Entrevista a Fernando Nieto Cadena
Por Augusto Rodríguez
Fernando Nieto Cadena (Guayaquil, Ecuador, 1947), fue profesor universitario en su país. Reside en México desde 1978. Ha sido coordinador de talleres literarios en León, Villahermosa, Orizaba, Ciudad de México, Bacalar, Ciudad del Carmen. Participó en el II Festival Internacional de Poesía en Morelia, 1983 y en los Festivales Afrocaribeños de 1994, 1995 y 1996 en Veracruz. Participó también en los encuentros de intelectuales Por la Soberanía y la Libertad de los Pueblos de América Latina y del Caribe, en La Habana, 1981, y en el Diálogo de Las Américas con intelectuales de Estados Unidos en la Ciudad de México, 1982. Participó en el Primer, Tercer y Cuarto Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer y en el Tercer Festival Cultural Ceiba, Villahermosa, Tabasco.
Ha publicado el libro de cuentos Si quieren los vuelvo a escribir, 1971, y los de poesía Tanteos de ciego a mediodía, 1971; A la muerte a la muerte a la muerte, 1973; De buenas a primeras, 1976; Somos asunto de muchísimas personas, 1985; Los des(en)tierros del caminante, 1988 (con este libro obtuvo el Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade de Ecuador); De última hora, 2003, y Duro con ella, 2003. Aparece en diversas antologías de poesía ecuatoriana, mexicana y latinoamericana. Este año la Editorial Monte Carmelo publicará Fuera de lugar y en Xalapa, Veracruz aparecerá Un vago insobornable.
Actualmente colabora con la Escuela de Escritores José Gorostiza de esta ciudad como maestro y como Coordinador del Centro de Investigaciones Literarias.
- Fernando, ¿cuándo y por qué empiezas a escribir poesía?
- Mi recuerdo más lejano y cercano de cuándo empecé a escribir gira por los diez años, después de haber visto a un declamador en una función dominical de vermut en el teatro (cine) Apolo. Empecé, por tanto, como todos, a golpe de imitación. Creo que, después, la conseja esa de escribo porque he leído en mí se cumple plenamente. Mis primeros versos –afortunadamente desaparecidos- no eran más que un saqueo de los poetas que leía en unos cuadernillos argentinos de poesía editados por Simón Latino, o algo así.
- ¿Qué poetas son tus referentes y cuáles son tus autores de cabecera?
- César Vallejo por sobre todos. Continuamente lo releo, aunque sea un poema por día. Después hay una larga lista casi como directorio telefónico. Entre ellos Rilke, Eliot, Hölderlin, Eliot, Pound, Blake, Cendrars, Rimbaud, Ginsberg, Ferlinghetti, Huidobro, Girondo, Lorca (el de Poeta en Nueva York), Félix Grande, Aleixandre, Quasimodo, Seferis, Cavafis, Pessoa, Gangotena, Adoum, Carlos Eduardo Jaramillo, Antonio Cisneros, Efraín Huerta, Mario Santiago, LeRoi Jones (hoy con nombre musulmán), Fayad Jamís, que como ves da la impresión de ser el listado de un machista y eso que faltan centenares de nombres más, aunque si hay varias poetas de quienes sólo quiero mencionar a Marcy Pierce, Denisse Leverov y por el terruño nativo Ana María Iza más un etc. de etcs.
- Hablemos del mítico grupo Sicoseo ¿Cómo nació? ¿Quiénes realmente eran? ¿Qué recuerdos tienes de esa época?
- De tanto recuerdo ya se me está olvidando. Por lo leído sobre Sicoseo a veces me entra la duda si realmente existió el grupo. Dado el mito entonces pienso que si existió. Nació por la necesidad de contar con un taller literario luego de varias charlas en el café de la Casa de la Cultura, junto a un parque de diversiones llamado La Macarena. En 1994, cuando estuve en México, Miguel Donoso me facilitó una copia de su proyecto de taller literario con el que trabajaba en la unam. Ese fue el motivo y las primeras dos o tres reuniones fueron en casa de Carlos Calderón Chico, después fue en casa de Hugo Salazar y finalmente en el departamento de Solón Villavicencio. Inicialmente fuimos Fernando Artieda, Edwin Ulloa, Carlos Calderón y yo; luego se integraron Hugo Salazar y Jorge Velasco (y se produjo la primera deserción, la de Carlos Calderón), y finalmente se unieron Fernando Balseca, Raúl Vallejo, los hermanos Villavicencio, José Luis Ortiz, Willington Paredes y Fernando Itúrburu con algunos compañeros y compañeras de la Universidad Católica. Por ese tiempo yo emprendí mi graciosa huida y no por los motivos que fabula Jorge en su novela Tatuaje de Náufragos.
- Has trabajado el cuento, el ensayo y la poesía ¿en cuál de estos géneros te sientes más cómodo y por qué?
- En ningún género me siento ‘más cómodo’ porque todos en cuanto posible texto a literaturalizar me oponen la misma dificultad, la de sobreponerme al fantasma de la escritura, de ese deseo y querer escribir (en términos barthesianos). Por lo demás, desde hace algunos años, por lo menos veinte, ya no me preocupa mucho en qué género escribo, me preocupa sólo tener tiempo y salud para escribir. Tal vez por eso mis textos presuntamente líricos tienen una fuerte carga narrativa y mis relatos están anegados de lirismo.
- Tu poesía se nutre de una gran gama de imaginarios sociales, musicales, políticos, culturales muy diversos ¿qué me puedes decir al respecto sobre tu propia poética?
- En una ocasión me describí como un desescritor de cotidianidades, puedo agregar ahora, que esas cotidianidades las aprovecho para construir una babélica epopeya intimista/intimidatoria para mis íntimas. No tengo una poética predeterminada, cada texto que escribo impone su lógica aunque en realidad todo lo que escribo sea un solo y mismo texto. Creo que esto mejor sería preguntarle a algún lector de mis textos que en alguna parte de la galaxia debe/puede existir.
- Ahora hay muy muchas “tendencias y modas” a la hora de escribir poesía, con ¿Cuál te quedas y cuál rechazarías?
- Con ninguna. No me preocupan las modas de ninguna clase. La única moda que me interesa es la de vivir como si fuera el último día de mi vida, por lo que no me permito perder el tiempo en neocolonizarme más de lo que la cotidianidad social ya me tiene hasta el cogote de enmierdado con esta decadente globalización aborregada.
- ¿Qué opinión tienes sobre nuestro pequeño mundillo literario ecuatoriano? ¿Sobre todo de los clásicos egos, vanidades y luchas por territorios tan comunes para todos?
- No conozco el ‘pequeño mundillo literario ecuatoriano’ actual; espero que no sea el mismo que conocí, en el que participé hace treinta años (hoy precisamente se cumplen 31 años de haber llegado a México (la mitad de mi vida por si eso tiene alguna importancia como dato o referencia documental). Por lo demás, enfrascado en el ‘mundillo literario mexicano’ no creo que me pueda sorprender si el canibalismo siga siendo allá una de las bellas artes. A veces el consuelo de muchos sirve para no autoconmiserarnos más, ya que no es más que otra manera de autodenigrarnos. Lo que importa es la obra, lo demás es comemierdería y eso hay que dejarlo a los mediocres y eunucos. Además, lo que sucede en la mitad de la cancha (nótese el aprovechamiento futbolero a lo Foucault, por lo de cancha=campo) literaria sucede en todas las otras canchas donde el ser humano derrama sus cotidianidades.
- Sé que diriges varios talleres literarios en México, ¿qué me puedes decir al respecto?
- Que siguen siendo una de las mejores maneras de capacitar y desarrollar las aptitudes, talentos y necesidades expresivas de quien busca un taller para adquirir la dificultad des escribir (esta noción es uno de los muchos aciertos de Miguel Donoso Pareja, a quien no se le pagará con ningún reconocimiento todo lo que aportó en México y aporta en Ecuador, a través de los talleres literarios que trabajaron y trabajan con su metodología). Por supuesto que cada uno aplica esa metodología según las necesidades concretas del medio y del grupo, y esto depende –modestia parte- del talento y sensibilidad de cada uno de los coordinadores. A pesar de los vicios y defectos de un taller, los beneficios son tan evidentes que justifican su existencia y hacen innecesaria cualquier ditirambo.
- He escuchado en numerosas ocasiones de que supuestamente la poesía sólo la leen y la consumen los mismos poetas ¿crees que es así? ¿Cómo crear mecanismos para que la poesía llegue a otros sectores de la sociedad, pero sin que pierda su parte radical o subversiva?
- No creo que la poesía sólo la leen los poetas; pienso que ni siquiera los poetas leen poesía. Si se recuerda que las ediciones en el mejor de los casos que se hacen son de mil a dos mil ejemplares en un subcontinente como nuestra afrolatinoamericanidad con cerca o más de 300 millones de habitantes, entre los cuales por lo menos habrá unos cinco mil poetas, significa que ni nosotros leemos lo que se publica (vaina por otra parte que rebasa nuestra capacidad de lectura) ni nos intercambiamos libros como se intercambian banderines en la mitad de la cancha. La maldición china o gitana de te leo si me lees está muy lejos de cumplirse, y no sólo pasa esto por estos arrabales del lejano occidente, también en Europa y los Estados Unidos el desmadre es igual. Mientras los salvajes capitalistas controlen la situación no veo ningún mecanismo que solucione esta anomalía que por otra parte es tan antigua como la prostitución, las religiones y la misma poesía. Hace mucho renuncié a una presunta misión mesiánica o samaritana. Con el Quijote fue suficiente para enderezar entuertos y quedarse sin gozar con la dulce se menea del todo gozo.
- ¿Actualmente en qué proyectos literarios estás?
- Escribo torrencialmente, largos y tormentosos textos de más de sesenta páginas. Hace un mes terminé un texto (Memorial del Nómada) de 61 páginas en 14 puntos garamond a renglón seguido sin espacios que marquen estancias, y hoy estoy trabajando algo que posiblemente se llame Vidas Póstumas Vivas, Cada libro es como un testamento, Barthes de por medio, por eso cada libro desdice/desautoriza al anterior porque en el nuevo pretendo decir lo que no pude decir antes. La verdad es que desde Los des(entierros) lo que escribo es un solo texto con algunas estaciones para hacer una pausa en pos de apoyo logístico. Quienes dicen que me repito tienen razón, sí, me repito ¿y qué?