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“Neochamanismos de la basura”
La reciente obra del artista Samuel Ibarra

Por Alberto Moreno
Poeta y antropólogo, editor de la Revista Simpson 7, de la Sociedad de Escritores de Chile.



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La galería Isabel Rosas Contemporary, abrió sus dependencias en Valparaíso (Pasaje Santa Isabel 674, Cerro Alegre) para mostrar la obra visual de un artista que trabaja con el cuerpo. El performer chileno Samuel Ibarra, de larga y reconocida trayectoria, nos pone frente a formas e imágenes que hablan de potencias rituales y ceremoniales trasvasijadas entre siglos, continentes, creencias y autoridades de otras voces y otros reinos. Se trata de poner en evidencia la refulgente figura de un Neochaman, entidad capaz de resarcir quiebres, restituir órdenes y redireccionarlos a contracorriente, para fundar otro modo de ser y estar en el mundo.

El neochamanismo de Ibarra se emplaza en las orillas del consumo exitista, y desde allí abre una geopolítica de territorios encabalgados y lenguas entreveradas, mezcla de misticismos marchitos e imágenes quebradas. “Neochamanismos de la basura” es una experiencia de contrastes y confrontaciones, nueva y poderosa mecánica de la visualidad subalterna, que narra el mundo y la materia desde fragmentos jalonados por una doble fuerza; una profundamente ancestral y otra nueva y luminosa. Curada por Walter Bee, la muestra nos conecta con un universo siempre pendiente de explorar y alterar la mirada.

Alberto Moreno ¿Qué hace un performer en una galería?
Samuel Ibarra Cuando recibí la invitación de la Galería Isabel Rosas Contemporary a pensar una obra también me hice ese cuestionamiento. Hay una cierta idea de que los performistas no podemos ocupar una galería, porque somos eminentemente seres de exterioridad, es decir, nos debemos al flujo y las energías del espacio público, sin embargo, al ocupar la galería un performista puede intencionar justamente una observancia más detenida a los códigos, figuras y procesos con las que trabaja. Justamente porque al ingresarlos a una galería le das más tiempo de reposo y no los obligas (a los objetos) a desaparecer o esfumarse por lo efímero de las acciones. Estar acá me permite poner en cámara lenta todo el fluir imaginal que pongo en movimiento en mis acciones.

AM ¿Exactamente qué estás mostrando hoy?
SI Estoy exhibiendo obras de un proceso creacional que trabajo hace ya varios años y tiene que ver con figuras e ideas ligadas al neochamanismo. Me he inspirado particularmente en imaginarios negros como el Vudú, la santería cubana, el llamado Umbandomblé o el Gagá dominicano. De ellos he tomado su dimensión espiritual, sus cosmogónicas ocultas en el colorido de los rituales. Muchas de las obras expuestas tienen que ver con un ceremonial materico, que intenta alinear las energías luminosas y oscuras del accionar humano en un presente desgarrado y desfondado. Un acontecer sin inmanencias donde solo hay fuga de dioses y pérdida de sentidos. Entonces, los objetos despliegan acá un doble estatuto, de arma y amuleto, documento de ruina y barbarie, o posibilidad de redención de un totalitarismo epocal univoco y ciego… bandera de emancipación de la cárcel de la razón.

AM La exposición la nombras como Neochamanismos de la basura. ¿Por qué ese título, si trabajas sobre culturas de hondo sustrato ritual y bastante lejanas a los desechos que genera el consumo?
SI Porque todos esos sistemas de creencias de algún modo trabajan con lo marginado, con lo depreciado y lo despreciado. Son prácticas rituales que buscan curar profundas heridas culturales, propinadas por la modernidad hegemónica. Todas estas religiones proponen otra forma de mirar, distante del modo absoluto del canon occidental. Para esas culturas -las negras particularmente- lo sagrado no está en el poder, sino en lo que éste deja fuera, lo viejo, lo derruido, lo fallido. La santería, por ejemplo, entrega poder a los muertos; en lo fenecido para ellos hay una fuerza energética y movilizadora, ausente completamente de la paleta axiológica de nuestras sociedades modernas, por ejemplo. Estas religiones adquirieron formas muy específicas al acompañar para fortalecer el imaginario de millones de negros y negras esclavizados y traídos a la América del sur bajo suplicios indecibles.  Estas prácticas espirituales buscaban contener al Negro y fortalecerlo para hacerlo resistir. Eran prácticas de potenciación. De restitución de una base fenoménica violentamente desmantelada por la colonización.

De otro modo, la idea de basura me sirve para nombrar y modular una “poética del descampado” como muy lucidamente lo definió el filósofo René Baeza, comentando mi trabajo. Este Neochamanismo que busco poner en movimiento sueña con exorcizar el dolor y la vacuidad de los restos, para llevarlos ahora como tributo o potlatch y movilizar otros modos de intercambio simbólico. “La basura trae la luz” digo en un poema que han trabajado los artistas sonoros Mario Z y Carlos Marte, y que busca graficar esa ínfima pero radical esperanza de salvar la vida, ennobleciendo lo que ha sido dado de baja.

AM Qué nombras, en definitiva, cuando hablas de “Neochamanismos de la basura”
SI Hablo de una estrategia performativa (propia, personal) que toma fuerza de esos impulsos del espiritualismo alucinado que significa cantar cuando te están haciendo padecer y sufrir, cuando te condenan a desaparecer y extinguirte, o te desfondan mediante quiebres y donde tú decides resistir vistiendo de brillos y de colores. En Haití me toco ver altares vudú hechos con basura brillante, vidrios, papeles, latas, residuos que proyectaban luz. Me alucinó.

Las culturas negras desalojan el miedo y el dolor mediante el sonido, el movimiento y los colores. El neochamanismo también apela a proponer otra forma de vida alejada del totalitarismo de la racionalidad dominante, afincada en el consumo o en la ideología de lo nuevo. El neochamanismo que propongo es hacer una fiesta entre vivos y muertos, transformando -alquimisticamente- la basura en oro, y ofrendarla a dioses que no son inalcanzables, porque también están sufriendo contigo, son la dimensión sagrada de lo humillado y lo des-ennoblecido.

AM Hay nuevas formas de ver y leer lo sagrado en tu relato, ¿podríamos decir nuevas religiones?
SI Puede ser, pero son religiones plebeyas, religiones de orilla, iglesias de materialidades precarias, que llaman a entregarse al éxtasis antes que al sufrimiento. Si vamos a morir que sea bailando, dice una frase de un merengue que escuché. Creo que lo religioso de esta obra está en el tratamiento de la composición de cada pieza, porque cada una de ellas la he pensado como un acto sagrado y único.

AM Entrando en la materialidad subalterna. Háblanos de cómo elaboras las piezas rituales, los artefactos -con la basura- que luego quieres transformar en oro…
SI Los materiales que utilizo están recuperados de vertederos o lugares de venta de ropa muy humildes. He buscado en ferias y mercados precarios para conectar con una economía material de la ruina; camisas o pantalones los transformo en elementos rituales de las ceremonias del Palo Mayombe, adminículos necesarios para las ceremonias yorubas. Con basura plástica o material abandonado hago estandartes ceremoniales, como cita a los bastones de poder del vudú o las ceremonias que hacen los Congos de Portobello en Panamá, son trajes hechos enteramente de residuos. La idea es abrir una posibilidad de artefacto devocional a lo sobrante. Mientras montamos la muestra, la galería fue adquiriendo una poderosa figuración umbanda, un templo candomblé, claro, siempre a mi modo, sin afanes puristas ni antropologizantes. Yo propongo una fantasía orlada de fragmentos, así en las fotos que realizamos para la muestra, todos los elementos que se visualizan estas recolectados de la calle, de lugares oscuros o encontrados en los extramuros de la ciudad, recuperados de ferias libres, recogidos o salvados de la basura. Debo tomarlos de allí, me es imperativo recolectarlos y darles su dignidad perdida, como un sacerdote que hace brotar el agua de las piedras. Un agua en este caso de color, no pura, sino cruzada de impurezas y destellos.

En el video que está proyectado en la muestra y que se llama “Sobre los condenados de la tierra” (dirigido por Leonardo Salazar) hago una danza inspirada en las festividades Gagá por los lugares más empobrecidos de mi comuna (San Bernardo). Bloques, basurales, calles polvorientas. Se escuchan fragmentos intervenidos sonoramente del mítico libro de Frantz Fanon, que el titulo cita. Tal vez hay en todo esto un deseo de hacer manifiesto un éxtasis material y materialista. Un deseo de hacer una revulsividad performativa con lo que está en desencuadre, con una idea de belleza, integridad u homogeneidad. Basura justamente es eso, restos informes y anárquicos de una totalidad pulverizada. Un Neochamanismo de la basura vendría a intentar restituir la coherencia rota de esa unicidad.

AM Eres un experimentado performer, ¿cómo aplicas esa experiencia a la muestra que hoy presentas?
SI He tenido que sintetizar muchas cosas, porque como señalas he trabajado ya mucho tiempo en múltiples temas y formatos. Creo que estos neochamanismos son la síntesis de los ejes temáticos que he venido desarrollando hace algunos años. Una crítica al patrón de acumulación (por desposesión) de la economía neoliberal y todo el descalabro simbólico que eso me sugiere, y especialmente, la noción de Cimarronaje Cultural, como se le llama al acto de fuga de los negros esclavos. Esa acción de liberación tiene muchas connotaciones sígnicas, espirituales y políticas, al plantear la fuga como posibilidad también de ruptura radical de sentido de un sistema economicista, de una maquinaria que no se detiene. Maquinaria que produce producción. El esclavo del ingenio azucarero, liberto, huye hacia los montes para rencontrase con la libertad sin culpa, alejada de la moralidad del trabajo, sin deseos de acumular, ni de propiedad, protegido por muertos que otorgan una fuente de poder excepcional, que lo sitúan en condiciones privilegiadas, dejándolos en un punto de altura superior. El cimarrón huye del infierno dulce para situarse en un espacio intermedio entre la muerte, la vida idílica, la fantasía y la alucinación. Acá es clave la novelística de Alejo Carpentier, particularmente ¡Écue –Yamba -Ó! y El Reino de este mundo. La historia de Makhadal, negro liberador de Haití, me fue alucinante y reveladora.

Creo que “Neochamanismos de la Basura” es una extensión de mi poemario Directivy Abakua que publiqué hace un par de años y que como dice el antropólogo Jorge de Mali en su introducción: “es un empeño afro por infiltrarse en el espectáculo y hacer estallar la representación”. Así en una parte de la muestra yo propongo una voz rasgada, para que por allí hablen muertos, adoloridos y texturas fallidas y devenidas. Siempre he sentido que en mi trabajo performativo y poético están las resonancias de otras voces, una polifonía de cantos y gritos, de ritmos y sonidos luminosos y oscuros. Al expandir espacialmente estas ideas uno va entendiendo y confrontando el peso de una poética.

AM ¿Cómo se conecta esta exposición con el lugar donde se emplaza y cómo ha sido la relación con los organizadores de la muestra?
SI Las conversaciones con el curador fueron claves. Walter Bee es un artista italiano que migró a Chile movido por impulsos vitales. Como artista visual tiene una sincronía poderosa con el Arte Povera y la Transvanguardia que le llevan a crear conexiones estéticas fecundas. Sus apreciaciones abrían mis interpretaciones, más localizadas en un tema, para llevarlos hacia otras zonas sensibles. El lee una performance desde una clave pictórica o escultórica también y la engarza a nuevas conexiones, siendo capaz de proponer un boceto de ocupación espacial, a partir de huellas y restos de esa performance. Hace una lectura expandida y eso fue muy estimulante. Bee logró transformar la Galería en un espacio donde se percibe mucha expectativa. Logró instalar un misterio. Hizo que restos de performance se reconfiguren en una posible e inminente futura performance. Dejó vivo los elementos dispuestos. La conexión que provocó con la galería fue instantánea. Allí se genera algo irrepetible. La transformó de cubo blanco a templo barroco migrante.

 

 






Fotografías de Alberto Moreno

 

 



 

 

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