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La intimidad del elefante. Obra para dos actores y un refrigerador.
(Adaptación de Sergio Bravo, de los relatos Elephant e Intímacy, de Raymond Carver, 1986).


Por Alberto Moreno


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La acción gira en torno al préstamo de $500.000, a pagar en tres cuotas de $166.666, que Eduardo, el protagonista, realiza a su hermano Gabriel. Luego Eduardo le propone a este que no le pague directamente a él, sino que transfiera ese monto, en cuotas mensuales, a la madre de ambos. Muy pocos chilenos no se sentirán interpelados, tocados sutilmente en el hombro con la puesta en escena. La madre pidiendo plata a su hijo, un hermano pidiéndole al otro, un hijo que pide dinero desde el extranjero, una hija con problemas en el matrimonio que también acude al padre; un ex marido pagando una extraña e infinita pensión a su ex mujer por veinte años. La cadena del dinero, de los compromisos, las deudas del dinero familiar, lo familiar del dinero, los compromisos asumidos y los no asumidos. Es el gran telón de fondo.

Por otra parte, llama la atención la distancia de esta trama con los temas coyunturales, con las querellas omnipresentes hoy en nuestra sociedad. No escuchamos discursos ni reflexiones sobre la escases del agua, sobre el deshielo de los polos, ni tampoco sobre identidad o diversidades sexuales. No se habla de narcotráfico, ni tampoco tienen cabida las redes sociales. Y se agradece. La propuesta va por un camino propio, y como su tema es tan antiguo e inacabable, no necesita ser actual ni polemizar con las urgencias o necesidades del calendario. La reflexión sobre el dinero, la organización de la economía familiar, las inagotables formas en cómo funciona la mecánica solidaria al interior de estas, y el tejido casi invisible, pero firme y duradero que allí surge, traspasa épocas y cronologías individuales, para instalarse en la capa más profunda del “inconsciente colectivo”.

Ahí estriba la riqueza de esta Mise en scène, que a ratos parece un monólogo, que va desarrollándose con la gran actuación de Alex Zisis, quien interpreta a cuatro de los personajes: (él) Eduardo, Gabriel, su hermano, su hija y a su madre, con gran despliegue físico y vocal, teniendo como soporte un gran refrigerador de dos puertas. Ese artefacto está semi vacío en casa del protagonista. Los cuerpos y las voces entran y salen a cada momento por sus dos inmensas puertas. Eduardo cambia su vestuario y apariencia, se transforma alternativamente en el hermano, en la hija y en la madre. Todos convocados a resolver el tema del préstamo y del pago de los $500.000. En medio de la sala —o living— donde acontecen los hechos, también hay otro aparato relevante en medio de los diálogos, es pequeño, alcanza en una mano y para usarlo lo ubicamos entre la oreja y la boca. Un teléfono. Por allí pasan las voces de esta familia: hijos, hermanos, nieto, son los que preguntan, ¿cuándo llegará el pago hijo? o ¿me puedes hacer un depósito papá? Así va avanzando el ejercicio de “la bicicleta”, como le conocemos en Chile. Prestamos, pagos, deudas, intereses de todo tipo, y claro, también muy local eso de “qué más da”, pues al final, “todo sale de la misma correa”, en alusión a que frecuentemente —al interior de las familias— hay un bolsillo que solventa diferentes pagos y gastos, remesas, préstamos y toda clase de enjuagues posibles con el dinero. Evoca los avatares del protagonista de Memorias de un payaso, de Heinrich Böll. Ahí se trata de cómo resolver los mínimos vitales. 

Fuimos al teatro con un amigo, y a ambos nos recordó también ciertas lecturas de obras existencialistas, por el tono gris y sarcástico en que se sumergen los diálogos. La música es un elemento fuerte en el ambiente. Te crispa. Es en el fondo una temática universal, adaptada con rigurosidad y brillantez al lenguaje cotidiano de nuestra sociedad y sus diversos personajes. No es coyuntural como decíamos al inicio, sin embargo, es una reflexión universal. Intuimos que estas cosas ocurren en todas partes, y es natural la identificación con las vidas propias y otras que conocemos de cerca. En un momento entre los cambios de vestuario y de personajes, la madre es representada de espaldas, con una peluca rubia sostenida sobre una escoba o trapero, cosa que recuerda escenas de Psicosis, con el inolvidable Norman Bates hablándole a su madre muerta hace años, aunque acá ocurre en clave sarcástica, no de terror. 

Hacia la segunda parte del relato, surge la intimidad. Es cuando aparece la exesposa del protagonista, separados hace veinte años, representada por Mariel Bravo, en una muy cercana y entrañable actuación; su personaje abre el clima, pone aire fresco en la escena, agrega otra dosis de realismo, esta vez, no desde el lugar de las precariedades monetarias (aunque ella también es parte de los pagos mensuales). Sin embargo, pone de relieve algo que va más allá de ese intercambio. Su aparición significa el quiebre de Eduardo, el fin de la imagen del hombre ensimismado, lleno de tareas y que intenta resolver la vida a los otros, a costa de su propia postergación. (Hay una maleta de viaje en la escena, que lo espera por años, sin moverse nunca de su living). Su ex lo encara y le expone su fragilidad. Por el abandono de su matrimonio, por el silencio de veinte años, por la forma extraña de seguir presente en su vida, a través de pagos mensuales, pero sin decir nunca la más mínima palabra o realizar un gesto vital. Lo expone ante un espejo trizado. El de las historias de amor truncadas. Y además ante su fracaso por insistir en ser quien es. Ella no niega la importancia a su rol ni a las tareas que cumple. Pero inevitablemente le muestra, con su sola presencia, con su nueva vida amorosa, que sus sueños de viaje y de vuelo, están sometidos a una rutina que lo minimiza, lo coarta, lo empequeñece.

El papel de Mariel Bravo no necesita gran despliegue, es minimal, pero esencial. Su personaje se expresa con claridad, de frente, sin dobleces, y es el contraste perfecto al angustiante mundo de su exmarido. Ella ha recobrado su vida afectiva, tiene alguien que la acompaña, que la quiere, a diferencia de Eduardo, que no logra salir de su laberinto.

Notable adaptación de los relatos. Notables actuaciones.
    

Ficha técnica:
Obra póstuma de Sergio Bravo
Interpretada por Alex Zisis y Mariel Bravo
Dirección de Nicolás Eyzaguirre Bravo
Espacio Taller. Sala Yolanda Hurtado


 

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(Adaptación de Sergio Bravo, de los relatos Elephant e Intímacy, de Raymond Carver, 1986).
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