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“Barro (H)otel” de Angélica Panes
(Cuadernos de Poesía, Biblioteca de Santiago, 2012)

Selección de poemas para Letras.s5

 

 

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En el silencio de la casa tipo tres de la tarde, en verano sobre todo
alguien presionaba unos botones, turbulencia de aspas al instante
y los trocitos de melón en pulpa plagaban el silencio de un aroma
estival y picoso en la punta de los labios. Una pepita adosada por descuido
en tu mejilla, otra en la ropa perdida, el aroma de un cuerpo a melón
resbaloso y fl orido. En el silencio de la casa tipo tres de la tarde
alguien restregaba un colador sobre un vaso, extracto desde la pulpa:
un jugo límpido y fragante como si de especias novedosas …
y unas cucharadas de azúcar tenue al silencio dulzón.

 

……………

 

Y otras veces nos íbamos desenvolviendo por el parquet hasta la cocina
en un puro gesto de otoño en pleno febrero, en un puro gesto de querer
irnos arrobando en todo ese olor calentito, tostadas a media tarde
un pan preparado con especial cuidado, derretida la mantequilla, el queso
un tostador que azumagaba la estancia y parecía derretir incluso las manos
que recorrían los movimientos en la cocina, un puro gesto de otoño, de poema
o radio mal sintonizada, mientras las tostadas apunto de quemarse en el borde
de los labios, crujían y migas por el piso.

 

………………

 

Barro mío, insolencia mía y con letargo te devaneaba entre las colchas
a la madrugada que quedaban como marca de sábana en la mejilla
el cálido resplandor de una escena a interludios de proximidad
por donde Barro mío, insolencia mía como si las invenciones
del corazón hubieran sido el sendero polvoso que se impregnaba
en la punta de los dedos, en mitad de las piernas
volviéndose mugre que dibujaba fi suras como raíces
de alguna planta arrancada de cuajo, como raíces
que se enredaban a las escenas que acostumbrabas describir:
Vivir en el aire viciado de los hoteles.

 

………………

 

Ternura, la que empezamos a leer, de improviso,
en la habitación una tarde a la venida del sol rojo, de improviso
el paisaje fue nuestro mejor aliado en la peregrinación
por habitaciones desvencijadas, casas que parecían una rogativa
una mujer cantando tan arrastrado como si de un bolero…
pero se trataba del paisaje que nos cobijaba en su rebozo
de días, las horas: calles con gatos en los pórticos
zaguánes y sabernos ese tufi llo de los hoteles, Ternura
cuando por las calles y por las plazas los guardias que rondan
la ciudad que en su bolero más yerto nos cobijaba.
Lo dicen las hojas solas. La hierba crecida, el rumor de viejos hoteles
donde esperábamos descifrarnos como a enigmas en la huida que fuimos.

 

…………………


En el recorte de la sombra alguien que nos ve
como si fuéramos dos niños jugando con juguetes
rotos jugando con tierra y barro y motitas de alguna fl or
hedionda, tiznadora. Que nos ve sucios, despeinados
queriéndonos en medio de las plantas, pasto, cardenales
que nos ve compartiendo un mismo dulce esparcido
por manos, boca el caramelo rojo, como si fuéramos
dos chiquillitos aupando al gato, sus patitas crispadas
enganchándose, nervio de rasguño en: manos, mejilla
antebrazo, las garritas sonando en tu chaqueta de cuero
al enredarse, rasmillón justo en el borde la mejilla
y una lluvia inesperada a mitad de mes que nos inventa
en el recuerdo de la fi gura en el recorte de la sombra
ese alguien todo preciso que nos recibe de la huida anterior
refugio entre las mantas su casita en una parte entre oculta…
perpleja ante esos niños que ríen y corretean por el patio
pisando las pozas que se forman, que hacen huir
al minino por entre las plantas donde se pierde a mudar
la pena de ser gato solo. Y nos quedamos llamándolo
cansados de tanto jugar, como si fuéramos…

 

…………………

 

Soñar con mariposa es enjambre de nebulosa a la madrugada
unas fl ores violetas que caen en enredadera por las paredes de tu dormitorio
la estancia ajena, donde me invitas pasar el corazón, soñar con mariposa
es olor, privado y poesía la ciudad afuera o en las sombras que se cuelan
por el techo mientras descorres los postigos de tu ventana y me dices
-esta como viciado el aire- pero acá no es hotel, es centro de todo
y soñar con mariposa es estela o sierpe ambigua, el humo en las manos
que parecen caérsenos a pedacitos en el sueño con sangre, arrecife
tono extraño de las letras que plagan este encierro y la onírica sensación
de estarse enquistando en el centro de todo
este poema laberinto, párpado, mariposa…

 

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El té de las seis que se demora porque al través de esa mirada torva
se siente un miedo, una porcelana trizada. La ceremonia inconclusa. La vajilla
sucia. La cocina en desorden, una tetera que no hierve más, sarro adosado
al fondo. Tiznada. El abandono de las costumbres, de la cotidiana estancia.
Un despliegue de las escenas, como si todo esto fuera un degrade de plumas,
alas de cisne negro cuando una canción habla de tazas y manteles, la miel.
Entonces una foto borrosa: una mujer de ojos pintados. Y otra foto: con lluvia
uno de estos días recorrer el parque a la noche y las bastas mojadas. Y otra
foto: parejas que juegan en las zonas más oscuras mientras una sombra
entre los árboles algo mueve o se trama entre las manos. Y otra foto: niños
jugando con barro y motitas de alguna fl or hedionda y tiznadora. Y otra foto:
salida al mar, escapados al bullicio de la mañana en la estación. Y otra:
playas enquistadas en los rompientes de un litoral informe, laderas de una
casa- poesía allí, tendidos. Y otra: dos chiquillitos aupando al gato, sus patitas
crispadas enganchándose, nervio de rasguño en: manos, mejilla antebrazo,
una lluvia inesperada. Y otra más: la ciudad afuera o en las sombras que se
cuelan por el techo mientras descorres los postigos de tu ventana. Otra más:
De cara al sol, los ojos solemnemente cerrados. La última al fondo del cajón:
sangre en el canto de la mano.

 

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Insomnia la ciudad que purpura en los ventanales de un auto hasta
el metro. La ciudad. Maroma de gente atosigada, olores. La ciudad. Una, mía,
real. Sin alameda a la madrugada, sin las dunas o todo el desierto-estación.
Plaza Egaña. Plaza Nuñoa. Plaza de Armas. Parque de los Reyes. La ciudad.
Un día cansino y bochorno. Dos de la tarde. La ciudad que espera paciente.
Estación. Voy de paso por ésta. La ciudad. Un montón de niños viniendo hacia
mí. Dejadlos. Luz roja. Un día y otro, las horas todo siempre previo, siempre
antes. La ciudad. Voy de paso y me quiero volver.
Tomar un té, tomar una siesta, tomar unas piedras y tirarlas lejos. Hojas
rotas de un libro a la intemperie. Imágenes para no morir, imágenes para ser.
Imágenes para palparme que hay un rumbo, días, horas, noches. La ciudad.
Tomar un té en el salón, la ceremonia, mi sol rojo. La ciudad. Desde la ventana
de un cuarto que era el centro de todo. Los gatos se lamen lento en un rincón,
olvidados como si fueran ovillos de lana que se van desarmando. Esas cosas
que perdí. San Pablo 1130. La ciudad.

 

 

 


 

Angélica Panes Díaz (Santiago, 1986). Es licenciada en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile. El año 2010 obtiene la Beca de la Fundación Neruda. Publicó de manera independiente y autogestionada la plaquette “Lud mía” (2011) junto al poeta Alexander Correa y durante este año “Barro (H)otel” (Cuadernos de Poesía, Biblioteca de Santiago, 2012).



 


 

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“Barro (H)otel” de Angélica Panes.
(Cuadernos de Poesía, Biblioteca de Santiago, 2012).
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