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De banalidades y viejos privilegios

Por Alberto Moreno




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1. Sobre La banalidad del mal.  (O las formas de resistencia)

 

 

 

Es la perversidad del abuso cometido sistemáticamente y que, de tanto ocurrir día tras día, acaba por parecernos algo normal, corriente, pero, se trata en el fondo, de la naturalización del mal, que por efecto del paso del tiempo termina condicionando nuestra capacidad de reacción, y la insidia y la torpeza, más el miedo, nos llevan a ver y creer -incluso sentir- que ese abuso, esa violación y su ignominia ejecutadas, perpetradas sobre otros y en nosotros mismos, no es tal.

Nuestra debilidad, la incapacidad de enfrentarlo a tiempo, van tiñendo, trocando, algo brutal, opresivo y absolutamente innoble, en una mera secuencia banal, en accidente cotidiano, burocrático, administrativo. Pero no lo es.

Al contrario, quizá sea ese y no otro, el rostro más verídico de aquel demonio de la perversidad del Homo Sapiens, del Homo Faber, distintas formas de un poderoso señor, dominador de la naturaleza: ceder ante algo abyecto y que no logra alejar de si una obscura destinación, inevitable en su consciencia, que le doblega y envilece.

La pretendida banalidad del mal, que actúa desde y por una falsa naturalización del lado más perverso de la especie humana -seduce por igual a hombres y mujeres de todas las condiciones- quienes, concertadamente, actúan para arruinar física y moralmente a sus semejantes; toda esa urdiembre que se alimenta de la más baja humanidad, no puede ser vista ni entendida como un acto superficial o aislado.

Y no debemos tolerarlo, ni siquiera concebirlo, enunciándolo como banalidad o simple embrutecimiento, puesto que su accionar sobre el carácter humano es silencioso, metódico, sistemático, de largo aliento. Se volverá invisible, cambiará de forma y color. Pero cuidado, porque es oscuro, sedicioso, intrigante. No es tu amigo. Y sabe perfectamente lo que hace.

Desde esa falsa banalidad, y del feroz embrutecimiento que conlleva, nunca algo bueno ha surgido. Deberás borrarlo de tu horizonte, expulsarlo de tu cuerpo y mente. Verlo de frente y atacarlo, como a un virus, oponerte. Que sea un acto de resistencia, contra la miseria y la mediocridad que hoy nos gobiernan.

 

 

2. Desobediencia civil. O contra el cinismo de su religión[1]

Embrutecidos por una doctrina moral de siglos, y anquilosados en un perverso sistema de privilegios, seducidos hasta el límite por reglas de títulos y estatus del tipo Doctorados y MBA, estos viejos sinvergüenzas olvidaron el valor de leer la biblia, y a los grandes poetas de la antigüedad.

Los portadores de tan antiguos privilegios, hoy se re-conocen entre sí por su devoción a las tecnologías de punta, al uso obsesivo de planillas excel para todo orden de cosas, por su extraña alegría al proclamar el trabajo “veinticuatro siete” y por la creencia a pie juntillas, con devoción religiosa, en los postulados teóricos de la macroeconomía de Estados Unidos - USA.

Sacerdotes y pontificadores del libremercado de las almas y los cuerpos, acólitos y súbditos de las tarjetas de créditos, la especulación financiera y sus inversiones a futuro; todos ellos olvidaron que la educación en sociedad es un bien en sí, necesario para la sobrevivencia de la especie, y cuyo fin último y más preciado, sigue siendo la construcción de hombres libres… y no la facturación de sujetos precarizados, asalariados a plazo fijo, con dos semanas de vacaciones al año, como toda recompensa.


Chile: más de cuarenta años después 

Una declaración de principios, carta fundamental, ruta de navegación, o como quieran nombrarle, no pude ser el orden fundado por cuatro generales golpistas, ideario malnacido, que luego fuera redefinido y perfeccionado al extremo de la ignominia, por un jurista fanático de la ultraderecha.

Si a 43 años de ocurrida esa barbarie político - cultural, ese ordenamiento está aún vigente y goza de buena salud, y rige todos los escenarios posibles para pensar el ejercicio de lo político y la política, la democracia y la participación… Si todavía el mapa se define desde la traición y el abuso de golpistas, torturadores y saqueadores, las cosas van hacia la ruina, al derrumbe del conjunto social y el de todos sus miembros, porque que hemos permitido que esto continúe en el tiempo.

Esperemos que no. Y por eso estamos hoy aquí. Sólo falta nuestra voluntad, nuestro espíritu, para intentar cambiarlo, declarando que es un sistema viciado, abusivo e insostenible -pues se funda en una tragedia, en una afrenta sangrienta- del cual ya no seremos parte, ni como sujetos indiferentes, ni como maltrecho devenir histórico. Podemos decirlo: no va más. No aceptaremos las reglas torcidas de una falsa “Paz Social”, redactada entre gallos y medianoche por los herederos políticos y económicos de la dictadura, que ha derivado en una interminable transición, y que hoy se devela plagada de estafadores y rufianes.

Y nuestra paz es falsa, pues escondió e ignoró las violaciones a los Derechos Humanos, y no se atreve, transcurridas cuatro décadas, a enfrentar abiertamente esa situación. Hay temor y falta de coraje, por eso no tenemos paz. Porque seguimos mirando para el lado, o al cielo, cuando somos llamados a enfrentar el conflicto.     

Lo que podemos acometer hoy desde esta tribuna, es un desacato, una desobediencia civil… frentea un sistema de valores corrupto, amoral, abusivo, y que sólo indigna día tras día a los trabajadores, a las obreras en las fábricas, a los maestros de escuela, en fin, al ser humano que se piensa, que reflexiona y ve a su alrededor una herida sangrante y pestilente. Por eso tenemos no sólo la necesidad de cambiar la “Carta Fundamental”, tenemos el deber de exigir esos cambios, pues reconocemos, como adultos, que es errática, arbitraria, y desconoce nuestros derechos básicos.

A eso hoy le decimos, no más. Ante ese ordenamiento jurídico y económico, que progresivamente  ha precarizado la vida de los chilenos, decimos no más. A un sistema que sólo reconoce clientes y consumidores, pero no crea ni cree en hombres y mujeres libre pensantes, hoy le decimos, no más.             

A todos quienes adoran el dinero a costa de cualquier cosa, no los queremos gobernando el país, dirigiendo la educación, ni decidiendo lo que entendemos por cultura; no aceptamos más que pequeños grupos de vetustos privilegiados, continúen resolviendo la sociedad que vamos a pensar y construir.

Esta es nuestra premisa, esto nos motiva: que otros hombres y otras mujeres tengan el derecho a pensar un país diferente. Y claro, no sabemos qué pueda pasar. Pero de algo estamos seguros; lo que hasta hoy hemos conocido, debe llegar a su fin.

 

Marzo 2016

 

 

[1] Este texto fue presentado como parte del  Encuentro de Poesía Constituyente,  en la Fundación Neruda y en la Sociedad de Escritores de Chile, los días treinta de marzo y seis de abril de 2016, respectivamente.

Imagen: Dante y Virgilio en el infierno, de William-Adolphe Bouguereau, 1850.



 



 

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