También a veces las asociaciones de escritores sirven para algo. No sé cuáles sean las actividades fundamentales de la SECH (Sociedad de Escritores Chilenos), pero hay una que por sí sola justifica su existencia: se llama Ediciones Alerce, creadas, bajo el patrocinio universitario, "para estimular a las nuevas promociones literarias. Publica todos los años, desde 1958, libros seleccionados en certámenes públicos. Concebida originalmente como una colección de poesía y novela corta, se amplió en el año 1962 al cuento, el ensayo y el teatro". Ha alcanzado ya unos cuarenta títulos que son un verdadero laboratorio creativo.
La producción del último certamen ya está en la calle. Son dos libros de poesía (En el invierno de la provincia de Rolando Cárdenas y Variaciones sobre el tema del amor y de la muerte de Alfonso Alcalde), una novela (El mejor lugar del mundo de Luis Vulliamy), un libro de cuentos (El torpe de Raimundo Chaigneau), una obra teatral (El sótano de Enrique Molleto) y un libro de ensayos (Un asalto a la tradición de Jaime Valdivieso), obra que fuera preparada por el autor en el Taller de Escritores de la Universidad de Concepción. Aunque para el público uruguayo resulten nombres inéditos, los autores pertenecen mayoritariamente a la pregonada generación del 50 —si se la entiende en toda su amplitud— y tienen ya una obra cumplida que da pruebas de la vitalidad creadora de las letras chilenas actuales.
El mejor lugar del mundo también podría titularse "de cómo hacerse hombre": es este difícil proceso, que lleva de la infancia a la vida adulta, el que a través de Gastón nos cuenta Vulliamy (1929). En un estilo narrativo muy sintético con un tacto sensible y emotivo de la realidad que aún recuerda a Manuel_ Rojas, Vulliamy reconstruye ceñidamente infancia, adolescencia y juventud, atento, aunque muy pudoroso, al proceso psicológico, que él prefiere expresar mediante referencias indirectas o concentrándose sobre la pura acción narrativa. Es el cuarto libro en prosa de Vulliamy, y es un ejemplo de madurez dentro de una corriente neorrealista que hubiera complacido al autor de Metello, y que tiene mucho sabor americano.
Raimundo Chaigneau (apenas un año menor) está en sus antípodas. El ángel torpe es el primero de una seríe de cuentos de tema fantástico, donde revela cumplida imaginación para el género, la cual, lamentablemente, no va acompañada de expresión literaria afín. Chaigneau sabe imaginar dentro de las coordenadas fantásticas —que no sé sí no son más rígidas aún que las realistas— pero su estilo es laxo, carece de la tensión y rapidez que exige el cuento, sobre todo fantástico. Las dos largas páginas con que se abre "La cuerda" evocan, por contraste, la velocidad exactísima con que Kafka inicia "La Metamorfosis".
El sótano de Molleto (1923) teatro, se anuncia como "trasunto del drama bélico europeo vivido por el autor directamente", aunque su chirriante diálogo más bien evoca un modo de vivirlo indirectamente a través de la literatura, en particular la dramaturgia francesa de ideas. Sin el rigor intelectual que mueve a Camus o Sartre, sin soltura de creación psicológica, la obra se sitúa en un aire desvaído, mental y casi abstracto, para contar un. "huis clos" de post-guerra.
En poesía es difícil encontrar temperamentos más antitéticos que Alfonso Alcalde (1921) y Rolando Cárdenas (1933). Desde luego el primero tiene un lenguaje y una estructura poética ya desarrollados, en tanto el segundo, más joven, está aún en un proceso de dominio del material poético, donde si bien hay aciertos que atestiguan la presencia de un poeta, hay también un exceso descriptivo, superficial, y una organización acumulativa de las experiencias reales en esa Tierra del Fuego donde nace En el invierno da la provincia.
Alcalde, adelanta en Variaciones sobre el tema del amor y de la muerte, un fragmento de un libro mayor de poesía en que trabaja desde hace años y que titula El panorama ante nosotros. A pesar de su título, es el amor, hirviente, desquiciado, sórdido, encaramado, urgido, que rige su libro y hasta tal paroxismo que la muerte debe venir como una necesidad para calmarlo. Si bien el autor organiza sabiamente sus poemas para que concluyan en un verso que reclama el necesario perdón para los amantes, ellos están sostenidos sobre un tan desesperado ultraje, sobre una dicción tensa y violenta, sobre una precisión lingüística, sobre una metaforización incandescente, que no necesitan de perdón y disculpa, porque son auténtica poesía. Por su parte Cárdenas se mueve en la cautelosa zona de la sensibilidad ante el misterio natural, y revela en ella una captación fresca, una connotación realista del mundo circundante, que todavía no han sido realzadas por un rigor expresivo más duro y, sobre todo, más preciso.
El trabajo de Valdivieso no es un gran libro de crítica pero es un estudio lleno de simpatía que apunta una curiosa transformación del interés de los críticos chilenos. Un asalto a la tradición es la biografía, con el análisis somero de las principales novelas, de Carlos Sepúlveda Leyton. Dedicarle un libro de 113 páginas, llevar a cabo una tarea de investigación cuidadosa, trabajar para ello en un Taller de Escritores, indican un interés mayor por el autor, muy alejado de aquella definición con que Alone registrara todo su desprecio frívolo por Sepúlveda Leyton: "Profesor primario, comunista, llamó la atención por sus novelas criollas, mezcla de grosería y delicadeza, un poco a lo Pablo de Rokha, no tan fuerte, más basto. Muy aburridor". Valdivieso reconstruye bien su vida proletaria, ubica con certeza sus novelas en tanto expresiones fieles de esa vida, y se esfuerza sobre todo en destacar las innovaciones de técnica narrativa que introdujo Sepúlveda Leyton en las letras chilenas, un poco en paralelo a la labor de los ultraístas poéticos de la época. Si llega a dibujar fugazmente un personaje, no llega sin embargo a medir con amplitud su aportación literaria, quizás por la equivocada dirección de su método crítico que se atiene casi exclusivamente al análisis formal. De ahí que pueda seguir prefiriendo al Jaime Valdivieso de los cuentos de Tornillito al de este esfuerzo crítico importante más bien como testimonio de las preocupaciones actuales de los narradores de ese país, que ya habían sido apuntadas sagazmente en el libro de Yerko Moretic.
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Rolando Cárdenas, Alfonso Alcalde, Luis Vulliamy, Raimundo Chaigneau, Enrique Molleto y Jaime Valdivieso.
Por Ángel Rama
Publicado en MARCHA, 6 de septiembre de 1963. Montevideo.