Diligencia
Quise inferir sus alas hasta dejarlas puro aliento y buscarte.
Quise tanto.
Verónica Zondek
Las ruinas la asedian.
Así debió reconocerlo,
bajo sus disfraces.
Una maraña de árboles se levanta en la bruma
para que su sombra
se hunda en las aguas,
se fugue de las atroces ligaduras
al arnés,
con su mordida incansable
su sorna desde el alba
nefasta subordinación,
sus meticulosos ademanes
entre llaves la pierden,
resbalan por su boca y su cuello,
y grita la voz y su floreo viril alza sus ojos
hacia las flautas, las notas, los peines.
Más vale rezar.
…Con tal gracia que la miseria no la toca. (Dante)
I
Se arrima el alboroto de una muchedumbre
que tartamudea sus convenios
y en su tórax veloces pulsos
vigila su dignidad en las mordazas.
II
Se baña desvestida
pues sabe que los dioses no existen
al abismo desciende
sinuosa el refugio,
para cubrirse de barro
que nadie la mire,
ha coleccionado conchas de fuego
sobre sus pies
para no olvidar.
III
Su boca ese cántaro
que no estila porque el polvo
quedó en el fondo
y la mandíbula articula sus colmillos,
sólo tuvo que empujar
viento hacia las nubes,
que volviera a las ramas
a dialogar
y escondió el puñal.
IV
Lame la llaga
el faldero can en sus costras,
el tiempo pesa en los relojes sus venablos
como doscientos años
el dolor ha callado gimoteando en los templos.
Lamió sus pechos como el mar llega a la playa,
suave y arrastrado una corona de arena
a sus ojos que reprochan como la luna su pequeñez al cielo
y se aturden ahora las horas
dolorosas en su pectoral
como olas que juegan a golpearse
contra las rocas.
Sus labios se quedaron en el vientre
que besó en todos los clítoris.
Mientras más lo resiste
su virtud sobrevive
en ajenos vinos.
V
Ellas abrieron sus carnes para parir
sonidos que encadenados formaron palabras
la palabra cadena
y la palabra niebla
la palabra amor
y la palabra olvido.
Cristina Peri-Rossi
La rosa negra que nunca se encontró
estaba marchitándose escondida
en su palma insensible,
sin atención a las noches frías,
con su llaga negra
con la negra razón de no querer sobrevivir.
Pero el escaramujo silvestre habita humilde los escombros
con su frágil corola
con tal gracia que la miseria no la toca.
Ha sentido el mundo a pedazos
bajo sus fémures.
VI
Un tumulto de lodo
en su espalda
ha puesto en su corazón
una jaula.
Dolorosa ruge la boca entre cristales
que la han torturado,
vió el mundo en las murallas vacío,
no lamentó la ceguera de sus ojos
ni sus glifos desgastados,
sino su mirada hacia donde lo oye clamar.
Esa laguna
He de amarme desdentada en la luz del ensueño,
en la invención gráfica de los mapas
el linaje de la esmeralda,
esa laguna,
en cuyas mañanas de breve goce contemplas
sus orillas invisibles y tu respiración que la humedece
cuando la brisa gris de una nube
los párpados te empaña.
Imagen
En esta fatiga de la tarde
quisiera no rendirme,
aunque
el naufragio invade la hondura
que soporto,
me doy aliento
y pienso en esa imagen suya,
alzarme a la grisura que aplasta los ojos
y
los revienta.
Como si estuviera en el infierno
y fueran esos ojos la única cuerda
que me permite vadear.
Sobrevivo aguacero
y no voy a terminar con ese intento.
Acerco el dorso de mis dedos
como si fuera la última razón de transitar por altas tierras
que se desmoronan
o
un ultraje
me arrastrara
un endógeno cristal
que me corta,
inocente me encierra,
cómo pudiera vomitar las culpas
de no haber hecho el mundo
un telar transparente y desviar los designios
que me acusan.
Cárdenos
Un resuello contenido
en la sangre,
los labios cárdenos,
un cuello raído,
la marcha ha volado todo
hacia el cerrado féretro
hundido bajo la tierra.
La inhóspita huella en los baldíos
el signo de la barbarie,
yo me pierdo en las tinieblas de la cruz
entre lodos y trigales del amanecer
que tiembla.
Seguir desnudándome mostrarte las estrías
de mis abuelas,
ellas son la alzada bandera
que por los embriones perdidos no arriaré.