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RESEÑAS DE LIBROS
Por Alejandro Lavquén
Publicadas en revista Punto Final, diciembre 09 de 2016
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Cinco repúblicas y una tradición (LOM Ediciones, 320 pág.). El abogado Pablo Ruiz-Tagle, presenta este trabajo a partir de lo que llama “constitucionalismo chileno comparado”. En el volumen, “con una perspectiva histórica y comparada se analiza qué se entiende por momento constitucional y se distinguen las situaciones de dictadura y de facto de aquellas que han servido para organizar una política republicana y democrática. Se reconocen cinco períodos republicanos diversos en la historia chilena”. En este sentido, el libro es interesante dado que el autor entrega una cronología detallada (desde su punto de vista) que aborda los procesos en cuestión y expone opiniones de diferentes entendidos y las analiza. En su argumentación, Pablo Ruiz-Tagle se preocupa de dejar muy claras sus diferencias con el historiador Gabriel Salazar, que si bien puede llamar la atención o no, en ello se “oculta” la intención central del autor. Cinco repúblicas y una tradición es un trabajo ideológico desde una mirada conservadora y alentadora (aunque se intente parecer lo contrario) de las “tradiciones republicanas” manejadas por una casta perteneciente a la clase alta y que tanto daño han causado al pueblo de Chile.
Al avanzar en las páginas nos damos cuenta de la cantidad de veces que se acude a las palabras republicano y constitucionalismo, como expresión, entendemos, de una tradición que no puede ser erradicada de la república, sino que se debe mantener a como dé lugar. Es interesante citar, en ese sentido, la siguiente motivación de este trabajo expresada por Ruiz-Tagle: “El constitucionalismo republicano, que sirve de inspiración a este libro, es un conjunto de ideales normativos, una aspiración moral y un tipo de ideal, que sirve para modelar y organizar la política. Entre sus rasgos más políticos y jurídicos, está la idea de concebir la política como una actividad colectiva y ciudadana, que debe estar sometida al derecho, el valorar la separación de funciones del poder, y el compromiso con ciertos valores, tales como, la igualdad política y educación pública, la búsqueda del interés general o del bien común, y una forma social y relacional de entender la ontología humana, los derechos y la propiedad, que es contraria al individualismo”. Pues bien, es este discurso engañoso, manipulador de conceptos y paradójico, el que desde la aparición del mercachifle Diego Portales, en la primera mitad del siglo XIX, vienen entronizándose en la opinión pública para, como dice el refrán popular, “embolinar la perdiz”. En el fondo, este libro viene a ser una defensa solapada del llamado sistema republicano, que no es otra cosa que un sistema opresor manejado por los partidos políticos a través de un Parlamento donde impera el nepotismo, el tráfico de influencias y el enriquecimiento. Lo demás es palabrería. No cambia ni mejora en nada la condición de explotación neoliberal que sufren los chilenos.
Exterminio. La represión contra los comunistas chilenos 1973-1976 (LOM Ediciones, 374 pág.). Carmen Hertz, Apolonia Ramírez y Manuel Salazar. “La represión a las dirigencias comunistas formó parte del contexto general de la represión al pueblo de Chile, pero estuvo específicamente relacionada con la actividad de resistencia que el Partido Comunista llevó a cabo desde el mismo año 1973”. Dos direcciones aniquiladas fue el resultado de las acciones de los aparatos represivos, lo que, en todo caso, no detuvo la disposición de los comunistas para enfrentar a la dictadura. A pesar de la insuficiencia de los medios logísticos con que contaba, el Partido Comunista logró reponerse cada vez que fue golpeado, aprendiendo a golpes de sangre a sobrevivir en la clandestinidad. Los testimonios directos son abundantes, acompañados de una cronología de los hechos bien documentada. Destacan, por tratarse de importantes dirigentes de aquel período, los testimonios de Juan Carlos Arriagada, ex secretario general de la Juventudes Comunistas en la clandestinidad, y de David Canales Úbeda, militante que perteneció a la Seguridad del Partido Comunista. Los hechos que llevaron a la muerte a los dirigentes y militantes comunistas entre 1973 y 1976 son tan brutales, que muchas veces cuesta creer a los extremos que las fuerzas armadas y carabineros llegaron en su manera de torturar y asesinar. Las víctimas, hombres, mujeres y niños ejecutados y desaparecidos a manos de los esbirros de Pinochet y la derecha chilena, sólo caben en la categoría del heroísmo de quienes, a pesar de todos los horrores, jamás dejaron de creer en la posibilidad de un mundo justo para todos. Posibilidad que, en parte, logró hacerse realidad durante el gobierno de la Unidad Popular.
Chile 1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo (LOM Ediciones, 467 pág.). Franck Gaudichaud nos habla en este volumen de “poder popular, cordones industriales y socialismo durante el gobierno de Salvador Allende”. En el prólogo, el historiador Jorge Magasich, afirma que: “Paradójicamente, los movimientos sociales han sido objeto de pocos estudios, aunque su importancia y su ‘peso histórico’ estén fuera de duda. La llegada de Allende a La Moneda en 1970 es la coronación de un largo proceso social de acción y organización de los sectores populares. Desde los años treinta, incluso antes, los trabajadores crean y consolidan organizaciones sindicales y otras, que con avances y retrocesos dan luchas sociales trascendentales, incluyendo huelgas generales. Estas inspiran a los partidos socialista y comunista, que desde los años cincuenta formulan las ideas básicas del programa de gobierno histórico de la izquierda: reforma agraria, nacionalización del cobre, creación de un sector social de la economía, ideas que serán propuestas en cuatro elecciones presidenciales. Aquella tradición de organización se amplifica a partir de 1970, cuando ‘los de abajo’ adquieren conciencia de su rol de actores de la historia y se muestran determinados a incidir sobre su curso. El ‘pueblo de izquierda’ se organiza en una red de unos 15.000 comités de Unidad Popular que hicieron posible la elección de Allende. Y desde fines de 1971 aparecen nuevas organizaciones, como los Consejos Comunales Campesinos, la Juntas de Abastecimientos y Precios, las experiencias de ‘canasta popular’ y abastecimiento directo y, sobre todo, los Cordones Industriales, que surgen como respuestas populares al agudo conflicto social. Esta nueva dimensión organizativa confirma aquellos movimientos sociales como actores cruciales del período y como principal sostén del Gobierno de Allende. Desde 1972 serán designados con el término genérico de ‘Poder Popular`’, adoptado por la historiografía”.