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Entre los dominios públicos y maniobras vitales
Pretextos para los días de Alberto Moreno.
CRANN Editores, Octubre 2015.
Por Samuel Ibarra Covarrubias
Artista Visual
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Todo libro posee secretos, todo poemario nos confiesa difuso una inconfesabilidad que ilumina hasta transformarse casi en una auto-delación, delación profunda y contundente, que nos habla del vigor y robustez de una voz, la voz que comparece desgajada en cada página y en cada recoveco de ese sugerente y problemático objeto llamado libro.
La riqueza polifónica de las voces que Alberto Moreno pone en circulación en esta nueva entrega, me instigan a pensar diversos recorridos textuales que enriquecen de manera considerable la política escrituraria del autor de Graves inconvenientes y Espejismo y circunstancias.
En Pretextos para los Días creo, se ha afinado una puntería escritural y una conciencia textual que nos afianza en una dimensión discursiva de una escénica lingüística. Nos posicionamos acá como seres lingüísticos que, formados en el lenguaje asumimos un poder constitutivo, que precede y condiciona así, pues dimensionamos la historia y modelamos sus usos y operatividades.
Moreno utiliza las palabras para modelar parajes existenciales y estados del cuerpo y llevarlos al terreno del texto, como un diseño a escala de una república, república en el sentido de capas significativas regidas por una ética de la vida donde la pregunta por el sentido aún tiene validez y lugar. República de las palabras donde se defiende la capacidad de nombrar, apelar y querellarse con y contra lo que amamos y odiamos.
república con minúscula, donde hay nombres, señas de cuerpos, libros, imágenes y símbolos. república como lugar de asentamiento, como metáfora de espacio habitable, ennoblecido por nombres de muertos solemnes y comida caliente.
Esa república, ese país, ese pago de Alberto Moreno, se nos aparece enlutado y melancólico, enlutado porque está cargado con gestas nobles y heroísmos de otros, y melancólico, en cierto modo, por hacer lugar a la noche oscura del alma moderna.
Este lugar que el poeta nos propone es un sitio de crisis, campo frágil, dominio en resistencia a una tecnología que amenaza cifrarlo y hacerlo transparente, que amenaza naturalizar el crimen y la felonía.
Es un país de palabras, este libro de palabras propias y plurales, donde han sido convocadas voces y restos de voces, tomadas de anaqueles e himnos, voces rescatadas del silencio, para posibilitarles reaparecer ahora desde otra forma.
Estamos en un Dominio de las palabras para potenciar la palabra y sus señas. Señas eminentemente materiales.
El autor modela acá actos de escritura y los potencia con cargas. Entendemos entonces el mundo y nos posicionamos en él, se nos ha dado un estar en el mundo, un ESTAR EN EL LENGUAJE. Nacemos dado el lenguaje, dice Althusser, y en esa consecuencia un estar ideológico se pone en juego de inmediato, una materialidad configurada en prácticas y en palabras se desencadena.
Esta idea se me aparece coherente al constatar que en el dialogo trans-textual que el autor sostiene con poemas de otros, con imágenes de otros, con símbolos de otros, traduciría un aquilatamiento materialista de las palabras, es decir, su organicidad ideológica, su capacidad de impacto, su permanencia y significación activa.
El poeta recurre a las voces de sus lecturas públicamente secretas -y las dispone en un diagrama de haces de luz para iluminar (cargar, resemantizar, repoblar y volver a acerar) la palabra poética misma.
No hay acá angustia por lo leído, ni menos ansiedad por las influencias, atrás queda la llantería Bloomesiana y se impone la celebración sin culpas entre lo leído, lo anotado, lo vivido y lo escuchado. Todo ejercicio de escritura es, ante todo, operación de lectura y Moreno nos lo recuerda hasta el hartazgo. Toda lectura es pesquisa y reescritura, versiones de una versión sub-versiva.
A medida que avanza el texto deviene miasma en tramos en que se hace difícil delimitar fronteras de autoría, a partir de una disposición secreta que el autor delimita. Una suerte de encabalgamientos y convergencias en oposición a sustancialismos literarios. Es un modo de gozar la lengua, pero también padecerla, porque el autor no está en lucha consigo mismo respecto a ese padecimiento, pues hay una completud imaginaria del pensamiento. Es decir, la posibilidad voluntaria de elegir entre la verdad o el goce, restituyendo una plenitud imaginaria y una nueva armonía.
Imágenes, citas, títulos de obra, remitencias Meta y Transtextuales, nos hacen aparecer a un autor que participa sintomáticamente de todos los acontecimientos.
Pretextos para los días nos propone un modo de narrar, y en ellos devela un hacer estético cruzado por una imaginación política, en cruce con lo corporal y lo espacial. Una suerte de elogio a la incompletud para acusar desde allí deformidades de la violencia sistémica, enmascarada y oculta, en discursos de totalidad, normalidad y pacificación.
Pretextos para los días hace un juego paradojal con la idea de completud. Irónicamente esboza esa tematización, por ejemplo, en el siguiente poema:
‘’La disolución del sujeto me parece una puerta imposible de
tocar / entrevisión de un más allá / del cual no se regresa y del que /sería
mejor no hablar, / pues el sueño tampoco nos da refugio’’.
Aquí hay un intento por pensar nuestra propia constitución como sujetos tramados en una práctica de lenguaje, lenguajeados por la lengua, expuestos en un afuera, narrados por una política categorial. Actuado en el teatro de la historia, sobrevivientes del ahogo, en el mar de las palabras.
El aparecer paradójico del sujeto entre la desaparición y la rehabilitación, como forma y sentido. Trastabillado por la modernidad, pero recinto indispensable para sus narrativas. En un esquema de representación el sujeto ofrecería la posibilidad de ordenar racionalmente el mundo, sin embargo, nunca se estabiliza, siempre está expuesto a formas y discursos que lo tuercen y desfondan.
Si bien el poema señalado pareciera alejarse de una discusión que, por profunda se hace insondable, las alusiones, constantes y ocultas, desperdigadas en todo el corpus del libro, me advierten de una opción de escritura, de un conato vivo entre la muerte del sujeto, como signo del pensamiento contemporáneo, y la restitución de la potencialidad de la palabra, mediante las líneas de fuerza que habitan y exceden las semánticas del sujeto mismo, como entidad monolítica, cruzada e interrogada por traumas e incendios éticos, políticos y jurídicos.
La racionalidad no cumplió su promesa de darnos una realidad y un mundo estabilizado, al contrario fue ella misma que nos lo ha socavado.
Pensar las tensiones de la categoría de sujetos expuestos en citas, imágenes, poemas del otro y jirones de texto, podría ser en Pretextos para los días del poeta Alberto Moreno, una apertura a pensar desde la poesía, es un pensamiento poético. También una serie de problemas éticos y políticos del hoy, y de la historia.
Incluso, puede ser capaz de proponer (el libro), otras formas de pensamiento, dejando atrás las seguridades epistémicas y las certezas normativas de la propiedad, para abrir interrogantes en torno a los modos de pensamiento y prácticas, vale decir actuar y pensar. O viceversa...
Por ejemplo pensarnos, asumirnos en permanente historización, entre la subjetividad y la sujeción, siempre problematizando el lenguaje, ya sea como ruptura o como efectos despolarizados, o siempre asumidos como seres no del derrumbe, sino En el derrumbe.
Entre secretos y voces expuestas, este nuevo libro de Alberto Moreno, abre provocativas e inspiradoras interrogantes, y eso se agradece.