Estimada ministra, considerando que le he solicitado audiencia en repetidas ocasiones, vía ley de lobby, tal como lo hice con los anteriores ministros de cultura, y usted se niega a recibirme y conocer, directamente, mis fundadas denuncias en el proceso de evalución de proyectos 2023 del Fondo del Libro y la Lectura, encabezado desde hace unos días por la señorita Aracelly Rojas (imagino que usted la nombró), procedo a exponer por este medio mis apreciaciones. Más aún, siendo que, a todas luces, no es aventurado manifestar (o sospechar si se quiere) que el Fondo del Libro lo maneja un aparato-técnico-administrativo-burocrático que hace lo que le dé la gana dentro del Consejo del Libro, razonamiento que deriva en la pregunta legítima: ¿Para qué sirven entonces los nueve consejeros del libro? Le recuerdo la denuncia pública de un exconsejero en una columna de prensa que dejó en evidencia como se perjudican proyectos. También le recuerdo que cuando se nombró (no hace mucho) secretaria ejecutiva del Consejo del Libro a una destacada poeta nacional con méritos por todos conocidos, el aparato-técnico-administrativo-burocrático le dio un “portonazo” (no se me ocurre otra analogía) y la sacaron de muy mala manera, y hasta el día de hoy su ministerio no aclara la vergonzosa situación. Lea usted la prensa sobre este caso. Y a nivel general el ministerio no se queda atrás, están presentes el caso Buenos Aires, Venecia y Frankfurt, por dar tres ejemplos. Y esto es solo la punta del iceberg, le recomiendo interiorizarse como ha funcionado la compra de libros durante años y los aportes directos, entre otras “delicatessen”. Todo aquello perjudicando a quienes se supone no deben perjudicar. De hecho, este año las apelaciones a los proyectos del Fondo del Libro se realizaron en enero y las respuestas llegaron 8 meses después, cuando ya se habían cerrado las postulaciones 2024. Nunca hubo más apelaciones que este año, fue un récord. Hasta hoy nadie se ha hecho cargo del daño provocado con la demora ni se ha dado explicación alguna por el atraso. Y digo daño porque muchos postulantes no pudieron repostular sus proyectos dado que se mantenían a la espera de una respuesta que nunca llegó, dentro del marco de tiempo razonable, por parte del Consejo del Libro. ¿Acaso no hay funcionarios que trabajen como se debe trabajar en un ministerio? ¿O solo priman los asesores con plácido horario y sabrosos emolumentos, como reclamó el sindicato en la huelga que sostuvo incluso tomándose, en un momento, sus oficinas? Existen, al parecer, muchos pasillos oscuros en el ministerio y Fondo del Libro que bien merecerían una auditoría administrativa y financiera por parte de Contraloría y una fiscalización de la Comisión de Cultura del Parlamento, que también es hora de que haga la pega, como les gusta decir.
En el caso de la evaluación mal realizada, del proyecto en cuestión, que reclamo al Fondo del Libro, como bien le habrá informado su jefe de gabinete (él me dijo que lo haría) al que entregué la apelación y documentos que demostraban que la evaluación del proyecto cuestionado se encuentra llena de vicios, solo ha sido respondida por el aparato-técnico-administrativo-burocrático que impuso su criterio con la complicidad de la rutilante sección llamada “jurídica”, decidiendo no darle curso a la apelación, usando argumentos que denotan, por lo menos, improvisación; es decir, otro vicio más. El día 7 de noviembre impugné la REX 2070 pero no hubo respuesta. Increíble. Ahora, si usted argumentara, como lo hacen ciertos funcionarios que me recuerdan personajes de Dostoievski, de que reclamo de “picado”, le diré lo siguiente: tengo muy claro que en estas lides uno puede perder o ganar (valga la obviedad) y está bien, así son las reglas de postular a proyectos, pero otra cosa es perder porque existe una evidente mala intención en la evaluación de un proyecto, como ha sido demostrado en nuestro caso en las apelaciones e impugnaciones presentadas. Y lo hacemos porque tenemos el legítimo derecho de reclamar y protestar antes las máximas autoridades. Que otros no lo hagan, por las diferentes razones que pudieran tener, a mí no me compete, pero espero que en el futuro comiencen a hacerlo, pues no puede ser que las malas prácticas dentro del Fondo del Libro se mantengan eternamente. Lo mismo que las bases inadecuadas y engorrosas de los concursos relacionados con la literatura, creadas por tecnócratas ajenos al mundo de los libros. De hecho, hay discriminación, y a mi entender esas bases transgreden el “Artículo 19, N° 22” de la actual Constitución, privilegiando, mediante subterfugios, proyectos con menores puntajes por sobre proyectos con mayores puntajes. Esto debería ser revisado por el Tribunal Constitucional.
Al escribir estas líneas, la pongo en conocimiento de irregularidades (llamémoslas así) evidentes, y se lo puede preguntar a sus subalternos, de que sí existen algunos proyectos, que son un botón de muestra, de la desidia e ignorancia de algunos evaluadores y que el aparato-técnico-administrativo-burocrático se limita a no hacer nada al respecto o, en ciertas ocasiones, ante las evidencias, hacer lo menos y tarde. Y ante eso usted es la única que puede poner remedio a lo que pasa en el Fondo del Libro, cuyos funcionarios no responden los correos en la mayoría de las veces, tampoco responden los teléfonos, y cuando responden y uno pregunta no está la persona indicada o tiene licencia o días administrativos. Parece que los horarios son bastante flexibles en su ministerio. Yo espero que todo esto se solucione, no es posible que vayamos a tener dos años más de… ¿Cómo podríamos llamarlo? Desorden administrado quizás. ¿O es demasiado benevolente ese término?
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Por Alejandro Lavquén