…y, sin embargo, se escribe. Al filo del abismo. Al borde del ataque de nervios. Al límite del toque de queda. Afuera, desatada, la guerra bacteriológica. Como en 12 Monos, cuando liberaron el virus. Quienes han escrito bajo amenaza, como todo ser periférico, saben del imperativo existencial: a la luz de una vela, en un desván, en un closet, en el gueto. Hay que hacer frente a la dificultad de la comunicación; lo contrario es rendirse y aceptar que nos han vencido. En la porfía, se escribe. Así nace Encerrar y Vigilar. ¿Encerrar a quien?, ¿vigilar a quienes? Laten en el texto intensidades múltiples, como queriendo exacerbar la diferencia, del otro lado del intento de homogenización y recorte de lo heterogéneo de la vida. Y es tan vasto el resultado, este libro coral, que se puede saltar por su superficie, y caer, de pronto, por sus hendijas, en la densidad de los tiempos. Sacarse la mascarilla y gritar. A pesar de todo, se escribe. A pesar que lo más elocuente es el vacío abierto entre las palabras.
En estas páginas sueña una pluralidad de voces salvajes, que se preguntan ¿como se es ser social en la era de la distancia social? ¡Especialmente después de octubre! Justo después de despertar, y haber visto nuestras ruinas, las ruinas que hemos producido a nuestro paso –mientras continúa la carrera espacial, para que los millonarios, después de haber arruinado la tierra vayan a arruinar otro planeta–, y haber dimensionado la tragedia de los animales, ¡ay!, que nos interpelan con su existencia.
Gracias por el viaje espacial al que nos lleva el texto. Vale la pena. Aunque no esté estipulado ese permiso en Comisaría Virtual, pónganse los guantes quirúrgicos, la mascarilla, el alcohol gel, y salgan a buscar, con la urgencia con que se busca el pan a la hora de once, la experiencia sináptica que nos regala Marciano Ediciones. Esperando que esa voluntad de verbalizar se contagie subterránea-mente y se siga tejiendo la retícula narrativa de la comunidad futura.
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Acerca de Encerrar y vigilar
Moro Maxwell
