Cada día estoy más cerca. De encontrarte y de perderme. Todos los meses vuelvo a filmar las mismas escenas. Los días en que canta Gardel son un suplicio. Un deseo infinito por inhalar el horizonte, esa idea de construir algo nuevo la experimenté tantas veces durante la infancia. Fiebre por las nubes y luego desconexión. Copiar cuadernos y perder amigos se hizo deporte. Los músculos no perdían memoria y volvía a subir el cerro San Cristóbal. Sin consciencia del cuerpo ni del esfuerzo. La máquina se averió cuando un auto me pasó por encima. Correr para alcanzar otra cima ya no fue posible. Pulsaciones a ciento ochenta encendieron un computador y esbozaron palabras. El primer cuento se refería a mi suicidio. ¿Por qué escribir de eso a los veinte años? Primer plano de una emoción gestada en salas de cine. La gente era extraña y yo observaba desde lo alto. Siempre intentando una palabra nueva que desconcertara a los demás. Cuando estoy cerca de tu corazón salgo huyendo. No lo merezco y enfrento un mecanismo pernicioso. Me alejo porque te amo. Es absurdo cuando ya no hay fiebre. No tengo bicicleta y me precipito cuesta abajo. Instinto primario que ya no controlo. Pasan dos o tres días de black–out y veinte llamadas perdidas anuncian una tempestad. Tengo que dejar a la familia atrás, pero el instinto es hacerse mierda. Ya no puedo subir otra cuesta, estoy más cerca de la otra vereda y quiero estar contigo. Es injusto que conduzcas y yo sólo sepa colisionar contra una pared. Tengo licencia luego de años, pero mis habilidades llevan por una calle sin salida. Inhalo tres gramos y deambulo por las calles. En alguna esquina encontraré el final. Pasan tres días y me vuelves a la vida. Haces proyectos, sueños que parecen reales y te defraudo. Sexo que se transforma en un escape. Temo no encontrar el camino y que me recrimines hasta el infinito. Pareciera que cada uno de mis actos te incomoda, que en cada palabra que escribo encuentras pensamientos divergentes. No te amo lo suficiente, al parecer quieres cosas que no puedo ofrecerte y me frustro cuando llega el día de pago. La adicción es horrible y supongo que el placer es más fácil. Un camino directo que no requiere planes. Acomoda sus piezas con cada inhalada. Una habitación de motel y una botella de whisky. Quieres que salgamos a tomarnos unos tragos y me fascina cuando propones esa aventura. El licor trae a colación los peores momentos y no puedo jugar al sufrimiento. Hay algo que no funciona, la vida se activa al día siguiente y yo estoy destruido. Me quieres ebrio y funcional, divertido y que arme planes. Dinero para pagar una terapia porque mi cabeza ya no funciona como antes. Dejo desastres tras cada borrachera y me exiges estar al pie del cañón. Tener consciencia en espacios de inseguridad. Discotecas donde venden droga y ya me he tomado tres cervezas. Imposible que todo salga bien. Llega fin de mes y el dinero invita a olvidar el futuro. El alcohol es una forma de comprar tiempo, de acercarse a ese día sin tener que acordarse de las limitaciones de la existencia. No sé en verdad qué necesitas de mí. Acompañarte para que te sientas menos sola. Tienes hijos y tantas responsabilidades. Voy enganchado en primera o en segunda; las marchas superiores no son lo mío y no lo entiendes. Mi trabajo es escribir y cada vez me lee menos gente. Las palabras hieren, pero es mi manera de construir. Tan dañado que olvidé administrar el dinero para sortear obstáculos. No voy a aguantar la presión. Siempre querrás que dé otro paso adelante, un paso en falso que no te das cuenta. Año Nuevo de ensueño en La Vinocracia; comida exquisita y barra abierta. Lucías hermosa con tu chaqueta de cuero, yo me puse una camisa luego de una década usando ropa informal. A las dos entramos a La Batuta y sus DJ de antaño. Música increíble que mezclaba estilos eclécticos mientras bailamos hasta las seis de la madrugada. Hubiera sido mejor dejarte en el departamento de tu hermana. No llevé medicamentos y dormimos como la mierda en el futón. Al otro día apenas podía moverme del dolor de espalda y tu familia sacando fotos y la verdad me cuesta sonreír. Momentos incómodos porque el lunes cierran la piscina y no lo había previsto. Gastamos todo el dinero y querías que improvisara otro panorama. Hace un año que no estoy bien y esto se está volviendo terminal. Desaparecí unos días porque deseaba perderme. Veinte bolsas de cocaína para dejar este mundo. La familia arrincona a este loco y se me van las fuerzas y exiges que esté al pie del cañón y no entendiste mi desesperación previa a la Navidad. No puede ser que lo pasemos increíble una noche y al día siguiente me estrelles contra el muro. Usé la misma camisa que en el aniversario de tus padres. No tengo otra, esa es la verdad. Todas mis decisiones son erróneas y la ebriedad ya no me sienta bien. No sé qué esperas, pero he tenido tantos lapsus de memoria. La mente se activa en modo lascivo y de verdad pierdo el control. Tengo sexo con otras personas o creo haberlo tenido. Veladas donde pierdo el hilo de la conversación. Bailamos, nos divertimos y tenemos sexo. Al otro día amanezco dormido sobre el pick-up de la camioneta sin consciencia de haber estado en alguna parte. Temo a las relaciones sin protección y a los malditos test serológicos. Es una mierda vivir sin control, aunque dices que me amas e invitas a beber unos tragos. Debo dejar el alcohol y ser un simple y aburrido mortal. ¿De verdad esperas que tome una decisión? Esos exámenes darán un respiro mientras escribo este relato que no será de tu agrado.
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Por Aníbal Ricci