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EL DERECHO AL ABORTO Y LA EUTANASIA
(Entrevista al sociólogo Manuel Vivanco)

Por Alejandro Lavquén
Publicada en revista Punto Final Nº 840. Año 50/ noviembre 06 de 2015.




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LOM Ediciones acaba de publicar el libro Crítica a la moral conservadora, del sociólogo y estadístico Manuel Vivanco. El autor había publicado bajo el mismo sello Sociedad y complejidad. Del discurso al modelo (2010) y Metodología de la investigación social (2006, coautor). El presente volumen desmenuza temas que provocan polémica en nuestra sociedad y mantienen un debate en los medios de comunicación y en el Congreso: Aborto, eutanasia, drogas y matrimonio igualitario.

¿El aborto se trata de una controversia, ética, política o religiosa?
La discusión del aborto es ética, política y religiosa. Ética porque se delibera cuándo un ser humano es miembro de la comunidad moral. El cigoto y embrión tienen ADN humano. ¿Son miembros de la comunidad moral? ¿Nos interpelan moralmente? Tener ADN es un dato biológico. Los datos biológicos son moralmente inconmesurables. Desde una ética laica un conjunto de células no tienen estatus moral como una persona como nosotros. Su muerte es más cercana a la anticoncepción que a un asesinato. Sin embargo, para una ética religiosa la vida es un don de Dios y, en consecuencia, sagrada. Un cigoto es vida humana y obra del Creador por tanto atentar contra esa vida es inmoral.

Las ciencias de la vida no tienen una respuesta respecto a cuándo empieza la vida de una persona. La respuesta respecto a cuándo un ser es miembro de la comunidad moral y nos interpela moralmente no es del orden de la ciencia. Sí de la bioética. Política porque el aborto remite al rol de la mujer en la sociedad. Por ejemplo respecto a su trabajo, su salario, su autonomía y libertad. Una mujer que no puede impedir un embarazo no deseado está limitada en su vida como agente moral autónomo. En este contexto el aborto remite a los derechos individuales. Los derechos sexuales y reproductivos son claves para que la mujer pueda desempeñarse ejerciendo soberanía sobre sí misma. El debate del aborto no es sólo sobre aborto. También sobre el rol de la mujer y su libertad para desarrollarse como sujeto soberano de sí mismo.  

También es un debate con referencias religiosas porque el aborto involucra dos doctrinas encontradas. Por una parte, la moral laica que apela a la división Iglesia/Estado y, por otro lado, la doctrina moral basada en verdades reveladas que se sustentan en la palabra de Dios.

El gobierno propone despenalizar el aborto en tres causales ¿Qué pasa con la libertad de conciencia de la mujer que desea abortar fuera de estas causales?
El debate del aborto en tres causales es un debate tramposo. Todos saben que el aborto es de otro orden. El aborto refiere básicamente al aborto precario con riesgo de salud de la mujer. Las tres causales competen a un grupo ínfimo. Un debate que levanta un velo ocultando el problema real del aborto.

Por cierto, cuando se ha legislado respecto al aborto Europa, EEUU, etc., se ha contemplado un criterio de demarcación que diferencia el aborto temprano permitido y el aborto tardío restringido o prohibido. El criterio de demarcación supone que en aborto no sólo hay que considerar la autonomía de la mujer sino también la existencia de un feto que nos interpela moralmente. Por ejemplo, un feto nos interpela cuando tiene desarrollado el cerebro y redes neuronales que lo homologan a un recién nacido. En EEUU el criterio de demarcación vigente desde 1973 es la viabilidad del feto. Si el feto puede vivir fuera del útero materno tiene derecho a la vida y el aborto es desde ese momento prohibido. En los países escandinavos desde fines de los sesenta el aborto es legal con otros criterios de demarcación. En este libro planteo un criterio de demarcación distinto al de la viabilidad. Los criterios de demarcación utilizados son diversos porque establecer cuándo un feto nos interpela moramente es discutible. La inexistencia de un acuerdo universal no significa que no se pueda hacer la distinción entre aborto temprano permitido y aborto tardío restringido o prohibido.


EUTANASIA Y SUICIDIO

En cuanto al tema de la eutanasia ¿Es ilegítimo en caso de una enfermedad terminal objetar la decisión de una persona a tener una muerte digna?
Para una persona que piensa que la vida es sagrada porque es un don de Dios resulta legítima la objeción a que un enfermo terminal adelante su muerte. A su juicio debe morir de acuerdo con los tiempos de la naturaleza porque no se puede alterar el designio divino. Sus creencias no se pueden objetar y tampoco las consecuencia de ello. Para una persona que no cree (en Dios) y que desea adelantar su muerte porque vive una agonía insoportable (para él) resulta ilegítimo imponer un sufrimiento inútil en beneficio de una deidad en la que no cree. La iglesia católica considera que el sufrimiento ante la muerte sirve como expiación para redimirse de pecados. Pero, ¿por qué imponer la expiación de la culpa a los no cristianos?

En una sociedad laica y plural con ciudadanos libres e iguales, ¿por qué el Estado no es neutral en un asunto controversial? Habiendo divisiones doctrinales y morales razonables aunque incompatibles es abusivo que el Estado ejerza coerción contra unos en beneficios de otros.

La eutanasia como el aborto no es un tema de salud pública. El debate no es sólo sobre la pertinencia de la compasión para adelantar la hora de la muerte. Lo que está en juego es la potestad de un Estado paternalista para imponer una doctrina moral contra las convicciones de los ciudadanos en temas que son de su más íntima incumbencia. Es un debate sobre libertades y derechos.

¿Podría considerarse el suicidio una modalidad de la eutanasia?
Eutanasia etimológicamente significa la buena muerte porque pone fin a la vida de alguien a quien seguir viviendo le resulta insoportable. El suicidio de una persona sana y capacitada que, en ejercicio de la soberanía sobre sí mismo, decide poner fin a su vida es homologable a la eutanasia. Supone adelantar la muerte porque la vida resulta indeseable. El derecho al suicidio no está regulado en ningún país. En la práctica el suicidio de adultos que con plena conciencia de sí optan por terminar con su vida siempre es oculto, subrepticio, secreto, solitario. ¿Por qué? El control de nuestra vida es sólo aparente si no disponemos del derecho a decidir cuando ha llegado a su fin. El suicidio como un derecho amplía los horizontes de libertad. El derecho al suicidio se sustenta al igual que los otros derechos en la dignidad de las personas.

El tabú asociado a la muerte dificulta está comprensión del suicidio. Sin embargo, en situaciones existenciales límites, paradojalmente, es la única opción de respeto a uno mismo y protección de nuestros más profundos intereses. Resulta insólito que se pueda poner fin a la vida de uno en bien de otros (en un acto de heroísmo), pero no se puede poner fin a la vida de uno mismo en bien de uno mismo. El derecho al suicidio es la prueba esencial para dos conceptos claves de la convivencia civilizada: autonomía y libertad. La principal prueba de que poseemos control libre y autónomo sobre nosotros mismos es la capacidad de elegir si queremos continuar con nuestra vida.


LEGALIZAR LAS DROGAS

En el caso de la droga, está en el tapete la libertad de drogarse, el tráfico y las drogas duras y blandas ¿Cuál sería el camino a seguir en este tema?
La guerra contra las drogas es un fracaso. Después de décadas no ha disminuido la producción, no ha disminuido la oferta, no ha aumentado el precio y no ha disminuido el porcentaje de consumidores a nivel mundial. No se ha logrado ninguno de los objetivos planteados. Un negocio que es bueno porque es prohibido no dejará de ser bueno mientras se mantenga prohibido.

La Ley Seca en EEUU es un ejemplo de la ineficacia de la prohibición. En 1919 se ilegalizó una sustancia que era legal y en 1932 se legalizó la sustancia ilegalizada. Después de doce años en régimen se derogó la ley porque el mercado negro abasteció de alcohol vía mafia a los consumidores habituales.

Vivimos desde hace cincuenta años una variante ampliada de la Ley Seca. La prohibición está condenada al fracaso como lo ilustra la Ley Seca. La opción no es un mundo con o sin drogas. El hombre desde siempre ha sabido convivir con las drogas naturales sin hacerse daño y procurándose beneficios. La guerra total es un invento reciente. En 1900 la Coca-Cola incluía coca en su fórmula. En 1910 los laboratorios Bayer y Merck publicitaban la venta de heroína y cocaína en los diarios de la época.

Resulta razonable buscar alternativas a una guerra declarada a una costumbre milenaria. En este contexto la siguiente pregunta, ¿la sociedad puede organizar el negocio de las drogas prohibidas de mejor modo que los carteles de narcotraficantes? Sostengo que sí. ¿Cómo hacerlo? Vía legalización de la producción, venta y consumo de todas las drogas prohibidas. Volver a 1900. Hace 100 años las drogas no eran un tema policial, jurídico o social. La prohibición creo el problema. Las drogas son un problema porque son ilegales y no son ilegales porque son un problema.

¿La sociedad asumirá finalmente el matrimonio igualitario como algo normal?
En el pasado reciente estaba prohibido el matrimonio para personas de distinta religión, clase o raza. El matrimonio igualitario es del mismo orden porque pone en cuestión las nociones dominantes de matrimonio y familia. En realidad la familia patriarcal monogámica está bastante superada.

El veto por parte del Estado al matrimonio igualitario es inviable a largo plazo. Lo que está en juego es la igualdad ante la ley. En efecto, una minoría reclama el derecho a acceder a un ritual que el Estado otorga a todos los ciudadanos y recibe una respuesta negativa porque tienen un estigma. Esta respuesta es imposible de sostener en un Estado laico y plural. Por cierto, el Estado no puede imponer por ley reconocimiento mutuo y tolerancia obligada. Sin embargo, es obligación del Estado otorgar igualdad ante la ley. Todos los ciudadanos son iguales en dignidad y derechos. Quienes apelan a la moral, la tradición o las Sagradas Escrituras presentan una línea argumental que ya fue derrotada cuando se derogó la ley de 1954 que consideraba la homosexualidad un delito.



 



 

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