Quiero decir unas palabras respecto a cómo, después de pocos minutos de conocer a Samuel Ibarra, en el 2019, durante la inauguración de la exposición de Ana María Briede aquí en Isabel Rosas, lo invité a exponer.
No es fácil exponer a un performer y pienso que Samuel sea un performer puro, pero a mí me golpearon mucho sus objetos, que cristalizan el proceso de transformación que opera en su trabajo; signos, lenguaje, símbolos, gestos, movimientos, materias y ante que todo el cuerpo.
Estos objetos que son encontrados y sobre los cuales Samuel interviene en una preparación que es esa misma un rito, representan y sintetizan algo que a mi parecer es muy peculiar de la obra de Ibarra: el cambio de sentido que pasa del efímero al eterno, del fonético al iconográfico. Entonces su referencia, por ejemplo, en su trabajo textual, a símbolos y residuos del consumismo, a través de su apuesta ritual, chamánica, se enlaza a elementos renovados, sacralizados, exactamente como pasa con el proceso a lo cual somete el lenguaje mismo.
A mi me viene en mente lo que pasa con el trabajo de Piero Manzoni, y obviamente a su obra maestra que es la Mierda de Artista, envasada, etiquetada y numerada en una lata, donde se encuentra también esta maravilla que es entender y vivir la operación artística, que transforma la mierda en oro (aludiendo yo también a los precios de mercado de esos tarros) y a esa idea que se encuentra cuando Manzoni firma el cuerpo humano, emparentando el trabajo de la creación del artista al acto creativo del divino, hasta llegar y poner el mismo Mundo entero sobre un pedestal.
En el caso del Chaman de la Basura, la progresión donde se coloca respecto al pop es una operación catártica, un exorcismo que, a través del cuerpo y su lenguaje, gestual y objetual y no solo hablado, enlaza en una oración delirante verso una epifanía del sentido, que sea esa marca, que sea tarro, que sea naturaleza, garabato, poesía.
Encuentro único el trabajo de Samuel y lo que se queda en estos objetos que son juguetes, fetiches, hallazgos industriales, colorados, sonrientes, evocadores, “testigos de relevo”, cetros.
Cuando me mandó el video de presentación para anunciar esta exposición, me vi atribuir el rol de curador… pensé al tiro: ¡cómo curo a un chaman! Cómo se cura un sanador…Cómo competir con su eficiente ejercicio de curación a través del reciclaje del sentido.
Si pensamos en la relación formal entre curador y “curado”, hoy la gran parte de los problemas son creados por fenómenos que fueron inventados como maravillosas soluciones de problemas anteriores, una doble galería de imágenes que son un reflejo de la otra. Eso me hace pensar en el “pharmacon”, remedio y veneno en la misma substancia, pero en momentos distintos.
Cuando nos sorprendió la pandemia, nos tocó investigar sobre una improvisada “Iatrolatria”, como una adoración total hacia la medicina que desplazó con fuerza nuestras ritualidades, hasta los funerales. Este neologismo puede ayudarnos a definir lo de Ibarra como un análisis de Iatrogénesis social: cuando una actividad instrumental excede un cierto umbral definido por su escala específica, primero se vuelve contra su propósito, luego amenaza con destruir todo el cuerpo social, como sucedió con este elemento inevitablemente presente en la objetualidad de Samuel que es el plástico: nacido para poder colocarse en nuestra vida doméstica como “eterno”, conduce a tal empobrecimiento ambiental, precisamente económico, que al final se convierte en causas de disolución de una "clase desfavorecida" que no es pobre tout-court, al contrario: es tan rica en cultura y símbolos que acaba aplastada bajo este "imaginario", como Aquiles y la tortuga.
Es en los "eventos dialécticos" de este tipo donde debemos reconocer los antídotos contra ese catastrofismo del que, por desgracia, es tan difícil escapar…pero si hubiéramos tenido al menos un atisbo de dialéctica, quizás hoy no estaríamos luchando con eco-catástrofes como las Islas de Plástico.
“Ubi malum ibi remedium”, es decir, “Donde es el mal, ahí es la cura”. De hecho, si la cura en sí puede volverse malvada (esta es la idea de Ivan Illich en Medical Némesis), entonces también es inevitable que una posible cura se esconda en el corazón mismo de la enfermedad.
Otro tema es lo de la palabra, de la “Phonè”: este marasmo de visiones sonoras con las cuales Ibarra en-canta, se hacen murmurio, oración, mantra.
Esta otra transformación es única en su género e integra su travestismo colorado en un complemento totalizante y narcótico. Estamos en esa casa que todo significa, donde todos somos Samuel en una síntesis comunitaria.
Esto es lo que yo veo como el proyecto de nuestro Chaman, mientras busca en la basura un nuevo lenguaje sanador, y entonces gracias a Samuel y a todos lo que participan hoy a este rito de pasaje, que sea de buena suerte para todo lo que nos espera en los próximos meses.
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Plastic Island Ubi malum ibi remedium
"Neochamanismos de la basura", de Samuel Iabrra
Por Walter Bee