A nueve años de la muerte de quien consideraba su vida como "un largo folletín", se publica "Algo que decir", antología que reedita algunos de sus textos e incluye un inédito de Alfonso Alcalde. Además, en Concepción se exponen una serie de sus collages.
"Con mi cabeza como antorcha
y cavando mi propia tumba
seguiré escribiendo."
("Salmo de la porfía")
Al parecer la porfía se la llevó Alcalde hasta el más allá, porque sus escritos continúan vigentes. "La consagración de la pobreza", obra de teatro montada por Andrés Pérez, pronto será repuesta y "El peregrino del golfo" estuvo en cartelera a principios de este año. La adaptación, en tanto, de su cuento "La tercera espera" integrada en "Tres noches de un sábado"- se filma para la televisión.
Asimismo, el interés que existe por su trabajo lo comprueba la salida del nuevo libro, Algo que decir, de Editorial Cuarto Propio. Allí, junto a la reedición de Puertas Adentro —novela por entregas protagonizadas por Auristela, fámula que "llega a casa con el Diablo en el Cuerpo"— se incluye el hasta ahora inédito Sacristía de los ángeles eróticoso114 cuentecillos de mala muerte, que contiene una serie de "anexos" donde aflora el humor negro del escritor. La obra concluye con una selección de semblanzas biográficas extraidas de Gente de carne y hueso.
LOM, por otra parte, proyecta publicar en noviembre dos libros de poemas: la primera edición en Chile de Epifanía cruda y otro título que se acompañará con graffitis de Shuto —pseudónimo de Juan Sebastián Alcalde, hijo del escritor, que murió hace dos años en Roma— quien tal vez heredó de su padre la vocación por el arte. Porque pocos saben que Alfonso Alcalde desarrolló la disciplina del collage. Ceidy Uschinsky, su mujer, recuerda que el encuentro con esta actividad ocurrió en 1966 cuando vivían en Tomé y, a raíz de un frustrado viaje a Cuba, su marido cayó en una profunda depresión.
—El dejó su trabajo, entregamos la casa y sacamos los niños del colegio, a la espera de los pasajes que nunca llegaron. En la caleta de pescadores donde nos aguacharon, Alfonso comenzó a romper papeles.
Y siguió haciéndolo. Sus investigaciones se reúnen en los manuscritos inéditos El collage: una aventura con el papel, donde se refiere a esta antigua técnica:
—Mi primer maestro fue el pintor y muralista Julio Escámez y luego otros expertos en los países orientales donde viví el largo exilio de casi una década. Fue más bien un producto de la casualidad. Inmovilizado en una silla de ruedas frente al mar de la caleta Los Morros de Coliumo empecé a mover lentamente las manos (...). Alguien me llevó un paquete de viejas revistas y se me ocurrió comenzar a rasgar el papel.
Cientos de delgadas tiras fueron arrumbándose después de este ejercicio que parecía no tener sentido. Pero luego de pegar torpemente las piezas "al mes ya podía darle de nuevo la mano a un amigo".
El collage —escribe— es una sorpresa renovada por la magia que se esconde en las manos (...) cortando y cortando pedacitos de papel van apareciendo mundos desconocidos, combinaciones de sueños y realidades que expresan (...) sentimientos, ansias, alegrías;(...) como en el día inaugural.
Consideraba, no obstante, que se necesita paciencia para la creación:
—Hay dedos más hábiles que otros. Algunos más astutos que el resto. Más porfiados, también. Más pacientes. Otros menos dúctiles y estirados como si fueran de cartón. Pero a la larga toda la mano termina trabajando en equipo.
—Si se trata de curvas, las curvas se juntan con las curvas. Es como una danza, un baile de colores. Cada pieza encuentra su ubicación en forma natural así como los ríos terminan en el mar.
—Después de un semestre no sólo expone los collages en la Universidad de Concepción, sino que comparte sus conocimientos:
—He trabajado con niños enfermos y sanos, con ancianos locos, con pequeños afectados por secuelas de poliomielitis que tenían ganchos en vez de manos. He hecho collages-murales gigantes en varios colegios del mundo, en especial en el Medio Oriente. Tengo pequeños discípulos en muchos barrios de la tierra.
Además, en manos de su mujer, se encuentra El árbol de la palabra, libro inédito que contiene una selección de sus versos, basados en los de grandes poetas que "reescribió a su manera" y Alcalde calificó como "transcripciones". "Dan la orden de llorar / y empezamos ablandando el pequeño ataúd / hasta soltarlo de la tierra / para que cada lágrima navegue eternamente." (Matthias Claudius. De cuando el hijo de nuestro príncipe murió en el momento de nacer.)
Así, las inquietudes del artista-escritor parecen ser ilimitadas porque también hizo letras de canciones, algunas de las cuales, pese a que se han musicalizado para acordeón y guitarra, continúan estando inéditas: "Tanto te sufrí / para que me perdonaras / tanta ausencia que me diste / para estar contigo siempre." (De "Tanto que me olvides", música de Francisco Sánchez).
Y es que Alfonso Alcalde no sólo fue poeta, cuentista, dramaturgo y ejercicio del periodismo, sino que además se desempeñó como guionista de cine, radio y televisión. Por eso no es raro que, con el tiempo, aparezcan trabajos dispersos en las distintas vertientes dearrolladas por este hombre que, no sin razón, dijo en un poema: "Soy el incongruente / el que no calza en su espejo / el que se evade de su racimo / y desde afuera lo ataca / y desde adentro lo niega." (De "Autorretrato Nº1)
TUTOR DE SU SOMBRA
Se sabe que nació en Punta Arenas y fue hijo del español riojano Angel Alcalde, dueño de una fábrica de zapatos. Pero con respecto a su madre, existen distintas historias: que habría muerto al nacer su hermana, un año menor, o que falleció recluida en un manicomio. La otra versión surge de una vivencia traumática sufrida por Alcalde, quien recuerda en una entrevista que, a los diecisiete años, le confirmaron que ella no estaba muerta. "¿Quieres conocer a tu mamá?" le preguntó su hermanastro un día y lo condujo a San Bernardo. "Vi las espaldas y el pelo largo, gris, de una mujer que llevaba un canasto con algo dulce (...)". Pero no se atrevió a decirle nada. "Me dió miedo", reveló. "Esa búsqueda de mi madre —confesaría— se volcó en todas las otras mujeres que tuve. Era la búsqueda de un ser abstracto". Alcalde, en todo caso, vivió la certidumbre que sus fracasos, angustias y dolores provenían de esa terrible ausencia materna. Ausencia de la cual arrancaba al mismo tiempo el origen de su poesía.
Luego de la enseñanza escolar en el Colegio Inglés de Punta Arenas; de sus éxitos con el piano; de la venida a Santiago y el término de sus estudios en esta capital; inicia su etapa de vagabundo. Con el ímpetu de los 18 años viaja por distintos lugares de America, desempeñando distintos oficios: desde "cuervo" en una funeraria, hasta picapedrero en un río. Gracias a una gestión de Marta Brunet en Buenos Aires, regresa a Chile en barco, pasaje que cancela pelando papas. Ya en Santiago, una tuberculosis lo recluye en un sanatorio, circunstancia en que se revela su vocación literaria.
Dado de alta, encamina sus pasos hacia un lugar donde nunca había estado y al cual volverá cada cierto tiempo: Concepción. Allí, mientras duerme de día en un hotel parejero y trabaja de noche como control de radio, escribe su primer libro: Balada para una ciudad muerta. Manuscrito que impresiona a Neruda, al punto que lo prologa. Sin embargo, celebrando con sus amigos la publicación, en 1947, Alcalde quemó gran parte de la tirada. "Fue un trabajo inmaduro y precipitado —expresó—. El hecho de llevar una presentación de Neruda —una de las primeras que dedicó a un joven escritor— significaba una enorme responsabilidad. Pero al destruir ese libro contraje el compromiso de empezar a escribir Panorama, un poema épico en cuatro tomos". Varios años después, 1969, se publicaría sólo el primero.
Dedicado al periodismo, en 1964 participa en la campaña de Allende como jefe de prensa, etapa en que conoce a Ceidy Uschinsky. "Vivimos las miserias más negras y... las más hermosas también. Yo trabajaba lo exacto para no morirnos y todo el dinero que entraba servía para comprar tiempo, tiempo para escribir. Fue la única mujer que creyó en esta paparrucha", reconoció.
Algunos premios y buenas críticas coronan los esfuerzos del escritor. Mientras José Donoso decía que su libro de cuentos El auriga Tristán Cardemilla (Zig Zag en 1967), "era la mejor prosa de su generación", Alone afirmaba que "por momentos competía con Cortazar". También a principios de los 70, destacan sus reportajes y la traducción al inglés del libro de poemas Las variaciones sobre el tema del amor y de la muerte (1972)
EN UN CALLEJÓN SIN SALIDA
Después de su exilio que lo lleva a deambular por distintos países desde fines de 1973, viene el regreso a Chile donde retoma sus labores periodísticas y literarias. Pero fueron años difíciles y Tomé, lugar que fue haciendo suyo a lo largo de la vida —bautizado por él "La Galaxia de Tomé"—, lo atrajo fatalmente en abril de 1992 cuando enfermo y pobre, barajaba la posibilidad de irse a un asilo. Deprimido y cargando sobre sus espaldas todo tipo de problemas, da término a su vida el 5 de mayo de ese mismo año. En el papelero de su habitación se encontró una carta dirigida a un hijo que demuestra el estado de ánimo en que se hallaba:
Aquí estoy de vuelta en Tomé tratando de buscar un poco de paz y trabajo. Aquí desde mi regreso he andado de casa en casa y en el hospital cada dos o tres días. Por fin encontré un cuartucho con espacio para una cama y una cajonera para dejar los pañuelos y calcetines. El resto de la ropa cuelga de las paredes en un clavo. Almuerzo un plato cada día en la peña de Darwin y en la noche una taza de té con un pan(...)
Más adelante señala: "Estoy en un callejón sin salida ¿qué hago?"
El próximo 28 de septiembre Alfonso Alcalde habría cumplido ochenta años. Pero los ajetreos del tiempo no han borrado su estela, lo que responde —desde este lado de la vida— a su demoledora interrogante: "Padre y madre de las tormentas humanas / nunca quise nacer. ¿Por qué no me escucharon?" ("Salmo de las preguntas")
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Alfonso Alcalde: El que no calza en su espejo.
Por Beatriz Berger.
Publicado en El Mercurio 21 de julio de 2001