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“Quién dijo que todo está perdido…”

Por Alberto Moreno




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Día 20. ¿Qué pasó?
Alguien rasgo el velo, algo rajó el silencio, de alguna forma, se han corrido las tejas, se nos está moviendo el piso, dicen, que la gente despertó, que hay un país llamado Chile, donde el pueblo despertó, ¿Acaso será cierto aquello, que despertamos? O sólo es un canto de sirenas, entonado por los jóvenes -y los no tan jóvenes- que han colmado de vitalidad, gritos, consignas y tambores la Plaza Italia y Plaza Ñuñoa estos últimos cuatro días? ¿Despertó Chile, el gran amnésico, el laboratorio perfecto e incuestionable del más salvaje modelo de capitalismo a ultranza de los últimos 45 años? Cantos y bailes, sí, pero también un paso más allá por la ciudad, incendios y humo negro, detenidos, apaleados, y muertos. No sabemos cuántos. Pero muertos. ¿Despertó Chile? Por ahora, sí.

Sólo un peligro soterrado y profundo amenaza con devolver todo al statu quo de los últimos 30 años… Cómo decirlo, se llama o identifica de diferentes formas, por ejemplo, adicción al consumo, adicción al celular, comodidad, recitales, festivales, nuevos modelos de emprendimiento, comida rápida a la casa, sushi por teléfono, pizza por teléfono, copete por teléfono, comida para mascotas por teléfono, toda la organización de la vida pasa por el teléfono. Una sociedad que de pronto sale a la calle a protestar, a bailar y cantar, pero que vive todo el día y toda la noche mensajeándose vía Virgin o WOM, tomado selfy o grabándose hasta el sinsentido a cada paso que da… ¿De verdad, puede despertar? O sólo está dentro de un nuevo e infinito mensaje de texto, enviado sin previo consentimiento por su proveedor telefónico… y mañana ha de volver a despertarse, muy temprano, para ir a pagar la cuenta del móvil. ¿Despertar?, Quizá -ojalá- sólo si antes logramos apagar “el celular” y la cámara de video, al menos, por un día.

Día 23. El despertar de las heridas más profundas
Pasan los días, nuestras calles continúan en llamas, en agitación permanente. Los ánimos no se calman, las peleas y enfrentamientos de todo tipo se toman la vida social, y aquella vida cotidiana que imperaba, se cortó, se ha fracturado, y hoy es irreconocible. Militares en las calles de todo Chile con órdenes de disparar -para asegurar el orden público y la propiedad privada-. Algo que estaba lastimado y dañado desde hace muchos años, hoy se rompió por completo, se desangra, se revuelca en su fetidez, en su podredumbre. Todo el “cuerpo social” que se mantuvo en silencio ominoso por décadas, amparado en la ciega y falsa paz social de la transición, hoy se exhibe descompuesto, hecho pedazos, y completamente inútil. La clase política que estaba desprestigiada y casi sin votantes nuevos, hoy no sabe qué decir ni sabe qué hacer, pues no representa a nadie, excepto a su clase, es decir, senadores y diputados, ministros, intendentes, directores de servicio, personas y cargos que no representan a los hombres y mujeres que están en la calle, o en sus casas, exigiendo justicia, equidad, oportunidades, que se acaben los abusos de poder, y por sobre todo, exigiendo que los militares vuelvan a sus cuarteles.

Hasta unos pocos días atrás, una semana a lo más, el presidente era llevado por “arte de birlibirloque” a un inesperado -e inmerecido- podio como guardián de la lucha medioambiental en todo el mundo. Hoy ese mismo sujeto está en el suelo, sin capacidad de escuchar, sin poder entender lo que ocurre en el país, el mismo que, por segunda vez, lo designó presidente ante las urnas, por voto popular. “Un golpe de dados no puede abolir el azar”, como diría el poeta simbolista. Jaque al rey. El sujeto ensimismado, caprichoso y ego maniaco, (blindado por otros y otras como él, estilo ganadores, exitosos en todo, y sordos) no ha sabido leer lo evidente, no ha escuchado las señales, no distingue los planos de la realidad entre los ejes del trabajo, la honestidad y la pobreza, y los de usura, estafa y dinero sucio. Para él y los suyos, todo es lo mismo, la realidad es unilineal, plana, y todo se explica y soluciona de la misma forma, sin matices, sin diferencias, ignorando la diversidad y sobre todo, apelando al mismo sistema y con las mismas practicas que una y otra vez, han fracasado por décadas. Hoy es el principio del fin, de una forma de ver y asumir la realidad en nuestra sociedad.

Las sirenas copan las calles, los helicópteros el aire, y tenemos un regusto a cosa inexplicada, a parto forzado y doloroso, a cambio por la fuerza y no por la razón, a divorcio en pésimas condiciones, a puentes cortados. Al menos por hoy –y nos sabemos por cuántos días más- nos invade el desasosiego, la rabia, estamos destemplados, porque algo se está agitando con una fuerza terrible, desconocida, y hay temor, porque seamos honestos, no sabemos qué pasará de aquí en adelante. Sólo una cosa es cierta, algo cambió, el viejo orden y la falsa paz social, llegaron a su fin. Hay anarquía y desobediencia en las calles. Mientras, seguiremos caminando, en espera de algo nuevo.

Dia 24. Pulsión de vida y muerte
Que venga el gran cambio, pero que no nos arranquemos los ojos unos contra otros. ¿O quizás sí, si es necesario destruir por completo este viejo orden autoritario, clasista y depredador que nos oprime desde los años 70, impuesto a sangre y fuego, por un grupo de militares traidores y golpistas, perpetuado luego por toda la clase política, desde la derecha hasta la izquierda, y tal vez sólo así brote algo nuevo, con un horizonte despejado, con voz propia, sin culpas ni lastres.

Sentados o de pie

¿Es pequeño lo que realmente podemos hacer, o es que no podemos dejar el sillón de las comodidades, y soltar el control remoto? Negarse, negarnos, suele ser bastante menos duro o complejo que levantarse y actuar ¿De aquí en adelante, dónde estarás tú, mientras las cosas suceden? Pero ojo, cuando no haya nada que decir, cuando te invada la impotencia o el dolor, ya lo sabes, siempre, siempre, podrás guardar silencio.

Pañuelos, bandanas y capuchas

¿Son los portadores de esas diminutas prendas los que han hecho posible que se quiebre el pacto de silencio, que se abran las puertas y que por fin, entre aire fresco al valle de las lágrimas? Parece que sí. Parece que los capuchas, valientes y alucinados chicos y chicas de 17 o 18 años, esos que dan cara y pecho a las fuerzas policiales en la calle, son quienes han interrumpido el engranaje de la maquinaria, que hasta una semana atrás, parecía perfecto e inalterable. Esto ya es un hecho, y ante todo una realidad inmensa, como la ola que día y noche sin parar, llega a la orilla del mar, sólo comparable a las históricas revueltas de Mayo del 68. Y tal como lo señalara el autor de La náusea, sólo podemos decir, con respeto, con humildad, y profundamente asombrados: "Jóvenes, ustedes han ampliado el campo de lo posible. No renuncien a eso."

Memoria reciente “del saqueo” de la riqueza
“El saqueo” lo perpetraron los grupos económicos, los que saquearon al Estado en dictadura, y luego con el paso de los años, entre el temor y el olvido del pueblo -constantemente amenazado- los atracadores, se convirtieron en ministros y luego en directores de empresas. Ahora toda esa casta de salteadores VIP, veranea sin problemas en las mismas playas y mansiones en Zapallar, en los lagos del sur, o en los cerros de la precordillera capitalina. Esto nunca pareció molestar a nadie. Hasta hoy, que unos apuntan con el dedo a ciertos ricos de derecha. Pero en el centro y en la izquierda, el dinero sedujo por igual, y hace mucho que perdieron la vergüenza. Por eso todo el espectro de la clase política está en el suelo y está en la basura, y no representa a nadie. Ellos fueron obnubilados por el dinero fácil y el consumo delirante, que poco a poco los emparentó. Lamentablemente, esa imagen perversa y desquiciada, se traspasó en el día a día a todas las personas vía T.V. y en la paginas sociales de la farándula y los matinales. Paro el resto, para la gran masa empobrecida y precarizada, sólo quedaba el crédito, es decir, tratar de ser como ellos, pero a costa de endeudarse para toda la vida. Hoy son los hijos de ese matrimonio vergonzante, quienes salen a la calle, a destrozar ese mundo en descomposición.  

Día y noche del 25
“Yo vengo a ofrecer mi corazón”
Si es posible, miremos quienes son los que han roto la burbuja del falso bienestar, quienes son los que ponen a tambalear el modelo económico estrella de la región. Quienes, en definitiva, van marchando por las calles de este país sin miedo a la ley, ni a la represión del estado policial imperante. 

Bomberos, barristas, estudiantes secundarios, profesores, empleados de tienda, empleados públicos y privados, madres y padres, compañeros, camaradas, compinches, independientes, bailarinas y actores, músicos y poetas, ambulantes y motoqueros, taxistas y camioneros, repartidores, subcontratados y operarios, técnicos y jardineros, cuidadoras y enfermos, enfermeras y camilleros, karatecas y porteros, garzonas y cocineros, todos y todas, un millón y medio de espíritus y cuerpos humanos marcharon hoy por su derecho al respeto, por su derecho de vivir en paz

No hubo armas ni guerra, sino que hubo respeto por la vida. Una forma superior de fuerza. Otra vitalidad. Un rango de convocatoria y organización desconocidos. Hoy queda demostrado de la forma más clara posible, que este grupo humano, que este pueblo, no es sólo el mejor cliente y el gran consumidor del mundo, se la ha llevado por ese camino, es verdad, pero no era ni el mejor camino ni la mejor guía. Por largos años creímos que todo estaba perdido, que el consumo y la ilusión malsana que trae aparejada, habían desalmado a las personas de Chile, pero no fue así. Queda una flama, una latencia, una pulsión de sobrevivencia, que se inclina por la vida. Todos hemos sido esta semana testigos atónitos y asombrados, perplejos, casi perdemos la voz ante la violencia y el dolor de las muertes y la libertad que fue gravemente amenazada. Pero esa fue la piedra que rompió el espejo deformado, que por tres largas décadas, nos quisieron mostrar como la única verdad y como la única vida posible. Y no es así. Hay otra vida fuera del poder del dinero y del poder la publicidad. Hay una llama que arde entre los hombres y mujeres, jóvenes y viejos, que ansiamos conocer otra realidad. No sabemos cuál, ni cuánto tardará en llegar. Pero viene, y será diferente, o no será.

Noche del 25 de oct. de 2019.
Aún hay toque de queda.
Aún arde el fuego.
Perdón por los muertos.

 



 

 

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