El año pasado, Tajamar Ediciones reeditó su novela El mundo herido. Habíamos pasado mucho tiempo sin noticias suyas, pero Armando Méndez Carrasco —nuestro novelista superventas y guía por el barrio chino de las letras chilenas— recupera en forma intermitente su vigencia, sin llegar jamás a perderla del todo. Esto es una prueba de lo relevante que resulta en nuestras letras esa literatura chucheta y marginal que nos lleva en cada uno de sus tours a las cantinas, tugurios, prostíbulos, salas de billar, habitados por una raza delictiva hija de los años cincuenta y sesenta, esos choros de ayer que resucitan en las novelas de Méndez Carrasco con su habla ruda, áspera y brutal.
"Todo lo que escribo se inspira en la vida de los desheredados", dijo el autor. Fue ese idioma coprolálico por lo que se le prohibió seguir publicando en Chile tras el advenimiento de la dictadura: "De La mierda se hicieron siete ediciones en dos meses, en 1972. Pero llegó la Junta Militar y me sonó por coprolálico, por el lenguaje que
utilizo. Pero ahí está la gracia. ¿De qué voy a escribir sino de lo que he vivido? Hay más de cien personas que han hecho criticas sobre mis libros. Todas desfavorables... Cosa que me ha favorecido mucho".
A Méndez Carrasco y su estilo se le adjudica cierta parentela tan variopinta que incluye a Manuel Rojas, Gómez Morel, Nicomedes Guzmán y Luis Rivano, la mayoría de ellos de una cercanía discutible por diferencias de mundo, atmósfera y propósitos, o por franca superioridad literaria del supuesto pariente. Esto hace evidente la falta de un estudio sistemático de esta literatura. Nadie sabe muy bien dónde poner a Méndez Carrasco. Resulta al parecer resbaloso y poco sexy para la academia, pese a la gran apertura de la misma a temas hasta ayer intocables, los que son investigados y tratados con gran seriedad y rigor. Algunos expertos incluso han comparado su trabajo con las primeras novelas de Rivera Letelier, lo cual nos resulta harto antojadizo. Mucho más acertada descripción de su obra es aquella que la define como "la
pobreza en carne y hueso".
Vimos muchas veces a Armando Méndez Carrasco vistiendo su clásica camisa negra, de pie frente a un tablero en el que personalmente vendía y firmaba sus libros, allá en la puerta del Banco Chile de Ahumada, por esos años el centro del centro de Chile. Había sido carabinero por cerca de una década y empleado público de poca monta. Además, había desarrollado cierta labor periodística, limitada a sus crónicas para Las Últimas Noticias, las que firmaba con el seudónimo Juan Firula.
Tiempos malos, el octavo largometraje de Cristián Sánchez, filmado en el 2008, está basado en la novela Chicago Chico. Así va y viene este autor nuestro, marginal e inclasificable, fallecido en Los Ángeles, Estados Unidos, en 1984, a los sesenta y ocho años, de modo que es un escritor chileno más que murió en el exilio. Escritor que es tanto lo que va y viene entre nosotros que ya es hora de comprarle un nicho definitivo donde pasar, de tanto en tanto, a prenderle una vela.
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(A propósito de Armando Méndez Carrasco)
Por Antonio Gil.
Publicado en Las Últimas Noticias, 27 de febrero 2020