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Pretérito imperfecto. (Memorias), por Alone.
Editorial Nascimento.
Santiago, 1976. 512 págs.
Por Carlos Morand
Revista Chilena de Literatura. N° 9-10, 1977
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Domingo a domingo, por más de cincuenta años, su seudónimo, que ya es su nombre y apellido, aparece al pie de la crónica literaria de El Mercurio. Otro crítico dijo de él. que era "un poder social" en el mundo de las letras chilenas. ¿Su respuesta? "No creo en el valor trascendental de la crítica ni imagino que pueda hacer y deshacer escritores. Su influjo sobre esto me parece limitado, y en cuanto al público, siempre está dispuesto, generosamente, a olvidar el día lunes lo que leyó el domingo". ¿Cuánto hay de verdad en su afirmación? Cierta vez, alguien, que más tarde alcanzaría el Premio Nacional, publicó un libro, un largo poema dramático con título de cacique araucano y ave de presa. El volumen comenzó a venderse por decenas, de lunes a sábado. El domingo se conoció el comentario de Alone. Al día siguiente, las ventas habían bajado a la mitad, el miércoles la obra había dejado de venderse casi por completo. ¿Coincidencia?
Su método crítico es de propiedad personal. Morirá con él aunque sobreviva en sus artículos. Alone es un maestro que no dejará discípulos, sólo admiradores. Desprecia en voz alta las escuelas en boga, la "ciencia literaria". En general, desconfía de su eficacia y no les ahorra ironía cada vez que tiene oportunidad. Siempre ha preferido para sí el término "cronista" al de "crítico". Su papel, no menos modesto, es registrar el acontecer literario, la vida de los libros.
"Impresionista" lo han llamado, lo cual, para los que le aplican el vocablo, es sinónimo de arbitrario, caprichoso. También frívolo. La verdad es que su método no es el espejo que se pasea por las páginas del libro; más bien pone al espíritu del lector más cerca de la sensibilidad del cronista que de la obra comentada.
La tarea semanal de Alone ha empezado a ser reunida en volúmenes. En 1971 se publicó una selección de crónicas reunidas bajo el tema de los libros y autores franceses. Ahora, Alfonso Calderón compone una suerte de antología encabezada por aquellas páginas de memorias, Pretérito imperfecto, que habían aparecido, también semana a semana, en la revista Nuevo Zig-Zag. Son 150 páginas que el antologador complementa con crónicas dedicadas a figuras de las letras chilenas, apuntes de viaje y recuerdos.
El género literario por excelencia de Alone son, sin duda, las memorias y autobiografías, porque ellas están más próximas "a la vida que las novelas", son menos heladas que los documentos y "nos ponen y vuelven a poner vigorosamente ante los ojos, viejas verdades que fácilmente olvidamos o tendemos a olvidar".
Toda memoria no es otra cosa, para quien la escribe, que pasar la propia vida en limpio. Pretérito imperfecto es una copia depurada, donde lo esencial está allí, sin excesos introspectivos ni minucioso autoanálisis, sin abundancia, sin la preeminencia de un "Yo", que aunque voz central, no se detiene a agotar sus contenidos y experiencias. Son páginas rápidas que contienen la historia de una vocación en el marco de una época y una sociedad que el memorialista mira, alternadamente, con ambos lados de los prismáticos. Cuenta de sus simpatías y antipatías, de sus amistades literarias y no literarias, empleando el boceto, la anécdota, el rasgo menudo, la respuesta del interlocutor que lo retrata de cuerpo entero, hasta la "silueta interior".
Rinde en estas memorias homenaje a sus maestros, a sus formadores intelectuales y espirituales: a Montaigne, en cuyo temperamento vio reflejado ese hedonismo vital con que el futuro cronista abordaría sus lecturas; a Anatole France, cuya ironía y espíritu básicamente laico ya palpitaban en él; a Sainte-Beuve, de quien aprendió la norma de hacer del critico el gran intermediario, "el portavoz de las bellas letras ante la opinión del público", y de la crónica, una pequeña obra de creación. Más tarde sería tocado por la gracia del asmático buscador del tiempo perdido, Marcel Proust, el memorialista más grande de todos.
Pretérito imperfecto muestra a Alone "de puertas adentro", para usar esa expresión suya que es como el sello de agua en el tejido de su prosa. La lectura de estas 500 páginas divididas en cinco secciones vuelve a confirmar las grandes virtudes de su arte: el humor irónico, nota preeminente que resuena en el título mismo del volumen. Y su estilo en general. Alone habrá hecho de la crítica una creación gracias a ese mérito. Dinámico, sutil, vigoroso, sencillo en el fondo; sí, sencillo, porque él prefiere "emplear palabras usuales, claras, accesibles a cualquiera, giros que no sobresalgan ni detengan la atención, batirse con lo que haya, sin acudir a las reservas del léxico".
Como gran estilista que es, Alone ejerce un derecho: exigir a los escritores escribir bien. Es el juez que, siendo él mismo un modelo de honestidad y excelencia, puede pronunciarse sobre la conducta de los otros.