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Influencias y  resistencias: Sobre una poesía que se abre lugar.
Un diálogo con Alberto Moreno.

Por Samuel Ibarra Covarrubias
Artista Visual


En una reflexión sobre palabra y experiencia, la poesía de Alberto Moreno se abre paso silenciosa en el actual panorama chileno. Sus preguntas están relacionadas fundamentalmente a buscar las posibilidades que tienen ambas, en una ecología cultural signada justamente con el objetivo contrario; debilitarlas y hacerlas transparente. Así, -supuestamente- la voz quedaría suspendida sobre su propio vacío de sentido.

Moreno es ante todo un poeta /lector, vale decir un autor que celebra sus referentes y dialoga íntimamente con las voces que le modelaron la voz, sin culpa. Su trabajo no moviliza demasiados aparatares, más bien aparece refractario en instantes a la seducción de artificios y ornamentos innecesarios. Despliega una economía del signo y habla desde imágenes acotadas. Pareciera querer construir una realidad que deambula en busca de un posible nombre, permanentemente.

Esta es una conversación aquietada, sin más pretensiones que dejar que el autor hable e ingresar así a una información necesaria para complementar la lectura de sus dos poemarios publicados hasta hoy.

- ¿Cuales son los temas y preocupaciones que tu poesía trabaja?
- Esto es siempre los más difícil de responder. Es más sencillo hablar de los otros. Creo que uno no anda por ahí definiéndose o conceptualizándose. Sin embargo no debe ser algo distinto de las obsesiones sobre las que uno escribe, lee, habla y discurre todo el tiempo: el lugar de la escritura en el tiempo y en el espacio, los infinitos diálogos a través del tiempo de autores y sus culturas o mundos de vida, el eco de las palabras en la memoria de largo aliento, el impacto de la poesía en lo cotidiano de los hombres, cuando ésta es un descubrimiento alucinante; la palabra como salvaguarda del infierno en la tierra, la palabra como pasión y renovación espiritual, para evitar que el cuerpo y la carne se pudran antes de haber vivido lo necesario. Como perdón y redención en la tierra de los hombres.

- La antropología, como tu formación disciplinar, ¿que nexos crees construye con tu trabajo poético. Es un elemento de nutrición o definitivamente de quiebre?
- La antropología ha sido una herramienta muy útil de trabajo. Una experiencia de vida con mis amigos, un camino que aún recorremos alegres. La antropología es para mí una forma más de literatura, igual que la sociología, la sicología, etc., Es parte de la vida, y son todas partes del mundo de las escrituras. Solo me importan en ése sentido y en ese amplio sentido. En la historia hay grandes sicólogos o filósofos, así como pésimos antropólogos y sociólogos de temer, la mayoría de esas personas leen lo mismo a través de su vida; teoría, método, etc., pero algo hace la diferencia entre un buen tipo y otro cualquiera, o entre uno bueno y otro genial. Todas esas cosas están ahí siempre. Lo que importa es el hombre o la mujer que crea un universo propio, nuevo, una mirada, con todos esos elementos dispersos. En fin, se trata como dice Morin, de la tensión entre lo poético y lo prosaico.

- Considerando la clásica sentencia de Bloom; ¿Cómo tu poesía se hace cargo de las herencias que han modelado tu formación poética, conviven en conflicto, angustiosamente o devienen sin problemas?
- En estricto rigor creo que la angustia de la influencia desaparece a medida que uno ve su trabajo con vida propia, también cuando esa misma angustia ya no está más ahí, como el resoplar de la mala conciencia.

Cuando uno decide escribir y se sienta, incluso cuando no hay inspiración,  cuando reconoces cierto oficio logrado y que has ganado en buena ley, una cierta capacidad innata o connatural. Para mi las influencias no desaparecen, todo lo contrario, no dejan de aparecer, por eso me interesa sobremanera el dialogo, el intertexto. Me siento afortunado de lo que me ha tocado leer y de lo que me falta por leer. Sería falso renegar al otro y su creación, somos parte de un universo lleno de miradas, creaciones y traducciones. Vivimos gracias a ése diálogo en una tensión entre antes y después, entre originales, copias. Versiones y subversiones.

- ¿Que línea de continuidad se teje entre  tu primer  y  segundo libro?, Responden a una problemática común o son autónomos  en forma y fondo.?
-
Hay continuidad. Algunos poemas de Falsos Pasos fueron escritos antes de que se publicara el primer conjunto de poemas en Graves Inconvenientes. Y sus temas, creo, son similares, convergen, sitúan las mismas calles, relatos e historias. Puede ser que haya más oficio en el segundo conjunto, y es lógico, esto es un aprendizaje permanente y uno crece en ese espacio que abre y posibilita la escritura. La genialidad existe, (en otros, claro,) para todos nosotros, el trabajo y el oficio son insustituibles. Soy de la idea que uno escribe un solo gran poema, con algunas estrofas geniales, otras amables, y otras que olvidaremos fácilmente. El trabajo está, desde mi punto de vista, en apostar por calidad y hondura, no en la extensión o profusión de obras.

- A propósito de los últimos sucesos, ¿Que te sugiere la obra y la figura de Gonzalo Rojas?
- Es como diría mi amigo Claudio Geisse, un viejo lindo, maravilloso, de cuento, además que llegó a ser casi centenario, eso da la impresión de que así un poeta puede escribirlo casi todo, con todo el tiempo por delante, nosotros ahora, antes de los cuarenta, seriamos como niños que recién empiezan a conocer el mundo, claro, si a todos nos quedaran cincuenta años por delante.

Estoy algo familiarizado con su obra, obvio que llama la atención su insistencia y dominio del fondo amoroso y femenino, pero con algo como señorial, o lejano, quizá por sus años, las imágenes que citaba, sus viajes, lo siento emparentado con Apollinaire, en algunas cosas, incluso con Bukoswki en otras, acá en Chile con Teillier, ciertamente por el sur y las putidoncellas, pero me resulta difícil (frio) hablar de una obra que no conozco bien, quizá justamente, porque no he sentido aún su influencia, y no he tenido diálogos con ese universo suyo. Sin duda la obra del maestro Rojas está para mi en toda su plenitud ahí, dispuesta para comenzar a abordarla.

- Cual podría ser a tu juicio el lugar de la poesía  hoy, bajo un contexto expandido de sin sentido y vacío. Un estado de las cosas exteriorizante y ajeno a toda capacidad de profundizar. ¿Compartes conceptos como crítica o compromiso intelectual?
- Esta es una sociedad absorbida por deseos compulsivos, compras, prestigios, seguridades. En un mundo gobernado por una mentalidad gerencial y regimenes bancarios de lo vivo. El supermercado es más importante que el espacio público o el derecho a la salud. Las empresas de publicidad están en todo y marcan las pautas diarias, y los sindicatos de trabajadores casi no existen, etc. Nuestras vidas y sus aconteceres parecieran a veces estar ensombrecidas por una vacuidad que viene desde arriba y está desatada sin control. Una larga noche neoliberal.

En este estado generalizado de cosas el disentimiento y hasta la rabia me parecen contestatarios a este modelo omnímodo. Se desata pues una poesía disgustada, que diverge y se opone a la complacencia, a la mirada absorta desde la ventana del cuarto. Se puede escribir desde esa falta de alegría, desde la falta de espacios públicos, desde la falta de parques y árboles, desde la basura. Jamás guardar silencio, pues eso me parece cobarde, modular la rabia y la esperanza, politizar la tristeza y el asco en definitiva. Y hacerlo con pasión, echar a correr las voces múltiples contra esa falsa ciencia autorreferencial del capitalismo neoliberal, que de liberal por lo demás, no tiene nada, menos en Chile.


Mayo 14, Santiago 2011.
 


 



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