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Aníbal Ricci Anduaga | Autores |




 






FUTURO

Por Aníbal Ricci


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Una batería cambia la vida, corazón. Antibiótico que asegura un latido vital. Quédate estos años porvenir y vamos de nuevo a la discoteca Curimón donde conocimos ese espumante eléctrico azulino. Valdivieso traslucirá el escenario brutal de los años ochenta. Enjoy the silence, no sigas en una frecuencia ni des pasos de moda, baila con tu polera holgada, soy el único adivino del tatuaje maorí. Lo beso en la boca, tú sabes cómo cambia de perspectiva. Disfruta este hombre mutado en niño y reconvertido en piedra volcánica del Rano Raraku. Cinco mil kilómetros de amor y errores, uno que espero sea el último. No sería capaz de otro domingo de tristezas, prefiero la fiebre de un sábado azul. No la poetisa Mistral, sino el brebaje con tónica en casa solitaria de puerta azul otra vez el sillón donde cenamos cabernet sauvignon al final de otra muerte fascinada por esos labios estallando el universo.

Todo empezó en las góndolas del supermercado, esperando tu jeep del 2003 ronroneando a casa en busca del amor mientras el ácido de batería carcomía nuestros jeans. Ropa dispersa en el primer piso, sulfúrico acto de subir las escaleras. Música de YouTube con Charly García tocando el teclado de Fito Páez al lado del camino. Pose perversa de lívido porno, memoria eterna de ocho milímetros. Domingo de recriminaciones, de pasado recalcado hasta el infinito. Repetirás los mismos errores parece una profecía de mujer que no sabe elegir. Pareja de ocho años simulando un espejismo. Mejor filma en treinta y cinco un futuro con el hombre que duerme siesta mientras espera este día maravilloso.

El lunes es un gran día, confesión de este invierno lluvioso y día preferido por los hombres enjaulados. Prometo transitar este pueblo de Alicia por las calles del mercado. Te cortas el pelo para liberarte, coquetea el tiempo buscando máquinas de dinero. Peluqueros colombianos y bolivianos diestros con la tijera. Rostro iluminado y sin necesidad de peinar. Te observo en la ducha otro tatuaje, pornografía artística mientras el agua recorre tu sexo. Rostro otra vez de placer, te abrazo después del orgasmo al que llegamos al unísono. Apagaste la estufa del primer piso, irradias ese calor bajo las sábanas. Duermo arrinconando tu cuerpo y será suficiente para capear el frío crepuscular. Clima de montaña, soy tu leñador. Estamos al borde del precipicio y cuando cede el alcohol puedo dormir sin necesidad de somníferos. Embriagado del placer de sentir tu corazón, duermo y descanso.

Al día siguiente veré una serie sobre los dioses de la mitología nórdica. Episodios para un joven me siento mientras la pantalla proyecta sombras. Luz de ordenador, todo tiene sentido y duermes a mi lado. La mujer de la voz de lógica implacable que asusta a veces cuando nos emborrachamos. Cantantes españoles distintos a Sabina y Serrat. Un cubano nos rescata con su corazón en fuga, herido de dudas mi amor.

Hago la cama para que puedas dormir al día siguiente cuando vuelva a Santiago, la capital del caos de un presidente con ideas más confusas que las de mi madre repitiendo titulares de los noticiarios. Alcanzo a llegar justo para comprar el chip de la felicidad en una tienda de celulares. Requiero activar el mío para ver tu rostro y susurrar palabras de amor tras los cristales. El balcón es mi oficina donde me aíslo de problemas y gritos destemplados. Hay que buscar esa billetera que mi madre no sabe dónde ha escondido. Abren la puerta corredera y mi padre pide ayuda por esa tontería, cuando en realidad debiera pedirla para asuntos de verdad. Está enojado el viejo y no quiere asumir la verdad. Mi madre vaga al borde de la cornisa casi a punto de caer. Amor mal entendido que viaja diez horas rumbo a Temuco, da unas vueltas a la plaza y emprende el regreso carente de lógica. Para agotar los cuerpos y consumirse como pilas revenidas. Cierro la ventana y disfruto de nuevo el silencio. Esta mujer danzando en medio de la pista de baile. Walking on sunshine y Katrina and the waves. Salimos al frontis y los guardias buenos días buenas tardes llaman a un móvil. Esperamos mirando las estrellas y bailando una última canción. Minutos de regreso, puerta azul, desnudos ya no tenemos jeans para cubrirnos, el ácido destruyó la ropa, sobreviven nuestros deseos, el amor los escenarios me hicieron este hombre enamorado. Digo la verdad, duele lo que importa es el futuro, no este domingo terrorífico. Un futuro para recordar, ese boliche de la cerveza y las botellas de vino blanco. Un pozo profundo en la esquina, mencionan los pacos y quizás la vida me molerá a palos. No recuerdo, pero la memoria retorna al ascender en Ñuñoa, esa comuna cuyas calles recorremos hasta abrir la puerta e invitarte a mi cuarto de papel mural destrozado. Hacemos el amor, es la primera vez, antes estuviste en estas sábanas y dormimos platónicamente. Vórtice del compromiso latente, anillos que aún no han sido forjados.

Los días de la Isla de Pascua, la erupción volcánica, tendré que beber contigo, viajar dentro de ese vagón surcando la línea cuatro, la de las voces que lastiman y que esa noche fue tu voz. Vamos de la mano observando tubos fluorescentes, pero el tiempo lleva a otro lado. Viajamos al futuro donde sigues siendo mi esposa, la del siete de septiembre, esa canción de Mecano con Miguel Bosé. No es ese día, ambos lo sabemos, será otro secreto de este mes convulsionado de cincuenta años. Yo tengo más edad, pero qué importa. Mi memoria no reemplaza la de esas madres y esposas. Olvidaron que el perdón es lo divino. Madre y esposa, te pedí perdón ese horroroso domingo, ya era lunes y no me sentía bien. Tardé horas en dormir a pesar de las pastillas. Dijiste las palabras mágicas cuando terminé de lavar la loza. No sabía que hacer, moverme de un lado a otro no era suficiente. Me gusta regresarme del olvido, aunque reconozco tu alma de Funes.

El lunes todo cambió, la batería dejó de funcionar y empujar fue inútil. Un cable a tierra para pasar corriente de una batería a otra. No olvido los antibióticos para tu corazón. Una batería nueva de cuarenta y cinco amperios. El lunes por la noche vinieron los orgasmos sucesivos. La seguridad de que el jeep no te iba a dejar tirada. Tengamos un futuro, miles de llamadas por el celular nuevo.

Morir de nuevo cada noche entre tus brazos.


 

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