Miedo o dolor, ¿qué nos impulsa como seres humanos? Altas dosis de cada uno nos pueden inmovilizar y dejarnos sumidos en depresión. El miedo por la incertidumbre de que la situación se vuelva insostenible y el futuro sea menos promisorio que el presente o el pasado. Un poco de miedo es deseable, el temor a la muerte define la vida de todos, pero en juventud o ausencia de enfermedad somos proclives a ser optimistas o en último caso creernos inmortales. Esta seguridad nos convierte en personas sin motivación, por eso la actitud de estar siempre cerca de la muerte, a un accidente de distancia, es en cierta forma constructiva. El escritor urde palabras para dejar huella de su andar, desearía vivir muchos años para escribir más libros, pero una vida larga y aburrida lo llevará a obviedades del gusto del vulgo. Querrá ser famoso y una vez alcanzada esa fama, podrá permanecer en ese trono escribiendo lo que todos desean escuchar. Mejor escribir para un único lector, tan peculiar como difícil de encontrar, pero cuidado con abusar del empeño, porque fácilmente podrá estar escribiendo para sí mismo y de esa forma la trascendencia no llegará jamás. El ser humano necesita de otros pares para construir un destino. El que crea que trasciende con mantenerse sano y vivir una larga vida creo que está equivocado. Se perdura en el tiempo a través de su obra científica o artística, por esa capacidad de seguir siendo parte de este mundo después de la muerte. Incluso se trasciende al ser recordado por sus descendientes. Creer que porque vives más años que tus compañeros de universidad has logrado una especie de estatus superior es como creer que un millonario es mejor sin haber hecho algo útil para la sociedad. Qué afortunado un escritor si su obra es leída después de su muerte o el empeño de sus seres queridos continúa editando sus libros. ¿Será deseable un funeral lleno de asistentes? Incluso ser incomprendido por la familia y sus pares puede ser una bendición si algo has hecho por trascender en esta vida, pero ser miserable con los que te rodean sólo por el hecho de que eres un infeliz que no se aventura en ninguna empresa, eso definitivamente no es trascender. Quizás te escupan en la tumba o peor aún te enfrentes a un adiós definitivo sin tus familiares en una ceremonia cerrada al público. No dejar huella es el mayor desperdicio genético. Y si cierta dosis de miedo te impulsa a buscarle un sentido a esta vida, qué bendición más bienvenida. El dolor es otra cosa, puede ser tan fuerte que incluso quieras morir o intentes acabar con tu existencia. Pero cuando el dolor es tolerable tienes dos caminos: te dejas derrotar porque la vida te muele a palos, o aprovechas ese dolor para sentir más allá que el común de la gente y ser gentil o ser capaz de comprender mejor la fragilidad del ser humano. Si en tu camino encuentras dolor y miedo en las dosis adecuadas, tu vida no te parecerá infinita ni eterna y el tiempo jugará a tu favor. Sabrás administrarlo con sabiduría. Mientras percibas que tu vida será cegada en cualquier instante, harás lo imposible porque el camino, por breve que sea, haya valido la pena.
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Por Aníbal Ricci Anduaga