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ESCRITO EN ROKHA
Por Alejandro Lavquén
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Escrito en Rokha (Editorial Universidad de Talca). Con una selección, prólogo y edición del profesor Naín Nómez, ve la luz una nueva –entre las pocas que se han publicado- antología poética de Pablo de Rokha. No circulan en Chile antologías del poeta de estas características, por lo que su publicación es un valioso aporte a nuestras letras. En la última década Pablo de Rokha ha ido sumando lectores, sobre todo entre los jóvenes, que ven en el poeta un símbolo de resistencia contra las injusticias de la sociedad capitalista, hoy advenida en neoliberal. De Rokha fue un poeta controvertido, tanto mientras vivió como tras su muerte, pero nadie puede desconocer su consecuencia poética y política, manifestada en su ideario estético y revolucionario: “La Gran Épica Social de América”.
El volumen, muy bien editado –como objeto libro y en su contenido-, se inicia con una introducción de Naín Nómez, muy acertada, sobre el poeta y el desarrollo de su obra. Dice al comenzar: “En medio de nuestras vanguardias, que se movieron entre la imitación y la originalidad, el caso de Pablo de Rokha representa uno de los fenómenos literarios en América Latina de mayor marginalidad y exclusión. Resulta asombroso comprobar como Pablo de Rokha ha sido borrado en forma sistemática de toda referencia relevante en la historiografía vanguardista latinoamericana y en gran medida también en la nacional. Si bien el elemento central de la oscilación señalada anteriormente (“imitación” versus “originalidad”), debe situarse en una búsqueda que se relaciona con el amplio proceso de cambio social en que se gestaron nuestras vanguardias, la exclusión del poeta licantenino (así como la de su esposa la poeta Winétt de Rokha), tiene más que ver con la mirada eurocentrista de nuestros críticos, que con la lejanía estética de nuestro poeta con respecto a sus compañeros de ruta. Este borramiento puede obedecer, además de la miopía de los críticos, al provincianismo del poeta, a la falta de divulgación de sus producciones poéticas, a su ensimismamiento, a su falta de diálogo con los poetas extranjeros y nacionales, a sus contradicciones vitales que lo hacen oscilar entre el romanticismo y la vanguardia y finalmente a su desmesurada subjetividad que lo lleva a pelear con molinos de viento y adversarios reales”.
Esta antología tiene el mérito de recoger poemas no muy divulgados, pero de gran altura poética, como, por citar tres, El huaso de Licantén arrea el infinito contra el huracán de los orígenes, Rotología del poroto y Oleaje de eternidades. Aunque debemos decir que se echan de menos los poemas Sensación del invierno en la tierra, Demonio a caballo y Oceanía de Valparaíso, tres de sus favoritos. Pablo de Rokha fue sobre todo un poeta épico, sin duda, con la misma prestancia que un Homero o un Valmiki, que un Dante o un Nietzsche, esa era su impronta. La academia, y la comunidad literaria –salvo escasas excepciones- siempre lo han mirado, sino con un desprecio solapado, con mofa e indiferencia, opinando sobre su obra sin siquiera haberla leído ¿Cuántos de estos opinantes habrán leído la obra completa del poeta? Por otro lado, De Rokha no era útil al sistema social establecido, política y religiosamente “le echaba pelos a la sopa”, ponía en entredicho el poder. Hoy ocurre algo parecido, imperando, en el canon establecido por quienes detentan el poder cultural y literario oficial, un parrismo y rojaismo extremos, pues éstos son poetas cuya obra y personalidad se aviene al dedillo con el rebañismo político, con el agnosticismo, con la pusilanimidad intelectual y el autobombo, donde los conceptos rebeldía y revolución son sólo una anécdota pintoresca. De Rokha es otra cosa, es un clásico.