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Depresión Intermedia. Cuaderno de notas
Alejandra Moya. Litoraltura Ediciones (Colección ET) 76 páginas.

Por Luis Herrera Vásquez




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Alejandra Moya tiene ya una historia en la creación literaria de la Región del Maule. Nacida en Curepto, VII región, en 1991, de profesión Psicóloga, lleva cerca de 15 años participando en lecturas, encuentros y actividades literarias. Sin embargo, recién a fines de este año 2020 ha publicado su primer libro “Depresión Intermedia. Cuaderno de notas” en la editorial Litoraltura de la V Región.

El texto escapa a las formas y los géneros preestablecidos. Desarrollos intercalados de narración, documental, fotografía y poesía, cada texto es encabezado por una descripción a modo de ficha técnica, como si se tratara de una anamnesis médica:

La fecha: 02 de septiembre de 2015.
La hora: 03.15 pm.
El lugar: Caminando hacia el cerro de la Virgen.
El tiempo: Soleado y húmedo. Unos 14°C.
(pág. 58)

Y si bien el desarrollo de “las fichas” es cronológico, el proceso de descomposición de la narración también afecta en la forma de configurar el registro. Se lee hacia el final:

La fecha: han pasado unos meses.
La hora: acá no hay relojes.
El lugar: me trajeron a un lugar en blanco.
El tiempo: ya no importa.
(pág. 71)

Parámetros y puntos de referencia difusos e imprecisos que saben acompañar el proceso de la línea argumental. Pero ¿de qué trata “Depresión Intermedia”? La historia-poesía transcurre en Talca y lo sabemos por los lugares expuestos (Alameda, Plaza Arturo Prat, Nueva Holanda, Hospicio de Talca, el muro de Las Américas, etc.), no obstante, la atmósfera demencial y depresiva puede ser cualquier punto del planeta, marcado por la caída de los grandes relatos y el derrumbamiento de los ideales en función de una maquinaria consumista y alienada. El personaje central, Jaime, quien hace las veces de hablante, va constituyendo un corpus descriptivo y mágico que entreteje la realidad y la fiebre imaginativa. A ratos, las descripciones nos llevan a la objetividad de un George Perec; a ratos, al monólogo interior joyceano o al realismo psicológico de los narradores rusos decimonónicos. Todo esto en desvaríos sinuosos, a veces vertiginosos y en objetivos racionales de la productividad moderna: “Debería escribir mi tesis”, dice el personaje central al comienzo del texto. Y se autodefine:

El sonido de los autos que a esta hora corren hacia la cotidianeidad del sistema, es como un poema malo. Soy hombre, uno flaqueado en cuestionamientos sin sentido, que se deja engullir en esta vorágine, para saciarse luego de consciencia y destrucción necesarias, total, hay que reconocer que nos gusta vivir bailando en el limbo. Me defiendo en que mi interés es legítimo: desperdiciar la vida limpiamente. La cosa es ir quebrando la codicia interna que mueve la prisa que se apodera de los tiempos de los mortales, para llegar a ligeras conclusiones que emprendan viaje en el Ramal de las 7.15 am.

Por momentos, el complejo psicótico, aquello que debe estudiar para el desarrollo de la tesis, no sólo va procesándose en la manía reflexiva del “hombre”, sino que, percibimos, es parte esencial de la atmósfera que lo rodea. Es un proceso psicótico de la urbe misma, no habiendo origen o consecuencia distinguible entre la experiencia del sujeto y la experiencia del contexto que lo rodea. El personaje central es la manifestación de la urbe, es la urbe misma:

Es mi primer día aquí,
las paredes, no son tan blancas como pensaba,
los locos, no todos locos como pensaba,
los enfermeros, no tan malos como pensaba.

El viento sabe un poco más que a eco,
sólo un poco...
sabe al lamento de adobe en un sanatorio abandonado,
y al olor a tabla antigua de la iglesia de mi pueblo.

Y algunas páginas después:

Salí en bicicleta, la arboleda de arces blancos enrojece de un fulgor que enceguece. Me encontré con un bidé abandonado en una calle baldía. Es el recuerdo del tiempo que, imprevisiblemente nos desecha cuando perdemos utilidad, y es que las personas cambian de criterio, por lo que un bidé en estos tiempos ya no se puede creer la última coca cola del desierto.

En una línea divaga sobre el amor (Amor,/ la compasión es la contra a la culpa,/ y a ese odio igual de incrustado en las tuyas,/ que no te dejó enloquecer conmigo), luego sobre la vida y la muerte (el secreto de la vida es morir y descubrir que no hay muerte, leí por ahí de un gurú espiritual), para, en la misma página, terminar hablando de su gusto por Pink Floyd. Probablemente, la estructura de diario de vida o de anotaciones, promueve el desarrollo de distintas divagaciones, por sobre la evolución de una línea argumental narrativa. Pero atención, la línea evoluciona, los acontecimientos se concatenan de igual manera, sólo que en vez de encadenar distintos sucesos consecuentes, lo que se encadena son determinados desvaríos o formas de análisis y observación que nos dan cuenta del proceso transcurrido. No es relevante, el paso a paso de los hechos, sino el paso a paso de las reflexiones que van aumentando en intensidad y desasosiego:

Si sigo aquí, cualquier día amanezco muerto de hipotermia, una neumonía que me agarre o la simple mala alimentación que me lleve de energías. Los sueños son otra cosa, no necesariamente son calmos, pero en ellos tengo la extraña certeza que todo estará bien (...)

Este desasosiego, también coquetea con la idea de lo onírico (Lo que pasa es que tengo una consciencia de irrealidad que me permite deslizarme en la vida sin tomar partido de ella) en la medida que el trabajo de pregrado se profundiza y agobia. 250 papers leídos, 15 páginas de avance, la desesperación de las metas inabordables o, más interesante aún, metas sin sentido. Hasta abandonar el proyecto, atacado por los dobles que dejan mensajes por ahí, como huellas o vestigios de una razón que no vuelve.

Depresión Intermedia. Cuaderno de notas” es, sin duda, un auspicioso primer libro de una escritora que se ha tomado un tiempo considerable de madurez para dar este paso; lo cual es muy valorable considerando la premura e impaciencia que suele acompañar a los escritores nóveles.



 

 

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