Entrevista al escritor ecuatoriano Juan Secaira:
“La poesía está latente y vigente y muchos de sus apasionados escritores persiguen mucho más que la fama
inmediata y facilista, o el agradar a todos”
Por Augusto Rodríguez
Juan Secaira Velástegui (Quito, Ecuador, 1971). Licenciado en Comunicación y Literatura, Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Ha publicado el libro Obsesiones urbanas, ensayo crítico acerca de la narrativa de Humberto Salvador, editorial El tábano, Quito, en el 2007. El poemario Construcción del vacío, editorial Sarasvati, Nueva York, en el 2009. Mención especial del premio de poesía Ángel Miguel Pozanco 2008 (España). Un cuento suyo fue uno de los triunfadores del Primer Concurso de Cuento y Relato 2008, organizado por el Taller Cultural Retorno, y se publicó en el libro El premio. En el 2008 se adjudicó un accésit en el certamen de poesía de la revista española Katharsis. Forma parte del libro Trayecto cero, por ser uno de los ganadores del I Concurso Nacional de Poesía, El Retorno, 2009. Obtuvo una mención en el certamen internacional Heptagrama de poesía, 2010. Parte de su obra se encuentra en la antología de poetas de Ecuador y Argentina, Ruptura y desafíos de la nueva poesía argentina y ecuatoriana, Embajada de la República Argentina, Flacso-Ecuador, junio del 2010. Uno de sus cuentos forma parte del libro Los engendros de la luna, septiembre 2010. Sus textos constan en publicaciones nacionales y extranjeras.
-Juan, ¿Cuándo y por qué empiezas a escribir? ¿Qué poetas o escritores son tus referentes o tus autores de cabecera?
- Desde niño, gracias a la influencia familiar de mis padres, comencé a borronear cuadernos. En la adolescencia eso se hizo más consciente, acompañado de otro hábito familiar: la lectura. Mi padre me llevaba continuamente a las librerías de mi ciudad, Quito. Mi madre, alegre y vital, escuchaba mis primeros intentos de algo difuso. A más de eso, un punto crucial fue el ir descubriendo cosas que me alejaban de la noción de una vida placentera; por ejemplo, de niño estuve cerca de morir en un terrible accidente automovilístico. Esa experiencia, unida a otras ligadas con la pérdida, me hizo entender que nadie es lo suficientemente invisible para ser feliz. Luego el trayecto ha ido entre el dolor y el placer; el recuerdo y el olvido; la plenitud y la carencia. Nombrar a autores precisos sería ser infiel con el recuerdo, pero he sido un lector de lo clásico y lo contemporáneo, tanto del Ecuador como de otras partes. Además de libros de cabecera he tenido inquietud por la pintura y por la música; todo esto en perfecta soledad y sin la necesidad de demostrarlo o convertirlo en una pose intelectual. Las referencias se van desprendiendo de uno mismo, en un proceso medio enfermizo, como las venas que van apareciendo y reflotando del cuerpo, y a los autores de cabecera los voy cambiando porque soy curioso y me gusta descubrir continuamente.
- Has publicado un libro de ensayos Obsesiones urbanas (2007) y un poemario denominado Construcción del vacío en el año 2009 ¿Qué me puedes decir de estos libros?
- El ensayo supuso una investigación que me llevó a ser organizado y preciso, además de que me trajo grandes satisfacciones, como conocer a la familia de Humberto Salvador, y a muchos que ignoraban su talento. A estas alturas eso lo veo como algo especial, porque era mi primer libro que llegó a ser conocido, con todo lo que eso supone, como un bautizo con temores y revelaciones. Por cierto, entiendo que existan escritores a quienes no les guste la obra de Salvador, sus razones tendrán; lo que no concibo es que ellos no acepten bajo ningún concepto la crítica hacia su propia obra; extraño comportamiento porque intocables no hay, no debería haber. Construcción del vacío ha sido una experiencia de gran intensidad, donde la gente, no únicamente los especialistas sino también los lectores en general, han visto y detectado cosas que me han asombrado, se han identificado con varios poemas y eso es hermoso porque escribirlo fue una experiencia tanto de la razón como del sentimiento; es un libro que bucea en la incontrastable e imposible relación entre los seres humanos. Solo puedo agradecer tanta apertura de dichos lectores, tanto cariño, tanta comprensión y afecto.
-Tu poesía se nutre de una gran gama de imaginarios sociales, artísticos y culturales muy diversos ¿qué me puedes decir al respecto sobre tu propia poética?
- En realidad, nada, porque no me gusta hablar de mi propia obra, creo que lo bacán sería que quienes la han leído pudieran decir algo, a favor o en contra, con satisfacción o con ira, pero ellos, no yo. Hablar de uno mismo siempre será una aberración, la triste configuración de un personaje, y eso no vale. Aunque un rockstar sí me habría gustado ser. Pero lo escrito por John Cheever: “Lo que más hallo en este momento es una suerte de soledad. La belleza misma del mundo visible parece derrumbarse, sí, incluso el amor. Creo que ha habido un paso en falso, un viraje equivocado, pero no sé cuándo sucedió ni tengo esperanza de encontrarlo”, es una buena sinrazón para intentar buscar una esperanza. Y Rimbaud dice: “El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; busca por sí mismo, agota en sí todos los venenos, para no quedarse sino con sus quintaesencias”. Lo que determina que buscar la totalidad y la perfección desde la convencionalidad lo único que produce son obras que más se emparentan con tareas escolares que con propuestas válidas. Por eso me gustan unos versos de Martín Gambarotta: “no es lo que quiero decir / es casi lo que quiero decir / es lo que está al costado / de lo que quiero decir”. Y Leopoldo María Panero añade que la poesía no tiene más mensaje que el de su propia belleza. Ante lo cual, digo yo, todo envanecimiento o colectivismo anti literario muere penosa y lentamente.
-Sé que también escribes narrativa, he podido leer algunos cuentos tuyos en la web, antologías y en revistas, ¿qué me puedes decir de esto?
-Lo mismo que digo en la respuesta a la pregunta anterior. Añadir que escribo desde el disfrute y también desde el atosigamiento de una soledad que no puedo explicar y que he aprendido a llevar a cuestas, desde la extrañeza y la otra orilla; no por hacerme el distinto sino porque las cosas de la vida han resultado así. Por eso a veces es mejor leer la obra que conocer al autor, y aún mejor todavía, en primer término, joderse uno mismo antes que nada. Y efectuarlo con enjundia, ironía, humor y un montón de desprendimiento.
- Eres un joven crítico literario y trabajas en la docencia. ¿Qué tan importante e influyente son los críticos literarios en la actualidad?
- Cuando actúan desde la perspectiva de analizar la obra, los críticos son importantísimos, pero cuando se dedican a socavar la integridad personal de los autores, son detestables y absolutamente prescindibles. Estoy en contra de las cofradías que anhelan erigirse como las exponentes absolutas de la literatura ecuatoriana; es penoso que existan mafias de ese calibre y que pretendan decir lo que es malo y bueno simplemente desde la defensa de ciertos prejuicios enquistados en una mala lectura teórica. Tampoco estoy de acuerdo con quienes creen que cualquier cosa es arte, porque se convierte en popular o falsamente erudito o representativo de algo. Pero no vale la pena hacerse mala sangre; ante ese cinismo mejor es contraponer el pudor resplandeciente del acto creativo, y seguir con la pasión de escribir hasta que el cuerpo aguante.
-¿Qué piensas de la joven poesía ecuatoriana actual?
- Que existe, que está visibilizándose, que hay que leerla, con placer, que no es lo mismo que complacencia; que la poesía está latente y vigente y muchos de sus apasionados escritores persiguen mucho más que la fama inmediata y facilista, o el agradar a todos. Que la poesía no tiene que ver con las generaciones, con parámetros ajenos a la literatura, con la edad, mocedad o decrepitud de quien la escribe sino con la fuerza de sus versos. Y que todo lo que rodea al artista, el referente social, los contactos, el despliegue propagandístico, la confección del artificio pre y pos, es lo de menos.
-He escuchado en numerosas ocasiones de que supuestamente la poesía solo la leen y la consumen los mismos poetas, ¿Crees que es así? ¿Cómo crear mecanismos para que la poesía llegue a otros sectores de la sociedad, pero sin que pierda su parte radical o subversiva?
- La poesía exige cosas que la velocidad y fatuidad de la sociedad rechaza; una lectura atenta, una comunión, un deseo frenético y a la vez mesurado, un desafío lúdico y vital; el subvertir lo establecido con honestidad. Lectores sí hay, pero silenciosos y tal vez así sea mejor, quién sabe. Lo que no se puede es obligar, eso va contra la esencia del arte.
- ¿Actualmente en qué proyectos literarios estás?
- Escribiendo un libro de poemas, influenciado de manera indirecta por la pictórica absolutamente irreverente y talentosa de Luigi Stornaiolo, por esa demencia genial de su obra. Y por cierto tipo de música, que expande mis sentidos, y me hace ser otro, al menos por siempre. Cuando digo influencia me refiero al desequilibrio del trazo y del sonido, que han alucinado estos momentos, no solo de la obra que estoy escribiendo sino también del resto de mi vida.