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Alone: Crónica literaria francesa
Ediciones Universidad Diego Portales, junio 2012. 331 pp.

Por Jonathan Oñate
http://www.revistalecturas.cl/


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Actualmente, la superespecializanción y cuantificación del conocimiento pareciera ser la dominante cultural por excelencia. Hoy vemos que la lucha, en el plano de las humanidades, se enfoca en alcanzar un dominio de las teorías específicas que explican con mayor precisión los fenómenos constitutivos de lo humano, y ello relega a los extramuros del aparato crítico a un tipo de pensamiento cuyo corazón late y devela el manto de la representación artística por medio de dar prioridad a la intuición y sensaciones que produce la obra en el proceso de la lectura.

En un esfuerzo por recuperar aquellos textos significativos de la historia de la literatura chilena, Ediciones Diego Portales nos ofrece la reedición del libro Crónica literaria francesa (libro publicado originalmente en 1971), un conjunto de columnas escritas por el premio nacional de literatura Alone, quien escribió dichos textos desde 1921 hasta aproximadamente 1977. Hernán Díaz Arrieta, nombre real del crítico, nacido en 1891 y fallecido en 1984, sin duda alguna, y en desmedro de sus detractores, es una de las figuras más potentes y significativas de la crítica literaria chilena en el siglo XX. Aún cuando su carrera se abocó a la lectura y escritura de textos examinadores de la literatura chilena moderna –publicadas su mayoría en espacios de difusión colectiva como el diario La Nación y El diario ilustrado, por nombrar algunos–, en donde su trabajo se movió entre la narrativa y poesía; una oculta pasión por la lengua y cultura francesa lo llevó a estar pensándola y leyéndola, alimentándose de ese manantial lleno de expresión caudalosa que es la literatura francesa.

Su pasión incondicional para con las letras galas, impulsó un proyecto paralelo al de la crítica de literatura chilena, y hay aquí, como el mismo autor lo propone en el prólogo del libro, una selección de “crónicas literarias” de autores franceses, en donde aborda la lectura de autores ten diversos como André Maurois, Chateaubriand, Balzac, Maupassant, Marcel Proust, Paul Claudel, André Gide, León Daudet, Charles Mauriac, Paul Valéry, Antoine de Saint-Exupéry, Jean-Paul Sartre, Julien Green, Simone de Beauvoir, y Albert Camus, sólo por mencionar algunos autores del gran abanico de lecturas hechas en 60 años; testimonios de un conocimiento acabado de las letras, pero también de la cultura y pensamiento desarrollado en Francia, cosa no menor si recordamos su filiación con esta estética en su propia producción literaria (no olvidemos que además de su labor como periodista y critico, Alone desde joven se dedicó a la creación literaria).

Ahora, lo primero que nos produce leer estos textos es un deleite por el modo como Alone reflexiona y comenta a autores de tan diversas corrientes estéticas y tiempos históricos; rescatamos sintiendo en ello un gran valor, el hecho de que su lectura crítica sea tamizada con comentarios anecdóticos sobre la vida del autor, lo que crea una mixtura en donde los comentarios sobre la técnica narrativa, la estética y el contexto de producción son amenizadas con esos datos que los seguidores y admiradores de la literatura agradecemos en demasía. Leemos en su organización y selección de obras y autores, un ejercicio de libertad suprema; esa forma de trabajo íntegro que no puede provocar otra cosa más que la satisfacción plena, suscitando la felicidad de cual niño juega con sus juguetes preferidos. Sabemos que la comparación propuesta es un tanto irresponsable y poco seria, pero si hay algo que debemos aprender de Alone es precisamente que el pensamiento debe ir de la mano con el corazón, y que pensar en la literatura sin sentirla a fondo, es un trabajo sin sentido ni peso alguno.

Su actitud personalizadora del trabajo crítico lo llevó a plantear una línea de trabajo en donde los elementos periodísticos, el conocimiento de las tradiciones literarias universales y sus asertivas intuiciones, generaron un estatus sobre la categoría expresiva del yo. No es menor que la subjetividad del sujeto es una dominante textual en la crítica, y Alone logró establecer niveles comparativos entre este modo textual y otras formas de escritura, como la narrativa y la poesía, permitiendo la consideración del ejercicio de la crítica a modo de creación y proyección de las subjetividades del ser.

Para finalizar estas pobres consideraciones –hablar de Alone y su obra es una tarea que supera la extensión y pretensiones de esta reseña–, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que este libro además de invitarnos a entrar en los terrenos de la literatura francesa, nos invita a leer la cartografía personal de un hombre que amó lo que hizo, haciendo de la literatura su forma de vida. Cada libro fue y lo será aún ahora, latidos de un corazón amoldado a los contornos de esa biblioteca eterna y selectiva, creadora de la sombra que no nos abandona sino en el lecho de la muerte.



 

 

 

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Edic. Universidad Diego Portales, junio 2012. 331 pp.
Por Jonathan Oñate