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A orillas del río Mapocho de Amante Eledin Parraguez
Editorial Amanuense Chile, 2013

Por Reinaldo Edmundo Marchant


 


.. .. .. .. .. .

Crecí  con sus aguas
      al pie de mi cama.
Era su canto en mi oído
       una cuerda atada al sonido del alma.
Siempre cerca, corriendo
       al lado de mi casa
golpeando la puerta como amigo.

Este es un fragmento del poema “Espejo de aguas”, del libro “A orillas del Mapocho” de Amante Eledín Parraguez (Amanuense Editorial, 2013), que gráfica la relación del autor y su infancia con las aguas del río Mapocho, hecho fidedigno: el autor, junto a numerosos hermanos, pernoctó durante años en una vivienda aledaña al caudal, en el sector alto de la capital.

Desde aquel sitio, un grupo de religiosos realizarían una inolvidable obra humana: inscribir en la aristocrático Colegio Saint Georges College de Vitacura, a varios de estos niños pobres  que habitaban  precariamente al borde del temido afluente.

Uno de ellos fue Parraguez, quien, con esa especial vivencia, crearía décadas después la novela “Historia del verdadero Machuca”, texto que el cineasta Andrés Word utilizó para su afamada y premiada película Machuca.

Es decir, el genuino Machuca es el autor de este bello poemario, que ahora recorre con mirada de vate los sueños, miedos, la bruma, esperanza, el ciclo vital del caudal que no cesaba de cantar en sus oídos: “tengo el nombre del río en mi torrente, un espejo trizado donde aparece/ el sol haciendo surcos/ el agua que busca sus raíces”.

Si bien Amante Eledín Parraguez procuró crear una gran metáfora del imponte río, la reminiscencia lo trasladó a descubrir otras dimensiones, el jardín que brotaba en las piedras, la sinfonía de las aguas, la contemplación feliz de un niño “hundido en su lecho”: los paisajes que empalidecían las tristezas del destino.

      Estoy despierto,
El río me levanta junto a mi casa.
En voz baja su cauce me habla.
Cruza mi puerta y me arrastra.

“A orillas del río Mapocho ”, sin duda,  es un gran poemario.

Contiene un conjunto de versos originales que lo convierten en el mejor libro publicado hasta la fecha por el autor. Es su pequeño Canto General; su  Altazor. Un libro  personal, como extraído desde el mismo lecho.

Con melancólicas pinceladas, a veces con crudeza, configura imágenes que repican a la manera de destellos, lúcidamente, con palabras que resuenan como una cascada  imaginada, provocando apego, participación, un viento que conduce a  tiempos inmemoriales.

La cadenciosa lectura, lleva a pensar en toda esa buena alimentación literaria que otorga una vida en los márgenes de la abundancia.  Parraguez supo beber de minerales que no existían, alimentarse con  resplandores, vuelos de aves: mamó la otra vida, esa que está abajo y arriba, y que se ignora cuando mazorca no falla.

Porque uno de los mayores logros de esta obra es, precisamente, haber convertido en delicadas piezas poéticas, un segmento de la infancia marcado a fuego. Esa falta, Amante Eldín Parraguez la convirtió en una alegre y romántica poesía.

 

 

* * *

Algunos poemas:

 


Espejo de aguas

Crecí con sus aguas
                       al pie de mi cama.
Era su canto en mi oído
      una cuerda atada al sonido del alma.

Siempre cerca, corriendo
                      al lado de mi casa.
golpeando la puerta como amigo,
           creciendo en la misma corriente.

Tengo su acento en el rostro
                          su timbre de voz.
El agua que navega en mis ojos
   y el gesto de hundirme en la tierra.

Tengo el nombre del río en mi torrente,
       un espejo trisado donde aparece
el sol haciendo surcos, el agua
                            que busca las raíces.

Estoy despierto.
    El río me levanta junto a mi casa.
En voz baja su cauce me habla.
          Cruza mi puerta y me arrastra.

Todavía lo sigo,
             salto, subo, tropiezo;
voy pendiente en su hilo,
 recogiendo los sueños hundidos en su lecho.

Estoy vivo, con el mismo latido
               de mi infancia junto al río.
Me levanto con su paso lento
          permanezco en su turbia existencia.
Soy río que busca
     ciego entre brumas su destino:
Resiste el hilo de mis aguas
                 atado al ciclo de la vida.

 

 

Junto al río

Donde vivía cuando niño
        no tenía nombre.
Se llamaba orilla del río
    y tenía un rostro plomizo
duro como las piedras:
  sin mañana en la rueda de la pobreza
donde los hermanos heredan los zapatos
     y los golpes que reciben sus hermanos.

Eso era cuando mi madre
     soñaba en su jardín
y pintaba con su sangre cada flor.
     Todas tenían nombre
menos el lugar donde vivíamos.

Se llamaba población junto al río
        separados de los otros
detrás de sus portones.

No tenía sitio mi casa
    sólo un horizonte en la orilla del río.
El agua era el hilo que nos ataba.
   Serpenteaba nuestra vida
         sin rumbo en el torrente:
era mi infancia sin nombre junto al río.

 

 

De tus raíces

Hace tiempo salí de ti
          desde tu sonoro territorio
donde habita mi país.
 
Salí de tus raíces a tus remansos
       en los hilos que dejaste
para tejer árboles en tus orillas.

Sin alejarme de tus sueños salí al aire
     los llevo en mi oído
corren con tu frescura por mis huesos
       brotan como otros ríos desde mis manos.

Todavía la inocencia navega en nuestros cauces
      aunque la muerte haya teñido  nuestras aguas.
No matamos la esperanza, la libertad aletea.

No apagamos la noche ni la sangre
     pero en nuestros ojos pasaron los abismos.-



 



 

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"A orillas del río Mapocho" de Amante Eledin Parraguez.
Editorial Amanuense Chile, 2013.
Por Reinaldo Edmundo Marchant