“En este mar la vida encuentra un lugar donde quedarse”
“Esta soledad mordida por las rocas interrumpe mi paso”
“Estoy atrapada en las aguas del miedo
tejida en el naufragio de las olas que rompen su legado
en las raíces porfiadas de tu voz”
“Perdí mi nombre antes de volver
lo abandoné en las sombras
de criaturas que no supe cuidar”.
“Me lastiman los vientos
debo romper la oscuridad antes que vuelva el desarraigo
y pregunte por nuestros cuerpos
traicionados una y otra vez”.
Estas son palabras, voces e imágenes que transmiten dolor, incerteza, desamparo. Soledad. Y no lo ocultan. Son sentimientos que no mienten, porque ante el dolor, la poesía no apuesta por la ficción, no se evade, ni teoriza, antes lo ausculta, lo descubre, lo conoce de cerca, hasta arrullarlo. Eso es lo que representa esta sinfonía dolorosa. Este quiebre franco y despacioso con la propia imagen ante al espejo. Sin máscaras, sin rutinas; alejada de convenciones y costumbres que vayan al amable rescate social, que restituye “la normalidad”. Estamos frente al individuo -mujer- que como un animal lame sus heridas. Y sola frente al mar, en los ríos y en las montañas encuentra un refugio, pero refugio frío y peligroso al fin de cuentas, porque la espectacular natura es hermosa, incomparable, magnifica, pero muchas veces inhóspita, salvaje o indiferente. Aunque de seguro no traiciona, no abandona ni te engaña, como los seres humanos. Por momentos, este diario de viaje, este diario de vida, parece decirnos que mejor es ir solos en el frío, que solos y mal acompañados.
He aquí el lenguaje de la poesía, expresando el dolor de estar vivos.
Leo este poemario como una proeza de honestidad y valentía, en tiempos de imposturas e incomprensibles retrocesos intelectuales, donde se imponen el infantilismo y la puerilidad, he aquí la voz desgarrada y hermosa de una poeta, de una mujer. Tomar ese estilo es poseer carácter, y me parece emancipatorio, pues va contra el cinismo de su época. Y aún así, a pesar del dolor o de atisbar el abismo, la escribiente cree en la capacidad comunicativa de la poesía, en la belleza de su sonido, en el poder curativo de su pura enunciación.
¿Por qué negar o invisibilizar el dolor, la pena o el desamparo que a veces arrasa con todos nosotros, como una tormenta? ¿Quién dijo que debemos estar grandilocuentes y aclarados todo el tiempo? La honestidad ante lo adverso es también una forma de franqueza, es volver a vivir a escala humana, con plena observancia y respeto de las propias limitaciones, y en conciencia de la naturaleza y de lo animal, formas superiores de organización que nos rodean, y hasta nos determinan.
“Hoy abrí los ojos
y estabas ahí,
en la memoria del vuelo”.
“Esta orfandad es el lodo que arrastro
clava su sombra en el corazón de la niebla”.
“En este lugar que no existe crecen amapolas
allí la eternidad juega con mi sombra
lava su cuerpo con el agua de otros mares
y se sienta a esperar el letargo del sol
La tierra me observa indiferente”.
Para cerrar estas breves notas de lectura, decir que este libro de Isabel Gómez nos llega como poesía al estilo clásico, en el sentido que se aleja abiertamente de la teoría y de la crítica como fundamento, y posee como herramientas la experiencia directa de la vida, y el uso nítido y simple del lenguaje, como vías de expresión y de construcción estética. Asistimos a una poética de la transparencia vital, bondadosa, imbricada con una lúcida mecánica del lenguaje, que nos regala unos filtros del atardecer, por donde vemos asomar las huellas del enfrentamiento de una mujer con los retos mayores de la vida, asumiendo todas sus luces y todas sus sombras.
Hay casi un desprendimiento de lo humano. Un acercamiento al vacío y lo inefable. Y no es frecuente ver tal intensidad.
“El caracol busca la humedad de la hoja
allí donde el poema cruza la noche
¿Bajo qué piedra ocultaré esta historia?
La luz es humana hoy
se posa en las hojas que vuelven al árbol
donde estuvo la vida”.
“Sentada junto a la niebla
escucho el trinar de los grillos
y cada historia
cada gesto
pareciera ser la patria
que un día soñamos que era
nuestra”.
“Yo solo quería un pedazo de tierra
donde dejar mi lengua
mientras la madre vuelve del huerto
y se tiende en el lodo de tu nombre
tan lejano
tan ausente de mí”.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Escrituras de la fragilidad.
Notas sobre "Me llaman niebla", poesía de Isabel Gómez
(Editorial Cuarto Propio, diciembre 2024).
Por Alberto Moreno