanor Parra, una de las voces esenciales de la poesía latinoamericana del último siglo, ha suscrito explícitamente el legado del surrealismo.
— Entre tus libros se encuentran Neruda: el fuego y la fragua y La génesis poética de Pablo Neruda. Análisis intertextual ¿Cuál consideras que sería el aporte de Neruda al desarrollo de las vanguardias latinoamericanas?
— Toda la obra de Pablo Neruda es como un poliedro donde espejea el proceso de la poesía del siglo XX, y la vanguardia es una de las caras fundamentales de ese poliedro. El aporte nerudiano a ese movimiento se centra en dos libros: uno, temprano y muy olvidado, es Tentativa del hombre infinito, de 1925, un viaje espiritual, de anábasis, por los territorios del sueño y de la palabra. El otro, Residencia en la tierra, es mucho más que una obra maestra de la vanguardia, porque a su exploración estética se suma una búsqueda ontológica que lo convierte en paradigma universal. Es un libro imprescindible, y esto lo han dicho maestros como Octavio Paz, Jorge Luis Borges y Juan Gelman, entre muchos otros.
— En 1922 se publicaron Trilce de Vallejo, Los gemidos de De Rokha, Desolación de Mistral, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía de Girondo y Neruda publica Crepusculario en 1923. Y esos libros se siguen leyendo ¿A qué lo atribuyes?
— Todos esos libros siguen vigentes: la poética de la desolación de Vallejo, la vehemencia rokhiana, la palabra humilde de Mistral, el divertimento de Girondo, los ritmos sanguíneos del primer Neruda. ¿Que por qué se siguen leyendo? Por la grandeza creadora y humana de esos poetas. En algunos casos no se trata de su mejor obra o la más representativa, pero forman parte de ellos, de su legado.
— Tu conferencia en Chile se tituló “Ángeles sin cielo en la poesía y pintura de vanguardia” ¿Por qué “Ángeles sin cielo…”?
— Se cumplen cien años de la proclama “non serviam” de Huidobro, que fue como el grito de guerra que inauguró la vanguardia hispanoamericana. Es el grito airado y orgulloso del ángel caído, Luzbel, desterrado del cielo, que después protagoniza Altazor, otra cima de la vanguardia. La conferencia quiso recordar la atmósfera que rodeaba esas propuestas huidobrianas. Porque el motivo literario del ángel caído nace con los románticos, pero en la vanguardia se transforma, es un ángel no necesariamente vinculado a lo religioso aunque esa sea su raíz. Lo vemos en el “ángel terrible” de Rilke, y en los ángeles humanísimos que pululan por la poesía de Apollinaire en adelante: son reflejo del poeta y su desamparo, del ser humano en un mundo deshumanizado.
— Uno de tus trabajos más intensos son tus poemas pintados ¿Cómo recibe el público este tipo de obras?
— La propuesta era arriesgada o extraña pero la respuesta ha sido hasta ahora muy positiva. Además de editarse en libro, esta fusión de poesía y pintura ha estado en salas de exposiciones en Madrid (La Corrala) y Catania (Monasterio Benedictino), y ahora mismo está en el Centro de Artes Plásticas de Las Palmas. Los poemas y los cuadros están colgados, y el visitante construye su propio poema pintado a partir de esas propuestas bifásicas. Es curioso porque la visita a la sala se hace lenta, reposada, la gente va leyendo cada poema y al tiempo leyendo la propuesta pictórica.
— Tu novela El faro y la noche, trata sobre memoria y exilio ¿De qué manera están hoy presentes estos temas en la sociedad española?
— Esos temas de la novela son hoy por hoy heridas abiertas en la sociedad española, aunque en el libro están tratados a un nivel europeo: está estructurado como una tertulia o diálogo con historias intercaladas (un recurso cervantino), y eso admite fugas hacia otros espacios o historias que guardan simetrías con el caso español. Me parece importante recordar que la colisión constante entre las dos Españas que nombraba Machado no es un mal endémico nuestro, ese debate de luz y sombra, de inteligencia y barbarie, acompaña al ser humano: en España hemos de mirar hacia afuera, romper esa muralla de la que siempre nos hemos rodeado, compartir el conflicto y sus soluciones.
— En la obra de los vanguardistas ¿Qué papel juega la influencia de la poesía española?
— En la vanguardia es muy importante la poesía española, y también su pintura: las nuevas conquistas ya están anunciadas en El Greco y en Goya. En cuanto a los poetas, es esencial Góngora, que por cierto fue recuperado por un latinoamericano, Rubén Darío, mucho antes de su rescate por la generación del 27.
— Respecto a los autores chilenos ¿Qué grado de importancia o influencia les asignas dentro de las vanguardias latinoamericanas?
— Chile está en el epicentro de ese seísmo que es la vanguardia latinoamericana, eso es una realidad.
— “La literatura y sus aportaciones a la configuración imaginaria de la Araucanía y la Patagonia” ¿Qué nos puedes decir de esta investigación en la que participaste?
— En ese proyecto colectivo me ocupé de la poesía mapuche, muy poco conocida para nosotros. Me parece muy fértil el diálogo que hay ahora establecido entre esas dos culturas fronterizas, la mapuche y la criolla. En todo caso la savia mapuche ha fecundado siempre la poesía chilena y está patente en Neruda, Mistral, Violeta Parra y muchas otras grandes voces.
Foto: Jorge Salomón