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La nueva poesía ecuatoriana del siglo XXI

Por Augusto Rodríguez
Texto leído en el III Encuentro Latinoamericano de Poesía Actual “Poquita Fe”, Santiago de Chile (2008).

 

1. Los inicios

La poesía ecuatoriana como cualquier otra poesía en Latinoamérica ha vivido y vive su propia metamorfosis. Sus cambios y regresos. Sus altas y bajas. Para de algún modo entender este proceso quisiera hacer un breve repaso sobre algunos momentos importantes de nuestra poesía. Empezaré este viaje con La Generación decapitada 1, poetas nacidos a fines del siglo XIX, que con sus obras dieron el puntapié inicial a la poesía contemporánea del Ecuador del siglo XX. Destaca la figura del quiteño Arturo Borja (1892-1912) pero sobre todo el guayaquileño Medardo Ángel Silva (1898-1919). Fueron poetas que escribieron sobre la muerte y que se debatieron entre la incomprensión social y la aristocracia de esos años. Poetas que murieron muy jóvenes debido a suicidios y otros motivos de diversas índoles. Posteriormente es significativa la presencia del manabita Hugo Mayo (1898-1988), primer vanguardista ecuatoriano. Creó una obra muy distinta de su época y unas revistas que tuvieron poca circulación pero que dialogaba con el resto de Latinoamérica entre ellas Síngulos y Motocicleta, que colaboraron autores como Huidobro, Borges, Neruda o Apollinaire.

Antes que culmine la primera mitad del Siglo XX, arriban los mayores poetas de la poesía contemporánea del Ecuador, tales son el caso del gran Jorge Carrera Andrade (1903-1978), Alfredo Gangotena (1904-1944), Gonzalo Escudero (1903-1971), de ahí tenemos la obra extraordinaria de César Dávila Andrade (1918-1967). Luego de esta generación se experimentará un vacío en el panorama literario, el mismo que sólo veinte y treinta años después tratará de ser llenado con la aparición de grupos (Elan en Cuenca; Madrugada de Guayaquil) y con voces más individuales, de las cuales quizá las más conocidas sean hoy las de Jorge Enrique Adoum (1926), Rafael Díaz Icaza (1925) y Efraín Jara Idrovo (1926).

Posteriormente se suman voces novedosas y muy personales que tal vez no han tenido la debida promoción y difusión a nivel internacional como es el caso de Carlos Eduardo Jaramillo (1932), el fallecido David Ledesma Vásquez (1934-1961), Euler Granda (1935) y Fernando Cazón Vera (1935). De ahí aparecen varios grupos y revistas donde se agrupan nombres significativos entre ellos los Tzántzicos, La Pequeñalulupa, Tientos y diferencias, Contextos, La Mosca Zumba, Matapiojo, Balapalabra, sobre todoLa Bufanda del Sol en Quito y el Grupo Sicoseo en Guayaquil. De estos formarán parte poetas como Humberto Vinueza, Iván Egüez, Javier Ponce, Fernando Nieto Cadena, Huilo Ruales, Jorge Martillo, Fernando Balseca, Iván Carvajal, Edwin Madrid, Paco Benavides, Diego Velasco, Fernando Iturburu, Ramiro Oviedo, Héctor Alvarado, Hugo Salazar Tamariz, entre otros.


2. ¿Retroceso, tierra baldía, epígonos o exquisitos?

“Hacia principios de los 80, los grupos se habrán desintegrado y cada participante tomará su rumbo, el mismo que a veces estará marcado por la diletancia tanto individual como grupal, pues el contexto en el cual aparecieron había cambiado notablemente: en el plano nacional se había pasado a un régimen democrático, y en el plano internacional se viviría el fin del llamado bloque socialista europeo. En los 80, tanto la poesía como la prosa van a registrar algunos aciertos, como el de Pedro Gil, pero también un estancamiento expresivo por el gratuito oscurecimiento del poema so pretexto de universalidad. Habrá que esperar el inicio del nuevo milenio para que otra generación retome el legado cultural de sus antecesores y debata sobre las condiciones sociales y políticas y los principios que van a determinarlos” 2 dice el poeta Fernando Iturburu.

Por su parte, el gran poeta y maestro Fernando Nieto Cadena, quien reside en México hace varias décadas afirma: “Hay un salto de Sicoseo a Buseta que convertía en tierra de nadie o mucho peor, en tierra baldía lo que iba entre 1980 y 2005, algo así como veinticinco años de silencio oprobioso. Regresé sobre lo pensado. Tengo la sospecha que no se trata de ningún salto. Lo veo más bien como una línea cada vez mejorada y ampliada que resume una serie de referentes que caracterizan con mayor dinamismo y amplitud de horizontes a la gente de Buseta frente a los que tuvimos los de Sicoseo. Nuestros referentes no eran tan amplios y diversos ni teníamos tanta comunicación como es posible tenerla hoy”3

Finalmente el poeta quiteño Xavier Oquendo confirma: “Abundan en estos días, entre los jóvenes y no tan jóvenes poetas del país, un discurso "afrancesado" al que algunos de ellos mismos han titulado "exquisito". Los escritores amantes de los poetas franceses del siglo XX y su tradición de poesía pura (lo extremadamente gracioso es que muchos-por no decir todos- no saben leer ni escribir en francés, sin embargo encuentran la verdadera sensibilidad en la traducción) que se ha ido mezclando en su discurso como una epidemia sin vacuna. "Lo exquisito", si bien he podido entender, consiste en alabar sin fin a la poesía "pura", repleta de hermetismo, que esté escrito en cualquier otro idioma que no sea el español (y si es en francés, mucho mejor). Algunos de los "exquisitos" suelen utilizar también, en sus discursos, referencias a poetas griegos antiguos para sostener la "profundidad" de su lírica amparada en un "canon" inexistente, fortalecido por el discurso de otro. Nunca he podido entender como los poetas que no hablan y dominan otra lengua como el francés, el inglés, el alemán, etc. Se atreven a sostener que sus grandes referentes son los poetas extranjeros (me refiero extranjero a la lengua). Buscan los italianos, los ingleses, los franceses, los germanos para sostener una idea de erudición en un discurso sin fundamento. Las traducciones son una versión. Los "exquisitos" se olvidan de que la poesía es sonido y silencio. Y que cada lengua tiene un sonido y un silencio distinto”. 4 

Es verdad que los críticos, los estudiosos literarios, los lectores se han centrado en la figura de algunos autores de principios de siglo XX. Pero de ahí para acá no se ha estudiado debidamente a los poetas posteriores. Faltan verdaderos estudios a vates como Jaramillo, Cazón o Ledesma. Faltan que se hagan sesudos estudios para darles la verdadera ubicación en nuestra poesía a poetas como Paco Benavides,  Fernando Nieto Cadena o Iván Carvajal. Pienso que tal vez la influencia de Carvajal influyó demasiado en algunos de nuestros últimos poetas (¿epígonos?) que hizo que se pierda el camino. Ahora, hace muy poco, salió publicado un libro que debe convertirse en lectura obligada para entender a recientes poetas distintos, se denomina La voz habitada: Ana Cecilia Blum, Julia Erazo Delgado, Marialuz Albuja, Carlos Vallejo, Xavier Oquendo y Carlos Garzón. Otros nombres interesantes de la última poesía ecuatoriana, que vale la pena mencionar son Roy Sigüenza, Aleyda Quevedo Rojas, Alfonso Espinosa o Franklin Ordóñez.


3. El nuevo siglo XXI

A fines de los noventa y principios del 2.000 se forman varios y significativos grupos literarios en diferentes rincones del país. Tenemos como más conocidos los ejemplos de Noctambulario en Riobamba, La Pileta y La Esponja en Cuenca; Fe de erratas, Machete rabioso, K.kbzuhela, Locomotrova en Quito o Buseta de papel y Re-verso en Guayaquil. Constantemente vengo leyendo, reseñando, escribiendo sobre estos poetas que están agrupados en todo el país. Es imposible hablar de todos ya que cada grupo tiene a decenas de autores en sus filas, pero mencionaré algunos por grupo:

En Noctambulario tenemos el humor corrosivo de Patricio Cárdenas Herrera (Riobamba, 1976) o a la profundidad y el calado de Víctor Vimos (Riobamba, 1985). En la Pileta está el dinamismo de Monserrath Carrera Loja (Cuenca, 1983) o la brevedad de Cesibel Ochoa (Zaruma, 1985). En La Esponja destaca María de los Ángeles Martínez (Cuenca, 1980) por su fuerza y contundencia. En Fe de erratas hay varios nombres de interés como Edison Lasso (Piñas- El Oro, 1977) por su ironía o Alex Tupiza (Quito, 1975) por su constantes acechos de humor a la religiosidad y lo sagrado. En Machete rabioso tenemos la fuerza de Marcelo Villa Navarrete (Quito, 1981) o la visión urbana de Cristian Arteaga (Quito, 1979). En K.kbzuhela está la profundidad de Freddy Ayala (Latacunga, 1983) o la versatilidad de Andrea Samaniego (Quito, 1985). En Locomotrova sobresale el dinamismo de Diego Cazar (Quito, 1977). En Buseta de papel la poesía imaginaria de Luis Bravo (Milagro 1979), la fuerza de Dina Bellrham (Milagro, 1984), el erotismo de Tamara Acosta (Guayaquil, 1986), la profundidad de Tyrone Maridueña (Guayaquil, 1986) o la dureza de la fallecida Carolina Patiño (Guayaquil, 1987-2007). En Re-verso destaco la diversidad de Siomara España (Manabí, 1976) o la brevedad de Xavier Hidalgo (Guayaquil, 1977).

También son muy valiosos los aportes irónicos de Jairo Estacio (Quito, 1975), el humor de Rafael Méndez Meneses (Guayaquil, 1976), la visión urbana de Javier Cevallos (Quito, 1976), el conocimiento literario de David G. Barreto (Quito, 1976), la crítica y la poética de César Eduardo Carrión (Quito, 1977), la profundidad de Cristian Avecillas (Quito, 1977), las lecturas de Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977), el imaginario de Javier Lara Santos (Quito, 1978), la brevedad de Juan José Rodríguez (Ambato, 1979), el torrente de Rocío Soria (Quito, 1979), la irreverencia de Paola Zambrano (Galápagos, 1979), la cotidianidad de Carlos Luis Ortiz (Alausí, Chimborazo, 1979), la fuerza de Alexis Cuzme (Manta, 1980), el desenfado de Fernando Escobar (Quito, 1982), la energía de Ana Minga (Loja, 1983), la prosa pulida de Fabián Darío Mosquera (Golfo de Urabá, Colombia, 1984), la nueva poética de Wladimir Zambrano (Guayaquil, 1985), entre otros. Para finalizar y a manera de epílogo, algunos poemas de los bardos mencionados:

 

Siomara España (Manabí, 1976)

El regreso de Lolita
Yo soy Lolita
así  los Lobos esteparios
me desenreden
las trenzas con sus dientes
y me lancen
caramelos de cianuro y goma.
Intuí mi nombre aquel día del puerto
con los náufragos
¿recuerdas?
Y aquel  combate
con Vladimir, el imperecedero. 
Sé que soy Lolita
lo supe cuando me entregó
sus manos laceradas de escribirme.
Por eso cuando apareciste
libidinoso  y suplicante
a  contarme tus temores
te deje tocarme
morder mis brazos y  rodillas
te deje mutilar entre mis piernas
los ardides de Charlotte.
Sabía que tu vieja espada
cortaría una a una mis venas
mis pupilas
y me burlé cien veces
de tu estupidez de niño viejo
llorando entre mi vientre.
y cuando todos los náufragos del mundo
volvieron  a mi puerto
a entregarme dadivas
que yo pagaba con carne 
tú saltaste tras mi sombra
mientras yo, huía y bailaba.
Por eso sé que soy Lolita,
la  nínfula  de moteles y anagramas
que vuelve con la maleta al hombro
a retomar tras años el pasado.

 

 

Luis Bravo (Milagro, 1979)

Sofía
Salgo a las doce de la noche,
a darle un trozo de vidrio a los niños.

“Vuelvo…
¡Junta la puerta para que entre yo,
           para evitar a los ladrones!”.

Hay algo de noche en el gato.

Hay algo de gato en el zinc que da a la calle.

Al final del jardín un duende defeca,
lo sé por los árboles
-¡tosen los árboles!-;
tiene la oreja de un cerdo
y el mandil de un carnicero;
Me arropo mientras la araña me mira:
sueño a Kerouac atropellado por un camioncito de marihuana,
y en el cuarto adjunto,

(a ti)

se te revientan los ojos.

 

 

Rocío Soria (Quito, 1979)

Él (11)
Seres inanimados pueblan su cuerpo por dentro
está hecho de miles de ellos
está hecho de las repeticiones de sus propios gestos y lloros
tantos que le es imposible encontrarse la cara con la mano y secarse
los ojos.

Seres inanimados pueblan su costumbre,
tiene espejos atravesándole la columna vertebral,
se apoya pero no lo lamenta,
se acarrea en su soledad sórdida
de un lado hacia otro
con una inexplicable picazón en las ventanas.

Una canción oscura vive en el fondo de sus ojos,
como terminando de alucinar
con el ángulo homicida empotrado en alguno de sus enfisemas.

Ha olvidado abierto uno de los cajones dentro de su cabeza,
y es como si una fruta rodara para perderse
debajo de algún sillón.
Y ningún ángel le guardara fidelidad.

 

 

Alexis Cuzme (Manta, 1980)

Podemos mentirle al placer

Sigilosamente
la tarde arrebata desencantos.
Creer en tu sexo,
en su frescura,
sonoridad,
es común y agotador.
Zozobra el artificio,
pero podemos mentirle al placer.
Amor,
tus glúteos encierran otra forma de vitalidad.

 

 

Marcelo Villa Navarrete (Quito, 1981)

Jinete
cuando tenga un hijo
habrá un sol ocultándose de mi ventana
y quizás porque ya no seré
la única sangre derramada por el mundo
cada día se alternarán
la dicha y la agonía
qué podré decirle a mi hijo
sobre la guillotina del tiempo
la miel silvestre de las caricias
o los verdugos que acechan nuestras espaldas
tendré que dejarle caer
sobre una almohada de agujas
o sobre un abismo de pétalos
será otro jinete embistiendo la noche
y no tendrá más alternativa
que deambular con su brújula de polvo.

 

 

Freddy Ayala (Latacunga, 1983)

Visiones
Enfurece el sol detrás de mis omóplatos
la mañana llega con muletas
cuando tu pezón
hace borbotear al agua
soy testigo de tormentas grises
desentierro dardos a la espuma
excrementos de papel carbón
parpadean raros mares
sus orillas topan tierra
las olas levantas páginas

dientes lanzados hacia el lodo
donde los designios se diluyen
la neblina aloca en mi boca
un remolino que se lleva las agujas
los barcos estampas reverencias
cachalotes en la alegoría de su sexo
presurosos por esperma
aparecen a cien leguas.

 

 

Ana Minga (Loja, 1983)

XIV
Te he sacrificado.
La ciudad está desinflada
dos pichones con alas harapientas rezan conmigo.

¡Dios! ¿Qué Dios está detrás de ti?
tus hijos respiran en mi estómago
me los comí de desesperación
al sentir que el espermatozoide
cruzaba los límites de la paciencia.

Perdón
te he sacrificado
como a todos los que se han acercado
mi culpa
es mi culpa
pero de qué me sirve
si el día de los espíritus muertos llega cada mes
me reclaman sus tumbas
quieren ponérselas
y Yo
sólo puedo mirarme los ojos.

 

 

Dina Bellrham (Milagro, 1984)

Anhedonia

Hasta en los sismos en las piernas han mutado a esfinges. Hemos huido de la catástrofe de las encías. Nos mudaremos de falanges y ventanas, con el miedo bajo el brazo cual portafolio de oficina. El parque se torna pluvioso, quebradizo. No basta crujir nuestros dientes de columpio, ni bostezar resbaladeras si nos sobran extremidades y saliva. El suelo se ha vuelto puta en los zapatos. Y yo pretendo seguir de raíz en los cordeles, ahora que hay suburbios en un racimo de ósculos.

 

 

Tamara Acosta (Guayaquil, 1986)

Falo maternal
Permite a mis labios succionar el alimento de antaño. Beber del pecado desgarrando la manzana mientras simulo el sueño prohibido. Mi lengua cicatrizará tu castillo, dando rienda suelta a nuestro galope, entrelacemos nuestra lúbrica miel y pezón a pezón unámonos, atando en venas nuestra desnudez, probando de tu boca mi bosque humedecido por el líquido de desamor. Desgárrame el dogma, el prejuicio,
la atadura para que mi fuerza, irrumpa en el clítoris, los latidos de sabernos y sentirnos amadas.

 

 

Carolina Patiño (Guayaquil, 1987-2007)

Adiós
Tan cansada de estar aquí
con todos estos miedos sin infancia
me voy sin perdurar
sin lograr que voltees por mí
sin lograr que enciendas la luz
sin lograr que abras tus ojos
el dolor tan limpio no sostendrá tu mano
demasiados espejos
descuelgan tambores en mi funeral.

 

 

Notas y biografías

1. MADRID, Edwin: Antología, La poesía del siglo XX en Ecuador. Visor, Madrid, España, 2007.

2. ITURBURU, Fernando: Jóvenes poetas ecuatorianos: en busca de un nuevo compromiso literario. Revista Letralia, Venezuela, 2008.

3. NIETO CADENA, Fernando: La poesía de Augusto Rodríguez, Editorial La Garúa, Barcelona, España, 2007.

4. OQUENDO, Xavier: I Festival de Poesía Joven Ecuatoriana Naranjal, Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo del Guayas, Extensión Cultural Naranjal, Ecuador, 2007.

5. CUZME, Alexis: Poesía ecuatoriana del siglo XXI. Revista-libro Cyberalfaro # 16, Manta, Ecuador, 2008.

 

 

 

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