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Jazz y Literatura: Esto lo estoy tocando mañana (Un viaje sin regreso)

Por Alberto Moreno

Publicado en revista Papeles de Jazz (www.papelesdejazz.cl)




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“Dédée me ha llamado por la tarde diciéndome que Johnny no estaba bien, y he ido en seguida al hotel…”.[1]Eso es lo que podríamos llamar un comienzo difícil de olvidar. Aunque Cortázar acostumbraba imprimir esas frases memorables al inicio de sus obras…como esa otra: ¿Encontraría a la Maga? Origen mítico y fabuloso de su inagotable Rayuela.

Para el caso de estas líneas, es la atmósfera musical lo inolvidable. Los discos que grabó un saxofonista, junto a sus camaradas de bronces, pianos y baterías. Las alucinadas sesiones de jazz en los clubes nocturnos, entre el humo, el whisky y las drogas que consumían hasta morir, los muchachos que iluminaron las noches de los años 50 y 60, en París o Cincinnati.

Para el caso, este escrito bien podría titularse Para llegar a Charlie Parker, señales de ruta de Julio Cortázar. En ese escenario, en esa improvisación, el tema principal sería justamente la infinita capacidad de improvisación en el Jazz. O sobre sus orígenes y estilos: Gospel, Ragtime, Blues, Swing, Bebop. De Louis Armstrong a Miles Davis, de Duke Ellington a Cecyl Taylor y el inevitable y maravilloso recorrido por las voces de Billie Holiday y Sarah Vaughan. De las profundas raíces negras de Nueva Orleans, a la fusión contemporánea de estilos, instrumentos y territorios.

Pero, como no es este el lugar para hacer una historia del jazz, -sí para recordar amores-, entonces volvamos a El perseguidor, ese inspiradísimo relato creado por un escritor argentino, asentado en París, sobre la vida y obra del joven negro-saxofonista- de Kansas City. Un Johnny que es Charlie; un Carter que en realidad es Parker. El músico atrapado-extraviado en el devenir del tiempo.

Ese es el eje de la obra de Cortázar. Los viajes temporales que el jazzista no puede acabar de comprender, de asimilar al uso corriente, como un ciudadano cualquiera del primer mundo donde habita. (Aunque muchas veces descendiera a los infiernos –sic-). Él no logra terminar de explicarse qué pasa con el tiempo, el transcurso de los minutos sencillamente le vuelve loco…lo desorienta, queda como suspendido en otra cosa, en otro elemento, viendo lo que otros no ven, o escuchando voces y sonidos lejanos, imperceptibles e inaudibles para el resto.

“Es como en un ascensor, tú estás en el ascensor hablando con la gente, y no sientes nada raro, y entre tanto pasa el primer piso, el décimo, el veintiuno, y la ciudad se quedó ahí abajo, y tú estás terminando la frase que habías empezado al entrar, y entre las primeras palabras y las últimas hay cincuenta y dos pisos. Yo me di cuenta cuando empecé a tocar que entraba en un ascensor, pero era un ascensor de tiempo, si te lo puedo decir así” (pag.109).

Dentro del relato es conmovedora su irremediable fascinación por la inexplicada esencia del tiempo. Porque es algo que para todos está ahí, dado a priori, cada día, y nadie lo cuestiona, es una situación que nadie se  atreve a interpelar, por más extraña o perturbadora que nos resulte. (La sucesión del tiempo). Y creo, apasionadamente, que esa conjunción feliz fue la que le hizo traspasar la barrera de lo cotidiano…toda esa repetición serial e insignificante, para fijar su nombre en un tiempo ilimitado, dentro del Olimpo de los dioses del Jazz.

Y a no olvidar el famoso (y roñoso) librito de bolsillo con poemas de Dylan Thomas y anotaciones a lápiz por todas partes…otro viaje al más allá que nos presenta esta historia. Esos secretos poemas que Johnny nunca dejaba de leer. Y la marihuana…que en realidad era heroína, no yerba. ¿Por qué Julio cambia el objeto de la adicción de Carter-Parker? Eso jamás lo sabremos.

¿Y qué es eso de hazme una máscara? ¿Quién llevaba la máscara, quién necesitaba en esta historia, la doble piel, la careta? ¿El músico heroinómano - extrañamente marihuano en el relato-, o el poeta citado en sordina…¿Acaso el crítico de jazz, un burgués que se aprovecha de la aventura trágica del joven genio musical…o tal vez fuese Dédeé, la morena que lo amaba y también debió soportarlo, ¿Quién necesita la máscara del jodido verso de Dylan Thomas, en el epígrafe de este librito de Julio Cortázar, sobre la vida del músico de jazz?

En realidad nada importa todo este balbuceo posterior, pues tú ya sabes bien qué debes hacer: Se fiel hasta la muerte.

Para nuevos y viejos amantes del Bird



The Essential Charlie Parker, 1999, Verve.

Now’s The Time
If I Should Lose You
Mango Mangue
Bloomdido
Star Eyes
Confirmation - (master take)
My Little Suede Shoes
Just Friends
Lover Man
I Got Rhythm - (live)
Repetition
K.C. Blues
Relaxing With Lee - (master take)
April In Paris
Okiedoke
Song Is You, The


Notas:

1.- Sobre la fotografía de Cortázar; fechada en 1975, la imagen pertenece al archivo personal del escritor argentino.

2.- Zabriskie Point: es una zona dentro de “El valle de la Muerte”, en el desierto de Mojave, California, Estados Unidos. También corresponde al título de una película dirigida por el italiano Michelangelo Antonioni, de 1970. Parte de la banda sonora fue compuesta por Pink Floyd.

 

[1] De El perseguidor, en Las armas secretas, Julio Cortázar, (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1964).



 

 


 

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