Existe un equilibrio entre el bien y el mal, entre víctimas y victimarios, entre pasado y futuro. Una historia que aborda las diferencias entre un hombre y una mujer, pero esta vez profundiza en la esperanza como motor que impulsa a levantarse cada día. La vida es tiempo y esperanza. Nada que deseamos ocurre en el mismo instante en que lo pensamos, hay que esperar los sucesos en el tiempo, hay que esperar, porque la vida es espera. Una realidad paralela que acontece entre los recovecos de la mente. El heredero experimentará una suerte de memoria borrosa con los eventos que viven sus antepasados, postulando una instantaneidad del tiempo, sin pasado y sin futuro, donde sólo interesa la plenitud del presente, esos instantes de placer que pueden confundirse con amor. Una lucha por evitar la extinción del individuo donde los actos serán precursores del pensamiento, debido a que las emociones son incontrolables. El sujeto indaga en su futuro para encontrar respuestas a su pasado. Reconoce la diferencia que existe entre fe y esperanza. La primera es la creencia en lo absoluto e inmutable, mientras la esperanza lo invita a un futuro favorable. La fe todo la hace inconsciente y la esperanza lo invita a movilizarse, a tener una actitud optimista. Plantea la necesidad de enviar a un hombre a través del tiempo con el fin de salvar una unión que se ha vuelto tormentosa. Primero lo envían al pasado provocando el recuerdo de una mujer que lo espera en el terminal, de tren o de buses, el recuerdo funciona en cualquier escenario. Esa fijación lo conecta a la psiquis de un yo del futuro porque hay complejidad en conservar el amor con el paso del tiempo. El sujeto experimental vive las travesías como un continuo lineal, no hay confusión aparente, salvo al final cuando se da cuenta de que el recuerdo del pasado era el de su propio futuro. La idea de aferrarse a los sentimientos por una mujer es concebida como una alucinación paranoica, emulando la psicología de alguien que sufre el síndrome de Casandra. El hombre busca refugio en el pasado, donde la memoria intenta equilibrarse a partir del recuerdo. Pero también halla respuestas en el futuro debido a que el pasado se presenta difuso. Su memoria no se establece en el pasado o el futuro sino en todo el espectro. Las emociones fluyen de manera armónica y los sentimientos no se quedan atascados ni se distorsionan. «En un mundo donde la muerte es el cazador, no hay lugar para dudas ni lamentos, sólo hay tiempo para decisiones», postula Carlos Castaneda, una sola decisión puede cambiar de una vez y para siempre nuestra existencia.
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Por Aníbal Ricci Anduaga