Escribo hasta la madrugada y en la mañana me siento fatal. Nunca había tenido síntomas de abstinencia, ganas de consumir sí, pero no este malestar físico. Mi nariz debe estar obstruida porque siento un profundo olor a humedad. Pensé que eran los cojines, pero en el living y en la cocina permanecía el mismo hedor. Me recuesto en la cama y siento escalofríos, así como el pecho oprimido. La mucosidad amenaza con hacer colapsar mis fosas nasales y recuerdo el consejo de una amiga. «Si te vienen deseos incontrolables date una ducha con agua helada». No tengo ánimos de salir a comprar droga, pero por si las moscas y para cambiar la rutina me someto a esta terapia de shock. Ya sentía frío y quedo congelado luego de un minuto. Me abrigo y los pies están como piedras. Es extraño, me siento como la mierda, pero de alguna manera me creo capaz de abstenerme e incluso empezar a escribir estas líneas. Me rio con esto de las rayas, debe ser mi subconsciente. Miro hacia el norte por la ventana y el día está radiante. Entra calor por la ventana en pleno invierno, aunque la ducha ha causado estragos. Voy por un café para calentar el cuerpo y me preparo un sándwich para agregar algunas calorías. Tengo veinte lucas para las emergencias y estoy impresionado de tener las llaves del auto a mano y de que algo haya cambiado. Quizás este día primaveral sea un anticipo de tiempos mejores. Amanecí con una idea fija en la cabeza: debo publicar más libros este año y disfrutar esta vez del proceso. El lanzamiento del libro de cine fue genial, pero de inmediato me puse introspectivo y la fase autodestructiva se desató a las pocas semanas. Tengo un libro en ciernes y preferí aplazar su publicación. Capaz que esta semana lleguen los primeros ejemplares y tendré que guardarlos en bodega hasta que de verdad tenga deseos de verlos nacer. Esta mañana me asaltó esta idea de otra publicación para este año. Es algo constructivo y quizás eso sea lo que me motivó a permanecer en casa y no acudir a la población Santa Julia. Estos dos últimos años han sido infernales y aún parece prematuro cantar victoria. A mitad de semana acudiré a la barbería a deshacerme de mi aspecto de indigente. Tengo la piel seca y un rubor extraño en las mejillas. Si más tarde entro en calor y me asaltan las ganas, volveré a exponerme al agua fría.
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Por Aníbal Ricci Anduaga