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EL DESPERTAR DE LOS CUERVOS
Tejas Verdes, el origen del exterminio en Chile
Por Alejandro Lavquén
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Investigación del periodista Javier Rebolledo, que anteriormente había publicado, bajo el mismo sello, La danza de los cuervos. Tejas Verdes fue el primer lugar de tortura y exterminio especializado que existió en Chile, allí se experimentaron métodos para torturar y se enseñó a los militares cómo llevar aquello a la práctica. El libro da cuenta de esto en cuatro capítulos: “El origen”, “Los sueños y los tormentos”, “La expiación de los pecados” y “Los caminos”. El campamento de prisioneros de Tejas Verdes funcionó entre septiembre de 1973 y abril de 1974, y estaba ubicado en el puerto de San Antonio, en el asentamiento del “Regimiento Escuela de Ingenieros Tejas Verdes del Ejército de Chile”, a cargo del teniente coronel Manuel Contreras Sepúlveda, uno de los criminales más despiadados en la historia de Latinoamérica. Los hechos narrados en el libro transcurren en el campo de prisioneros del lugar, centrándose, mayoritariamente, en el subterráneo ubicado bajo el casino de oficiales, destinado a sala de torturas. La narración se concentra en testimonios directos de algunos de los prisioneros que sufrieron en aquel lugar el flagelo de la tortura. También es relevante el relato de Patricio Salvo, soldado que las circunstancias lo llevaron a estar en el lugar que jamás imaginó. Cuando uno se va adentrando en los testimonios de Ana Becerra, Olga Letelier, Feliciano Cerda y Anatolio Zárate, es imposible sustraerse de los sentimientos de rabia, impotencia y dolor que emanan desde cada página. Lo que estas personas, y todos los prisioneros de Tejas Verdes, vivieron y sufrieron, superan toda idea de lo macabro que alguien pudiera concebir. La crueldad de los militares torturadores no tuvo límites; sus ansias de provocar sufrimiento y exterminar a otros seres humanos no distaba un ápice de lo ejecutado por la Inquisición o los nazis, incluso en muchos momentos los superaban. Todos los traslados de prisioneros, en Tejas Verdes, fueron realizados en vehículos pertenecientes a Pesquera Arauco, empresa que quedó en poder de los militares tras el golpe de Estado.
El libro incluye fotografías de los violadores de los derechos humanos que estuvieron en Tejas Verdes y entrega muchos nombres, entre ellos los de Manuel Contreras, director del lugar, Mario Alejandro Jara Seguel, segundo de Contreras, Klaus Kosiel, Ramón Carriel, Cristian Labbé Galilea, Rosauro Martínez Labbé (diputado de Renovación Nacional en varios períodos) y Miguel Krasnoff. También se incluye una lista, con fotografías, de los médicos que ayudaron en la tortura y que hasta el día de hoy siguen ejerciendo su profesión como si nada. Tejas Verdes fue un centro de experimentación de la tortura, un centro de formación de los esbirros que más tarde pasarían a engrosar las filas de la DINA, llamada después CNI.
Incluir fragmentos de los testimonios en este comentario creo que estaría demás, considero mejor reflexionar brevemente sobre cómo podría evitarse que nuevamente en Chile esto no vuelva a ocurrir. En mi opinión, la maldad de los torturadores no aparece por generación espontánea, sino que tiene que ver con la educación que reciben los oficiales de las FFAA en las escuelas matrices y en las relaciones que éstos tuvieron con la tristemente célebre Escuela de las Américas, donde los militares estadounidenses enseñaban técnicas de tortura a sus colegas de Latinoamérica. También tiene que ver con el chovinismo y distorsión de los hechos históricos con que se educa a los militares en los regimientos, inculcándoles que son ellos la reserva moral del país y los custodios de la Constitución y otras tonterías. Ante esto la sociedad civil y los poderes del Estado deben tomar medidas al respecto de una vez por todas. Una de ellas es que el contenido de lo que se enseña en las escuelas matrices, a los futuros oficiales, debe depender absolutamente del ministerio de Educación. Junto con esto se debe democratizar el ingreso a las escuelas militares, pues hoy obedecen sólo a las razones de la clase oligárquica. Si no se producen estas reformas, nada garantiza que lo ocurrido en Tejas Verdes no vuelva a suceder.