A veces estoy cansado. Una avería difícil de controlar. Escribo libros intentando dar sentido etílico a las drogas. No tiene norte cuando lo peor ocurre los últimos días de diciembre. Drogado cada tres días deambulando por pasillos de tantos edificios. Escondiéndome en el descanso de muchas escaleras. Apoyándome en la puerta de la prostitución, mirando por el ojo de buey a la inversa. Sin dinero para seguir evadiendo esta existencia. Duermes mientras veo escenas de Breaking Bad. Heisenberg será el tipo desquiciado que cocina metanfetaminas. Un laboratorio puede explotar en cualquier momento. Me hubiera drogado contigo a tus veinte. No tan curtido y con menos cicatrices. Pero una mente retorcida que sabe dónde encontrar amor. Bebo cerveza contigo y disfruto de tu sabiduría de copas. No intentes jugar a perder esta vida que extravié en alguna curva. Tus labios me encuentran y soy un niño. El modisto atormentado de Paul Thomas Anderson. Quiero obsequiarte mi infancia, aunque haya sido vulnerada en un rincón inmundo de otra ciudad. Uno se droga para divertirse y estar despierto. Te cuento el secreto de que algunas personas suelen jalar para doblegar su herramienta. Dicen que hay otros que se vuelven locos. Yo apago la luz mientras la mente lasciva se enciende. Antes lo pasaba mejor, ahora derechamente es una forma de castigo. Compartir líneas para quedar en blanco a merced de lo oscuro. Soñando a veces roncas con ternura. Duermes y despiertas para decirme que no haga ruido. Las fosas nasales ya no hacen su trabajo. Tengo miedo de que no me ames y me anticipo. No aguanto una botella de pisco, me borro, estabas deliciosa y no cumplí con lo prometido. El sexo que te entrego con amor. Pero tu rostro se confunde con voces extrañas. La vida suele serlo, pero ahora tengo un miedo furibundo al libre albedrío. Pierdo el sentido, la consciencia quise decir. No recuerdo esa noche en que te hice daño. Mis inseguridades son peores con los años. Miedo a que se burlen del mateo que estudia para ocultar la vergüenza de los padres que no creen en las palabras de un niño. Salgo corriendo de ese montón de arbustos. Las luces chocan entre sí como en una discoteca. Los faros de los coches iluminan esa noche nada iluminada. Te escondes en la recepción y robas un licor rojizo de un armario. Esa mujer me hubiera hecho infeliz, pero esta otra me partió el alma. La reemplacé por una prostituta de brebajes también rojizos. Amaretto degradado con siete papelillos de dudosa factura. Esa sonrisa falsa fue lo único acogedor en esos años en cámara lenta. Y tu sonrisa me vuelve a la vida. Pero sobrevivir heridas parece una tortura. La felicidad de abrazarte y besar tus tatuajes de chica carretera. Estoy viéndote en el aeródromo disfrutando la noche sanfelipeña. No estabas con alguien al lado. Quizás eras práctica y lo piensas todo. No puedo darme ese lujo si quiero existir. Mi vida es olvidar horrores junto a gente en los márgenes. La cocaína nos vuelve inútiles y las cosas no se miden en erecciones. Sino en instantes en que no cabe una sola idea lúcida y el tiempo deja de ser verdugo. La adicción surge por abandono de la madre, tenía razón la curandera. Progenitores que juegan a ocultar cosas, a no mostrar el camino para que sea mejor el viaje. Un maldito desperdicio genético que los desgraciados llevamos a cuestas. Vuelves a ocultarte entre las sábanas después de contarme una horrible historia. El cáncer no iba a romper tu temple. Mujer ruda de estatura engañosa. Mis excesos ya no los quiero hacerte daño. Ojos profundos hacen renacer luego de un día de resurrección. Lo que he hecho es imperdonable, pero veo en tus ojos el ímpetu de la salvación. Quiero cuidarte este viernes y todos los viernes que sean necesarios. Creo que sobrevivo a la caída libre. Ya no quiero morir, aunque resulte contradictorio. Prometo no morir si me prometes otro despertar a las cuatro de la madrugada. Tus ojos lánguidos, tus pezones y tus otros labios exuberantes. Ayer maldecías y hoy el crepúsculo observa enamorado. Tengo miedo de que esta erección sea la última y debo desnudarme. Siempre habrá un remedio azul para atizar el cuerpo. La otra noche tal como la droga fuiste demasiado estímulo y mi cerebro tomó un atajo. Tuve una erección distinta y no pude continuar. Medio enamorado es medio estúpido no tener confianza. Y que pienses que me dejaste de gustar hace daño y da miedo que por un tecnicismo se abra el abismo. Deseo tu cuerpo y no el de otras mujeres. Me acostumbré a que me hicieran daño y veo el cariño en tus ojos y a través de mis excesos esos atajos que tomé para evitar naufragar. El viernes vamos a Santiago a disfrutar que canta Gardel. Un examen no dará cuenta de los infinitos que tenemos por delante. Lo prometiste. No morir, te lo prometo.
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Por Aníbal Ricci