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POESÍA NÁHUATL
Flor y canto / In xochitl cuicatl  (Ediciones Instituto Nacional Indigenista, México). Birgitta Leander. 390 páginas

Por Alejandro Lavquén

 

 

 

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La autora da cuenta a través de un breve estudio, bastante didáctico y eficaz, de la poesía náhuatl que logró sobrevivir al dominio cultural impuesto por España tras la conquista política y religiosa que comenzó con la llegada de Colón a Abya Yala o Cem Anáhuac, que son los nombres con que las etnias kuna y azteca, respectivamente, denominaban el territorio conocido hoy como América. La conservación de los textos se ha debido, sobre todo, al trabajo del sacerdote Ángel María Garibay “que dedicó su vida a recopilar, transcribir y traducir al castellano una parte importante del acervo literario en lengua náhuatl”. Garibay es autor de Historia de la literatura náhuatly otros libros sobre el tema. Algunos eruditos destacados en el estudio de textos nahuas son Miguel León-Portilla y Alfredo López Austin. Las fuentes principales de la poesía náhuatl son el Códice Matritenses y el Códice Florentino. Los códices se deben al padre Bernardino de Sahagún y al apoyo de sus informantes: “Estos manuscritos son el resultado del trabajo de un grupo de informantes del padre Sahagún, indios que fueron capaces de utilizar el alfabeto castellano. Se hizo la recopilación entre los años 1548 y 1585. Contiene una infinita riqueza de traducciones orales de la época prehispánica, no sólo de poesía, sino también informaciones etnográficas e históricas de sumo valor”. Lo elaborado por Sahagún se conserva con el título de Historia general de las cosas de la Nueva España.

Si bien la poesía del pueblo azteca era transmitida de manera oral, éstos desarrollaron una escritura pictográfica. Birgitta Leander explica que, los aztecas, “para no olvidarse del contenido de los cantos, tenían como base los códices o libros, amoxtli, con sus signos pictográficos, ideográficos y fonéticos. Eran largas tiras de papel amatl –hechas con la corteza del árbol del mismo nombre, hoy llamado amate- que se guardaban en casas especiales, los amoxcalli, ‘casas de libros’ o bibliotecas, generalmente colocadas al lado de los templos”. Los cantos cumplían la función de educar y además eran un puente con las divinidades o con un dios determinado; es decir, una manera de comunicación espiritual. Los poemas aztecas recogían las tradiciones religiosas y guerreras, la gloria de los pueblos y la cotidianidad social. Los cantos iban acompañados de música y bailes. La poesía era de carácter religioso, épico y lírico, quedando reflejada en estos textos gran parte de la cultura azteca, que dentro de los pueblos precolombinos era una de las más desarrolladas.

La poesía náhuatl –y la de los otros pueblos originarios del continente- demuestra que la poesía no llegó a Cem Anáhuac con Cristóbal Colón. El pueblo azteca ya estaba impregnado de la Flor y canto y su magnetismo y convivencia con la naturaleza y el desarrollo de la sociedad en ese instante. La poesía precolombina, en este caso la náhuatl, estaba en profunda comunión con la música y la danza, tal como sucedió con la poesía griega épica y trágica. Leander también entrega claras observaciones acerca del idioma náhuatl: “Lo que determina en primer lugar el carácter de una poesía es necesariamente la lengua en que está escrita” (…) “Esta es una lengua [la náhuatl] de gran simplicidad y claridad de sonidos, o sea que es fácil de pronunciar, sobre todo para alguien cuya lengua materna tampoco tiene gran complejidad fonética, por ejemplo personas de habla hispana o italiana. La mayoría de los sonidos del náhuatl se encuentran en el español también, con la excepción de las combinaciones tl y tz”. Habría que agregar que todas las palabras multisílabas de este idioma –sin excepción- se acentúan en la penúltima sílaba, es decir son graves. Respecto al concepto Flor y canto, la autora explica que “era la expresión con que los antiguos mexicanos de habla náhuatl designaban la poesía. Con esta bella metáfora querían aludir a la unión de lo sutil y efímero de la vida humana con la posibilidad de sublimar o sobrepasar lo cotidiano, a través de símbolos que representaban lo más altamente estimado en su cultura: la fragancia y delicadeza de las flores y la musicalidad del canto de las aves”.

Libros como este son un real aporte para reencontrarnos con nuestras raíces y tomar conocimiento de las culturas que surgieron en el continente antes de la llegada de los colonizadores. En el volumen se entrega una selección de poemas que incluye textos de antes y después de la conquista, principalmente de los nahuas de Texcoco, Tenochtitlan y Huexotzingo: cantos floridos, cantos de angustia, cantos traviesos, cantos de guerra, cantos de dioses y cantos verdaderos. 



 


 

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