Proyecto Patrimonio - 2009 | index | Augusto Rodríguez |
Autores |


Entrevista a Jorge Boccanera

Por Augusto Rodríguez

 

Jorge Boccanera (Argentina, 1952). Publicó en poesía: Los espantapájaros suicidas (1973); Noticias de una mujer cualquiera  (1976); Contraseña (1976); Música de fagot y piernas de Victoria (1979); Poemas del tamaño de una naranja (1979); Los ojos del pájaro quemado (1980); Polvo para morder (1986); Sordomuda (1991); Bestias en un hotel de paso (2002) y Palma Real (2008). Sus poemas fueron reunidos en las antologías: Marimba (1986); Antología poética (1996); Zona de tolerancia (1998); Antología personal (2001); Poemas (2002) Servicios de insomnio (2005), Libro del errante (2008) y Tambor de jadeo (2008). En México el sello Pentagrama editó el CD Jadeo del viaje: el poeta en su voz. Es autor de los ensayos: Confiar en el misterio/ Viaje por la poesía de Juan Gelman (1994), Sólo venimos a soñar. La poesía de Luis Cardoza y Aragón (1999) y Voces tatuadas. Crónica de la poesía costarricense 1970-2004 (2004). Escribió además libros de historias de vida, crónicas y testimonios, entre ellos: Ángeles trotamundos (1993); Malas compañías (1997); Tierra que anda/ el exilio de los escritores (1999) y Redes de la memoria/ Escritoras ex detenidas de la dictadura (2000).En 2002 salió su libro de relatos La pasión de los poetas. Como periodista fue jefe de redacción de las revistas Plural (México), Crisis (Argentina) y Aportes (Costa Rica). Actualmente dirige en Argentina nómada, la revista de la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín). Entre otros premios obtuvo el Premio Casa de las Américas (Cuba, 1976), el Premio Nacional de Poesía Joven (México, 1977), el Premio Internacional Camaiore (Italia, 2008) y el Premio Casa de América (España, 2008).
 

- Jorge, ¿cuándo y por qué empiezas a escribir poesía? ¿Qué poetas son tus referentes o tus autores de cabecera?
-Al inicio de sus memorias Neruda dice que el personaje de su infancia es la lluvia. En mi caso el personaje fue el viento en un puerto del Atlántico: Ingeniero White, que antes se llamó Puerto de la Esperanza y hoy es un lugar bastante olvidado, tras haber sido el puerto de mayor calado del cono sur. Allí, entre inundaciones y ese viento que parecía querer desbaratarlo todo transcurrió mi infancia, por cierto rica en personajes: marineros de muchos lugares, vitroleras, estibadores, anarquistas, pescadores. Seguro me marcó esa atmósfera con sus carnavales, el ambiente de cabaret, las grescas entre parroquianos, gente con la errancia a cuestas. Mi abuelo tenía una peluquería de tres sillones con una mesita con diarios y revistas que fue mi biblioteca. En una revista de historietas leí un poema de E. A. Poe que me impactó; y comencé a imitarlo. Ese fue creo mi primer texto, a los 8 años, unas líneas con un ingenuo aire espectral, sepulcral. Ya a los 14 más o menos leo a Walt Whitman, Bécquer, Neruda, García Lorca y sigo con las revistas de historietas de las cuales era adicto e incluso marcaron mi poesía. De ahí a hoy ha corrido mucha piel bajo el puente, son muchos los autores que sigo leyendo con delectación: Quevedo, Vallejo, la poesía china, el griego Yanis Ritsos, el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, los argentinos Olga Orozco, Enrique Molina, Juan Gelman, en fin, la lista sería muy larga.

- Leí alguna vez tu poemario Contraseña, ganador del Premio Casa de las Américas en el año 1976. Cuéntame de este trabajo poético. Hablemos de tus posteriores libros. ¿Qué rumbos han tomado?
-Mi primer libro publicado, Los espantapájaros suicidas, es de 1973; con poemas que habían quedado por fuera del libro armé Contraseña, que obtuvo el Premio Casa de las Américas tres años después. Fue un susto haberlo ganado  apenas pasados los 20 años, pero debo decir que me abrió puertas para denunciar las atrocidades de la dictadura militar de los 70, en los países que visitaba como exiliado. A meses del golpe militar fui a Lima y un buen día tomé un bus para Guayaquil;tengo  gratos recuerdos de la solidaridad que encontré en la gente; conocí por esos días a Cazón Vera, Jaramillo, Salazar Tamaríz, Velazco Makenzie y entre otros a Nieto Cadena, con quienes me reencontraría luego en México. También vi esa vez a Adoúm, que presentaba en un teatro de Guayaquil su obra de teatro El sol bajo las patas de los caballos; con él también forjamos un vínculo férreo. Mi trabajo en materia de poesía diría que iba con el jadeo del viaje, nutriéndose de las vivencias de esa “navegación” que siguió por países varios hasta que recalé por fin en México, donde viví 8 años. Pienso que mi lenguaje le debe mucho a esa respiración, al traqueteo del viaje, a todo lo nuevo que cada día tenía enfrente; así se fue organizando mi poesía. Aún creo que sigue por sos rumbos; el último libro publicado, Palma Real, es mi paso por la selva centroamericana. Claro que no soy el más indicado para hablar esto; si hay que decir algo lo dirán los críticos y los lectores. Tengo pocas certezas respecto a mí poesía, apenas que se va organizando con estupores, vivencias, dudas, intuiciones, percepciones; o a la inversa, el proceso es desarmar todo para encontrar los huesitos de una imagen que late calladamente en la lengua. Te diría que la poesía se construye tallando una gran roca de  silencio.

- Hace poco ganaste el Premio Casa de América de Poesía Americana ¿Qué me puedes decir de este nuevo libro?
-Este premio de España recayó en Palma real, que como te decía tiene a la selva y más que la selva a la palmera –“la esbelta”- como eje. Alrededor giran mis obsesiones: el exilio, el nomadismo, el anhelo, la lucha entre el movimiento y lo rígido, la pasión, la muerte. Yo viví en Costa Rica de 1989 a 1997 y empecé a escribirlo allí en 1995 y lo terminé en Buenos Aires doce años después tras un extenso trabajo de corrección, que es la parte que más disfruto del trabajo. Aunque suene raro, yo corrijo aquello que veo que está bien, lo voy afinando.

El inicio de Palma real está en los vagabundeos por esa zonas pero también el origen podría situarlo en un gesto de  mi amigo Norberto Salinas, poeta “tico” que me regaló en la montaña un tronco, un laurel negro. Cansado de verlo en el suelo, bajo la lluvia, un día lo corté en tablas y me puse a armar una biblioteca. Fue así como entró a mi casa con su olor, su rugosidad, sus vetas, su experiencia de lluvias. Quizá también me habló al oído. En el libro dialogan pájaros y reptiles con personajes como Rimbaud, Frida Kalho, Pablo de Rokha y Ana Frank, entre otros. Seguro el libro es un cuerpo extraño en medio de la poesía mayormente urbana que se viene escribiendo. Palma real es un viaje hacia lo que desconozco -como todo viaje exploratorio- con la palmera en el centro de una selva que en lugar de crecer, imagina; es esa su manera de multiplicarse: imaginar. De allí la sensualidad, el silbido de la memoria, los árboles talados de mi generación, los insectos que devoran con sus mandíbulas las hojas crepitantes, la selva con las vísceras al aire. En ese territorio cada paso es una pregunta.

- Tu poesía circula en las aguas del humor y la ironía, ¿qué es para ti el humor? para vos el humor una puerta de entrada a la poesía?
-Bueno, sin humor no se podría vivir. Pienso que ayuda a expresar el absurdo diario que nos toca. En la poesía, a ratos el elemento lírico convive con el trazo grueso del sarcasmo.  Creo que la ironía y aún una figura  de pensamiento como la paradoja, ayudan a conformar una visión de los fenómenos, calan a fondo en el tratamiento de la realidad, le hablan de tú al tú a la sinrazón. En la poesía el humor llega de la mano de lo lúdico, la ambigüedad, la perspicacia, y eso trato de que esté en mis textos. Pienso en el libro Sordomuda, que a ratos descarga lo desgarrador con un tono mordaz. Tal vez humor sirva para equilibrar ese desamparo.

- Pienso que tu generación (argentina y del continente) todavía no goza de la apertura y del conocimiento real que debería tener sus poéticas ¿A qué se debe esto?
-Bueno, justamente en estas épocas de terrible trivialización, de preminencia de lo mediático y lo efímero, la cultura no está en la agenda de aquello que habría que priorizar. Y  cuando hablo de cultura hablo también de educación. Por eso creo que la marginación va más allá de lo generacional, del país y de un género como la poesía. Podría hablarte de generaciones de narradores de México o Colombia que no han tenido la trascendencia  esperada más allá de sus respectivos países. Por otro lado la poesía tiene sus tiempos, que son otros. En el 2000 la poeta húngara Eva Toth, me contó que muchos años atrás había  traducido uno de mis poemas dedicado a Attila Jószef, que alguien había transformado el texto en canción y que el tema  llegó a tener cierta consideración en su país.
   
-¿Qué conoces o sabes de la poesía actual del Ecuador?
-Creo que la buena poesía siempre es actual. Antes de pasar por Guayaqui en 1976 sólo conocía textos sueltos de Adoúm. Allí me pasaron, los poetas con los que me topé, muchos libros, no sólo sus libros sino de Gangotena, Carrera Andrade y otras voces mayores. Recuerdo esto por gratitud a esos amigos que me desasnaron- Luego leí a Medardo Ángel Silva -cronista sagaz, poeta precoz y suicida- a un poeta de la ruptura como Hugo Mayo; pero también a César Dávila Andrade. Poetas vivos e importantes: Jara Hidrovo, Julio Pazos, Ulises Estrella, Humberto Vinueza (es uno de mis preferidos). Más acá en el tiempo Fernando Balseca, María Fernanda Espinosa, Iván Carvajal, Cristian Avecillas, Jorge Martillo. De los más jóvenes conozco a poetas de Guayaquil (acabo de prologar una antología) que me han impresionado gratamente, pero lo que uno conoce es insuficiente. Sé que hay mucha producción en grupos de Quito, Guayaquil, Cuenca, Riobamba…

-He escuchado en numerosas ocasiones de que supuestamente la poesía solo la leen y la consumen los mismos poetas, ¿crees que es así? ¿Cómo crear mecanismos para que la poesía llegue a otros sectores de la sociedad, pero sin que pierda su parte radical o subversiva?
-Es un tema muy debatido. Hay poetas con una obra que ha llegado a mucha gente –el caso de García Lorca, de Neruda, de Jaime Sabines- y otras importantes que han quedad relegadas. En una visión pesimista te diría que a ratos creo que ni los poetas leen poesía; ahora ¿Cómo pretender que la gente no haya abandonado las lecturas cuando vemos que se ha abandonado a sí misma? En el marco de la alienación, la pobreza, la educación deficiente y las aspiraciones postergadas, deberíamos colocar este  debate que va más allá de la poesía. Concuerdo contigo en que la poesía –vale decir: la imaginación que es siempre movilizadota- tiene un carácter de subversión que no debe perder.

-¿Actualmente en qué proyectos literarios estás?
-Estoy en un momento en que siento que debo optar entre el periodismo –que me apasiona y me lleva mucho tiempo- y libros postergados que están en borrador hace años, entre ellos uno de poesía, dos novelas y dos libros de ensayo.  Eso, me divide la mano.

 



ALEJANDRA PIZARNIK ABRE SU CUADERNO DE APUNTES

A Jorge Arturo

El hombre que saca la cabeza del agua,
es un pez y se asfixia.
El pez que mete la cabeza en el agua,
es un hombre y se ahoga.

El poeta escribe en la línea del agua,
y se asfixia,
y se ahoga.

 

AUTOPLAGIO

Latigazos de sombra desordenan tu cuerpo,
en la fotografía donde te estoy pensando,
y soy el extranjero que descubrió tu rostro
y se animó a escribirlo, que era como besarlo.

 

EL ÁNGEL DE LA MUERTE

Oigo pasos ¿será la boca de tiznar y el navajazo
en pleno rostro?
Así te acechan como ¿será la antorcha de otra voz
que va sobre la tuya?
Escucho pasos y ¿será el escupitajo en la tela de
araña de tu infancia?
Así te azuzan como ¿será la cruz al rojo en tu
mejilla?
Oigo pasos cerca de ¿será como esos guantes
rozando tu estación?

En la memoria hay una puerta rota.
Los sueños son distintos y el final es el mismo:
el asesino que te besa.

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2009 
A Página Principal
| A Archivo Augusto Rodríguez | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
Entrevista a Jorge Boccanera.
Por Augusto Rodríguez