Hoy amaneció sin lluvia. El viejo se metió en mi clóset y comenzó a meter libros en bolsas de basura. Los títulos de Letras de Chile se salvaron, aunque debo llamar a Max para que los venga a rescatar. Reviso los estantes y advierto que desapareció una caja completa de libros de cine. Entre éstos, cinco que iban destinados a Francia. Voy a Irarrázaval en busca de las cajas que botan afuera de las librerías. Paso delante del Líquidos y de verdad que echo de menos una cerveza. Esto de darle la espalda a la puerta ha resultado en días anteriores. Los ambulantes vuelven a sus puestos habituales y detrás de unos extranjeros observo a la misma chica sospechosa de siempre. Recojo las cajas de cartón para guardar los libros que antes vendía en las ferias. Max tuvo mucha comprensión cuando abandoné el puesto del GAM. Le pediré que conserve los ejemplares de la nueva novela hasta que esté instalado en algún lugar. Con este viejo no se puede vivir tranquilo y aunque necesita ayuda psiquiátrica, no está dispuesto a hacerse exámenes para pesquisar el muy probable accidente cerebrovascular. Cuando lo llevé a urgencias de Clínica Indisa la presión arterial iba a hacer estallar su cerebro, pero no dejó que le inyectaran analgésicos. Prefirió irse contra el médico diciendo que no se iba a realizar un escáner. El médico le respondió que eso no servía, que solamente una resonancia magnética daría cuenta de un infarto cerebral. Daba pasos de pingüino que anunciaban un problema motor. Pero quería que lo dieran de alta y le curaran la herida. Se resbaló en el baño durante el lanzamiento del libro de Roberto Rivera. Tiñó la pared con sangre y no dejó que lo ayudaran. Tras diez minutos en las baldosas se incorporó como pudo. «Para qué me invitaste… sabía que era mala idea venir», le dijo al hijo. Ese día veníamos de echarle ácido muriático a los baños de unos inquilinos. Los wáteres estaban entre verdes y negros, pero una aplicación del químico solucionó el problema. La tina hubo que restregarla con cloro, pero fue imposible que recobrara el color blanco. Los venezolanos son los únicos que arriendan en este barrio de Estación Central. Violencia intrafamiliar, gastos comunes impagos… es el tercer arrendatario de esa nacionalidad. Mi sobrino le sugiere que no les arriende a extranjeros, pero mi padre le responde que es un nazi de mierda. Suena el citófono y el conserje pide unas lucas para que el basurero retire los colchones con hongos. Mostré el departamento hasta el anochecer y todos repararon en que estaba sucio. Llegué cansado y al salir del tren subterráneo me percaté que la botillería había cerrado.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com DÍA 5
Por Aníbal Ricci Anduaga