El secreto mejor guardado; descubriendo Carta- Océano, de Santiago Barcaza
(Ediciones Leviathan, 2004)
Por Alberto Moreno
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Esta obra del poeta Santiago Barcaza, solo es posible encontrarla, intuirla, buscar sus señales de ruta, entre los más intensos poemas de René Char, aquel poeta mítico de la Resistencia francesa, en su evocación profunda de la naturaleza, de los torrentes, los árboles y el bosque. Y por supuesto, en su cofrade chileno, el más romántico Teillier; no el de los bares; si el del mudo corazón del bosque. Increíble tribu la de este poeta.
Para leer a Barcaza hay que estar en sintonía profunda con la desembocadura de los ríos, con el abrazo fulminante de los estuarios barrosos y el mar bravío del sur. Ahí se confunden la lluvia imperecedera, el mar azul, y el infinito océano, para siempre. Ahí se urde, ahí se teje la red de esta carta de navegación, que ha descrito el poeta. Ahí también es donde quedas atrapado, en redes de imágenes y palabras. Ahí te deposita este poemario sublime de Barcaza.
Señales de ruta, antes del amanecer.
Otra inmensa belleza que alcanza, en tiempo inverso, a esta Carta - Océano, es la alucinada narración de Océano mar, de Alessandro Baricco. Y seguimos navegando. Ojo ahora con las similitudes formales, con los frescos del mar y la estética de los libros, hay acá otro encuentro notable. Otra invitación a su lectura múltiple.
Magias de la literatura: este poeta de Chile, con todos los recursos inspirados en la selva Valdiviana, sus bosques y ríos portentosos, la L´Isle –sur-la Sorgue, de la Provenza francesa, de Char, y el tiempo mitológico, inexacto, extraviado en la ficción marina de los barcos errantes de Baricco: esa es la conjunción que evocan estos poemas, hasta allá te llevan, por ahí te quedarás.
Desempolva entonces los viejos mapas y busca tu astrolabio por años perdido.
También hay entre las páginas de este epistolario secreto con el sur de aventuras, pequeños pueblos semi-escondidos, casi desparecidos, como el misterioso Amargos, Castillo de San Luis de Alba de Amargos, del Siglo XVII, hoy pequeña caleta de pescadores, donde hubiese un día el fragor de cañones y soldados que protegían la bahía de Corral, frente al asedio de piratas y corsarios.
Leamos Carta - Océano:
TODOS LOS DÍAS NO SON SINO ESTE DÍA
Nos hemos destrozado los unos a los otros
Para dar el aroma a los árboles y a las olas
El mar nos trae los restos de la ciudad en que naciste
Donde alguien cree haberte visto
Recogiendo redes y anzuelos
Pero no nos importa
No hemos esperado nada
Ni un soplo
Ni un anillo
Ni una palabra
Pues las palabras conservan
Y prolongan dolores pasados
Algún día nos hubiesen llamado por nuestros nombres
Alguien se detendrá a vernos mientras jugamos
Con esas flores pintadas a mano
Que hay en todas las casas
Pero ya nadie nos recuerda
Y respiramos con calma
Mientras vemos apagarse
Las mágicas versiones
De las islas, ya crucificadas.
Así parece, este libro esconde un gran secreto, la aproximación, el nexo siempre inacabado entre los hombres y el mar, entre los viajeros y las ignotas tierras del sur, con su caudal desbordante de amores, viejas cartas, paisajes crepusculares y entornos lluviosos y serpenteantes de bosques rojizos.
Esta es una invitación a leer. No puede ni quiere ser más que eso. La carta está escrita, el mensaje enviado, el mar espera. A qué mas?
Santiago, Noviembre 2012