Encontrar una banda de música que te haya acompañado todos estos años. Con letras en inglés que entendías a medias y brotaban desde la potencia del heavy metal.
Escuchar los primeros discos en casa de Alberto Pizarro, el mago que todo lo transformaba; el loco incomprendido por los profesores. Ese buscador incansable que hizo camino dibujando carátulas, refugiado en el azar ecléctico, sin saber lo que iba a encontrar. Amistad cómplice a otro ritmo, en tiempos donde había que pegarle a una batería imaginaria. Reprodujo la tipografía de los títulos con la roca a cuestas, un esfuerzo para dotarnos del fuego de una de las mejores bandas del rock británico.
Seguí escuchando por años estos temas y al hacer un recuento descubro mensajes ocultos. Presagios futuros que debían ser vividos, pero que Bruce Dickinson cantó tantas veces, siempre a decibeles de alto calibre. El lenguaje crea realidad y uno lo entiende como algo espiritual, pero te das cuenta de que esas letras abrieron la ruta. Te transformaron en otro buscador lúcido. Porque vivir no es necesario, pero sí lo es navegar buscando hitos y nuevas conquistas con el paso de los años.
Recordaré amigos que ya partieron; intuyo que el tiempo se acerca. Obsesiones que ahora parecen absurdas, pero que me convirtieron en escritor. Un hombre lleno de sueños y esperanzas mientras descubría que la locura y el dinero no eran un juego de suma cero.
Iron Maiden plantó la semilla y luego empecé a escribir un camino propio. Los cuentos y novelas fueron mejores proyectos que esas planificaciones estratégicas. Imaginar ese lugar donde quieres estar y luego llevarlo al papel. Ya no tenía tiempo que perder, pero sí tiempo para elegir. Ir al colegio se volvió un suplicio y opté por este otro camino alternativo. Un rumbo diferente que me permitió escapar de la moral de los hombres. Sorteo obstáculos y despliego esta cordura desquiciada. Siempre desperdiciando el amor en sombras que rondaban en la noche.
Elegí la profesión equivocada. Nunca quise ser un simple corredor de cien metros que busca bienes materiales. La vida es una larga travesía, la idea de que el largo aliento dará frutos. Uno se hace escritor esperando que las palabras tengan sentido y conmuevan a otro corredor de fondo. Para exorcizar miedos de la infancia y encontrar algún sentido a los traumas, para no temer a esas sombras que pisan los talones. Travesías en bicicleta para alcanzar lugares protegidos, siempre pedaleando al máximo de pulsaciones. Recuerdos que surgen del pasado, tomando un café para ir al encuentro de las almas. Levanto la vista y en la mesa de al lado hay una mujer empoderada. Esta vez he bebido muchas cervezas, pero me da su número de teléfono. Estoy perdido y cansado de estar solo. Verá mi tristeza a través de mis gritos de auxilio. Voy en la quinta cerveza y mis esperanzas vuelan por los aires. Leerá mis escritos, no ese mismo día, los sueños tardarán en llegar. Imagino que bailamos una canción de Phil Collins y que nos besamos durante toda la noche. Pero retorno a la autodestrucción, a deseos de habitar lugares peligrosos. Experimentar la angustia de la muerte y la impotencia de no poder hacer justicia. Me sentí insignificante porque el clarividente no predijo su propia muerte. Básicamente, escribo la historia de un prisionero de sí mismo. Alguien que huye de la felicidad y que no cree merecer una buena racha. Censuro a los que me quieren, incluso a esta mujer que me observa. Debo traerlo del útero y mientras no aprenda a quererme no lograré dar el gran salto. Tengo que volver a intentarlo y dejar atrás las mentiras. La mujer del restorán me ha buscado, sólo está furiosa por mis debilidades. He tomado rumbos equivocados, pero estos me condujeron a este instante, hacia la mujer que siempre estuvo en mis sueños. Necesito incorporar el pasado al presente, mutarlo en nuevas acciones que permitan atesorar mi existencia. Todas mis malas decisiones fueron señales para que me encontrara en medio de la oscuridad. Esa que me permitirá brillar luego de ese beso legionario. Ese que transporta y hace evolucionar. Le doy sentido a este recorrido fascinante que voy escribiendo a cada instante. Casi sin darme cuenta estoy disfrutando de mis errores y apartando esa tristeza de tiempos inmemoriales.
Esto de adivinar el futuro a través de letras del pasado no es una coincidencia. Todo buscador anhela un destino, lo intuye de algún modo, el escritor está siendo imaginado por el músico, ambos escarbando en su pasado y contándose mutuamente lo que les depara el destino.
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Por Aníbal Ricci