Vivir atormentado de sentido, de Aníbal Ricci, es un trabajo narrativo que, como entregas anteriores, nos sumerge en un universo plagado de inspiraciones. Es la voz narrativa la que, híper estimulada por múltiples pasiones, pone en marcha un discurso exaltado y desgarrado en el que vemos reflejado un trayecto histórico particular chileno. Gracias a él, paseamos por la ciudad de Santiago, por sus barrios periféricos y centrales, donde encontramos personajes que también hacen eco de esa marginalidad y, a veces, de una elusiva centralidad.
El tono, a veces epistolar, a veces de crónica, a veces de tratado existencial se aboca a denunciar una serie de crisis, desde lo personal a lo social; desde lo orgánico del cuerpo mismo hasta la (des)organización de nuestra sociedad, todos focos plagados de alarmantes síntomas. Entre los hitos destaca la documentación del estallido y los cambios sociales experimentados los últimos años, abarcando también varias décadas anteriores en las que vemos pasar locaciones, localidades y hasta emblemas, como el desaparecido cine arte Espaciocal, el Kasbba, el café Dante y la recién bautizada Plaza Dignidad. La ciudad ha ido cambiando; su paisaje ha experimentado la metamorfosis natural de una gran urbe que muestra las asimetrías en la repartición de los ingresos.
La dificultad para mantenerse en un ambiente híper capitalizado es altísima. Consumo y consumismo resultan en sinónimos que se intercambian para hablar de la cultura, y también de las vitrinas con medicamentos. Se consume el cuerpo que se puede adquirir; se consuma el crimen de la destrucción propia en beneficio de un sistema que dispone de los cuerpos como inversiones de largo plazo. No importa cómo, el cuerpo debe permanecer activo en su producción para perpetuar la alienación y el usufructo interminable que protagonizan las fauces detrás del mercado. Drogas y porno, prostitución y violencia acompañan su ejecución. En la pasarela vemos un intercambio en la cárcel, un sintomático depósito de residuos, al que llega el protagonista. «Una mechera robó tres millones de un mall, chilena; un traficante vestido de chaqueta, colombiano… otro hirió de bala a un tercero, venezolano…» El crisol cultural penitenciario da cuenta de la evolución demográfica que ha experimentado nuestra sociedad y la consecuente violencia que representa la lucha por los recursos más básicos.
Un personaje central en la novela es el entrañable amigo, Cristian Cottet, ex militante del MIR, torturado durante la dictadura, y actúa como referencia histórica de este paneo. Ahora en un hogar de ancianos, aquejado por la enfermedad de Alzheimer, el repaso de su vida sirve como contraste de lo que acontece hoy, gracias a la perspectiva de las décadas pasadas que ha protagonizado. La tristeza es también terror y, en una escena donde se evidencia su deterioro cognitivo, entendemos que muchos sueños se han desvanecido. El cuerpo es un espejo que refleja el derrumbe de las esperanzas de una sociedad más justa.
Así y todo, esta falta de conformidad no se acepta de buenas a primeras; la impotencia y la rabia deben tener una salida y transformarse en actividad, en imaginación. Algunas disquisiciones (como «Confusión») imaginan realidades históricas paralelas. Del gobierno de Boric en transcurso, por ejemplo, se dice: «nunca construyó las casas a los comuneros mapuche…» Paralelamente, «los diarios hablan de la creación de empleos mediante el comercio informal».
Vivir atormentado de sentido, también puede leerse como un manifiesto en torno a la escritura, al proceso de escritura. Aquí hay un estudio metatextual que se plantea el autor, quien dedica reflexiones sobre el acto de escribir y sus aristas; orígenes, motivaciones, repercusiones que se manifiestan en el ánimo. «La escritura le ha dado propósito a mi vida y cada libro ha sido una expiación de pecados». En otro momento, «la escritura será su tabla de salvación». Un arma de doble filo, eso es la escritura, porque actúa como bálsamo durante el proceso y como precarización en su post–producción.
Mucho hay que decir del paupérrimo escenario en el que deben actuar las artes en nuestro país. Estamos en el momento actual, durante el gobierno de Gabriel Boric, que se ve de manera crítica: «… todo parece improvisado… el estallido social fue sólo un movimiento delictual y esa violencia llegó para quedarse…» Los discursos inflamados y pletóricos de citas de poetas chilenos canonizados son fatua cháchara. El mercado es quien vota aquí y, como consecuencia, la producción (de un proyecto artístico) es costosa en muchos sentidos; los dividendos inexistentes. «Amo escribir, pero también lo odio». La voz narrativa comenta: «A la espera de los fondos literarios del Consejo del Libro…» En otro momento: «…no tengo apoyo financiero para publicar mis libros…», o «… ansío que exista un nuevo retiro de las AFP y de rentas vitalicias…» No es de extrañar, entonces, que el resultado final, un libro, sea comparado a «un hijo doloroso, algo extraño, saca a relucir tantos fracasos».
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis). Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com VIVIR ATORMENTADO DE SENTIDO de Aníbal Ricci Anduaga
Editorial Vicio Impune (2024). 132 páginas
Por Nicolás Poblete Pardo