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Encerrar y vigilar Escrituras
Bajo Amenaza


Alberto Moreno & Samuel Ibarra / Selección, edición y notas

Editado por Marciano Ediciones y Revista Digital Lakúma - Pusáki.


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Resulta muy difícil reconocer que asistimos a una saturación de la realidad. Y que dicha saturación ha sido llevada a niveles extremos, donde un más allá inconcebible se ha hecho hiperreal ante nuestros ojos… aceptar al fin, irrefutablemente, que se ha extraviado la cordura del sistema que rige nuestra vida.

Se han rasgado todas las vestiduras, no hay teoría ni método que se sostenga en pie; ciencia, religión y política quedaron relegadas a meras observancias ante el avance fulminante del nuevo apocalipsis. Esto ha ocurrido durante el año en curso y no parece que vaya a detenerse. Muertes masivas en los más alejados rincones del mundo, fosas comunes y cementerios desbordados, hospitales ocupados al límite, pánico colectivo, terror a nivel local y mundial, nos anunciaban —online las 24horas— el fin de los tiempos, por la acción mutante de un virus asesino que recorre el orbe, y se transmite de boca en boca y de mano en mano.

Así llegamos a un estado de cosas —donde las grandes mayorías— quedaron esta vez por completo silenciosas. Y vino el encierro. Y el toque de queda, la prohibición de reunirse, la prohibición de caminar por las calles, la prohibición de abrazar o darse la mano, y todo eso, con la boca tapada. Todo el día, a toda hora y en todo lugar. En cosa de semanas, nos transformamos en posibles agentes patógenos, que causarían una muerte segura, y por tanto en seres indeseables y peligrosos a ojos del otro ser humano. Aquello que por años se leyó en los ensayos y textos académicos —el terror biopolítico— desde la comodidad de las salas de clases, en amables seminarios y pasillos de la Academia, un día se torna real, y se instala así el gobierno del miedo y la incertidumbre en la vida cotidiana; una extendida restricción de los desplazamientos, y la agenda es copada por los nuevos “expertos” en ciencia y medicina, que no entregan solución alguna, pero en cambio transmiten temor 24 horas al día. Tampoco faltaron los déspotas mal ilustrados, que sin vergüenza proponían “hibernar la Región Metropolitana”, ignorando el hacinamiento diario de sus habitantes, y la ausencia de los mínimos vitales.

Curiosamente, se declara cuarentena universal, se debe encerrar a viejos y niños, cerrar colegios y guarderías, clausurar hogares de ancianos y hasta prohibir la asistencia a funerales, todo ello para “protegernos de la pandemia”. ¿Curioso, no? Porque los bancos, las notarías, las farmacias y los supermercados están autorizados para funcionar, y se ven repletos de la mañana hasta la noche, y aunque la gente vaya a esos lugares asustada y con mascarilla, muy obediente, nunca deja de comprar y pagar. (Pareciera que el pagar y el comprar son operaciones inmunes a la muerte).

Entonces, en medio del caos y con la humanidad en estado de shock, un grupo de señores dueños del dinero, olfatean sangre y temor, y nuevamente, hacen su mejor negocio. Estado de Excepción Constitucional. Todo un año bajo toque de queda con militares en las calles ¿Para qué, por qué? Aún no lo sabemos, y dicen que es mejor no preguntar, que “los expertos” saben lo que hacen y dicen, “mejor quedarse callado” no mover más el avispero. Pero como esto se ve mal y huele mal, algunos pensamos y sentimos que se ha provocado un retroceso en la vida, un retroceso en las libertades humanas, y estamos aquí para decir que NO. Y hemos compuesto este libro de poesía, reflexiones, aforismos, dibujo y pintura, fotografía y performance, para decir que no aceptamos más el discurso del miedo, del atropello y del silencio, como única respuesta a un problema de salud pública.

En este escenario, el ostracismo, el relegamiento arbitrario y las diferentes formas de asedio a las libertades civiles, abrieron también un espacio impensado a la soledad y la reflexión. Y luego sentimos que estaba bien reunir esas soledades múltiples y dispersas. Y henos aquí congregados y diversos en esta obra colectiva, hecha para sentir, para ofrecer nuestro trabajo, nuestro empeño en la vida. Porque queremos seguir en el juego. Esta es nuestra respuesta ante quienes pretenden que no cuestionemos nada. Pero eso es imposible. Porque nada de lo que digamos en silencio alcanza para explicar lo vivido estos meses de asombro y dolor. Por eso reunimos muchas voces. Para probar una suerte, un intento de saltar al otro lado. Sacarnos la mordaza y volver a respirar.


Alberto Moreno/Octubre-Noviembre 2020.

 

 

 

Partió, allí

“Merecer la vida no es callar ni consentir
Tantas injusticias repetidas…Honrar la vida”
Mercedes Sosa

Partió el deseo de armar un cuerpo de palabras, mientras la tv implacable, día tras día enumeraba cifras de muertos. Lentamente se desmoronaban todas las seguridades que pensábamos inamovibles.

Partió el deseo de componer este mar de imágenes mientras los días se indiferenciaban y las horas no significaban nada. Partió todo en la incertidumbre.

Partió este texto buscando retratar las emociones y afectos, justamente cuando se habían prohibido por considerarlos vector de contagio.

Allí, en la crisis de la geopolítica, Allí en las tesis de la guerra bacteriológica, de la decadencia Norteamericana, Allí, en los llantos del director de la OMS frente al mudo, también partió.

En el deseo de un beso, de amar otro cuerpo, en la noche ebria, exasperada, eterna, fue allí donde partió.

Partió en la fila del supermercado esperando cupo para comprar el pan.

En la terquedad de aquel ministro de salud que no conocía las grietas del país.

Partió en el adiós de Luis Sepúlveda.

En el metro irreconociblemente solitario.

En la ventana cruzada por funerarias, en las filas de trabajadores cobrando el seguro de cesantía.

Partió allí, en las ganas de escucharte, leer tus versos, mientras ya no sabías que más preparar para endulzar tu reclusión

En el irrefrenable deseo de crear alianzas, en el recuerdo de ese último verano. En la puerta cerrada con doble llave. Partió también.

Allí, acariciando el recuerdo de los sonidos de tambores libertarios de ese Octubre, también,

También allí partió.

Mientras le pedías a la policía autorización vía web para abrir la ventana y tu oficina era la mesa y los cubiertos, también partieron las ganas de juntar palabras.

El colega Alberto Moreno me conmina a pronunciarnos, me dice que no es posible más silencio y angustia. Trazamos una estrategia entre la ira y la extenuación. Él en sus dominios, yo en el fin del mundo. Todo desde lejos, tratando de convocar voces para hacer frente al marasmo.

Un rayado callejero reza “Solo el pueblo salva al pueblo”. Allí, también partió

En la palabra HAMBRE proyectada en aquel icono pretencioso

En el apoyo entusiasta de don Pedro Lastra

En el Sí colectivo de nuestras Mujeres poetas Carmen, Eugenia, Marina, Verónica, Pavella…

Partió todo en ese deseo de unirse.

Si el catecismo neoliberal promueve la individualidad hasta el paroxismo, este Encerrar y Vigilar sueña las pluralidades de voces salvajes, enloquecidas de amor y formas nuevas, para posibilitar más y mejor vida.

En un lúcido carnaval de espejos y reverberaciones. Allí parte la descarga que funda las razones que movilizan esta micro-utopía. En ese dibujo esperanzado de la comunidad posible, en esa ficción multitudinaria.

Allí en la generosidad de artistas visuales chilenos y extranjeros que sumaron su obra para hacernos pensar. Allí en la obra precisa que seleccionó el poeta y la poeta cómplice con nuestro arrebato

Allí nació la fuerza y la certidumbre de la palabra plural, en la respuesta afectuosa de esta cincuentena de manos vivas que nos dijeron Presente.

Hubiésemos querido más voces, mas imágenes, faltaron muchos. Muchas. Quedaron pendientes los textos de Sybil y Maha, amadas amigas de imborrable estampa, que marcharon en silencio hacia el infinito.

En ambos ojos también partió todo.

Partió en tantas cosas el deseo de hablar y sacar la voz. En esas que desacataban el miedo y el ostracismo. Quisimos otra vez acerar las palabras y abrir la puerta a las voces que en su convicción desobedecen la angustia ciega.

Este libro nace en la afirmación de una potencia, en el acto de nombrar y estatuir otro destino a las cosas. En la vertiginosidad de un flujo economicista donde lo humano es materia de segunda. Allí en esa fragilidad de la ternura marchita, se escribe con voz que se ve, la tarea de honrar la vida.

Samuel Ibarra Covarrubias, noviembre 2020.



 

 

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