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Aníbal Ricci Anduaga | Autores |











UN TRANVÍA LLAMADO DESEO (1951)
Dirigida por Elia Kazan

Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado en Revista Occidente N°528. Junio 2022


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Adaptación al cine de la obra homónima del dramaturgo Tennessee Williams, considerada una de las más importantes de la literatura estadounidense, primero estrenada en teatro (1947) por el propio Elia Kazan.

Blanche DuBois llega a vivir a la modesta vivienda que su hermana Stella mantiene en Nueva Orleans, luego de haber sido desalojada de la hacienda familiar con motivo de los despilfarros de sus parientes. Las hermanas provenían de una familia acomodada, pero ahora Blanche ha quedado en la ruina rememorando tiempos mejores y proyectando ambiciones futuras a través de sus pretendientes.

Stella se ha emparejado con Stanley Kowalski, descendiente polaco representante de la clase trabajadora que desde el primer minuto no soporta la arrogancia y los aires de grandeza que profesa la hermana.

Blanche viene huyendo de la mala reputación que forjó en su tierra natal. Hace ostentación de una educación superior y su vida transcurre fuera del mundo real, inventando historias de pretendientes millonarios, donde ella misma confiesa que subsiste alterando la realidad y transformándola en magia.

Bebe demasiado, es neurótica y sufre crisis de pánico. La cotidianidad la supera a menudo y necesita refugiarse en la opulencia del pasado. Hay un fuerte sentimiento de atracción-odio entre Stanley y Blanche, pero esta última se las arregla para cautivar al menos rústico de los amigos de Kowalski.

Elia Kazan filma las escenas con soltura, rescatando la teatralidad de los diálogos, ejecutadas a la perfección por un notable elenco. La fuerza interpretativa de Marlon Brando (Kowalski) tiene su contraparte femenina en Vivien Leigh (Blanche), encuentro de dos caracteres que tienden a dominar a las personas que los rodean. Hay una permanente tensión sexual que el director desarrolla claustrofóbicamente al interior de la vivienda, siempre con las cortinas cerradas y en una penumbra donde chocan los personajes.

Blanche no sale nunca de la casa y si lo hace, lo hará de noche, siempre huyendo de la luz y de las murmuraciones de la gente. Sus pensamientos han quedado atrapados en las miradas inquisidoras de su ciudad natal, en cierta forma para el director y para Blanche, la luz representa la realidad, de la cual huye para refugiarse en la oscuridad, el lugar donde las mentiras pueden disfrazarse de verdad dentro de la mente fantasiosa de Blanche.

Stanley, en una noche en que Stella no se encuentra en casa, encara a Blanche que lo intenta agredir con las esquirlas de una botella y en el forcejeo Kowalski la abusará sexualmente. La mente de Blanche abandonará definitivamente la realidad. Ya no se tratará de magia, sino simplemente de locura al no poder confrontar la realidad y haber dejado avasallarse por otro ser humano.

La película constituye un estudio acabado del machismo y de la violencia sexual, tema vigente a pesar del paso de los años, pero sobre todo profundiza en la psiquis femenina, esa aparente debilidad que juega con la voluntad de los hombres, solapada dentro de una dependencia del macho proveedor, pero que indudablemente oculta una fuerza que subyuga al mundo a girar en torno de su voluntad. Este tema subsiste en la actualidad, donde las mujeres ahora buscan emanciparse de los hombres o al menos mantener su independencia económica.

La perspectiva de la mujer ha cambiado radicalmente y en el presente el concepto de femineidad tiene menos relación con los caprichos y evidencias de debilidad con que las mujeres manipulaban a los hombres de antaño.

Woody Allen adaptará el texto dramático y dotará de una nueva visión a la historia de Tennessee Williams. Blue Jasmine (2013) será protagonizada por Cate Blanchett, que personifica a Jasmine, mujer que vive del aquí y ahora prestado por su hermana Ginger.

Allen le reserva más líneas a Ginger (Sally Hawkins), que personifica a la inmediatez, ese contentarse con el dejarse llevar, una mujer que no se valora a sí misma y cuya fuerza de gravedad atrae a puros perdedores.

Ginger simboliza el fondo del pozo, esa alma caritativa que no tiene nada que perder, debido a que no existe un estado peor. Allen coloca en el abismo a ambas hermanas, en cambio Kazan se enfoca en el infierno de Blanche. La hermana carece completamente de autoestima y cuando llega Jasmine en un estado calamitoso, Ginger en su pequeñez siente que puede ayudar a alguien más desamparado.

La propuesta de Allen es más moderna y Jasmine representará la ausencia de presente: siempre se hizo la tonta con los negocios turbios y amoríos de su marido. Personaje arribista e hipócrita, en cambio en la versión de Tennessee Williams, Blanche quedó desamparada luego de la muerte del esposo ante remordimientos por sus inclinaciones homosexuales. Este último tema fue rupturista para la época y Elia Kazan debió esconder esa realidad bajo el rótulo de «debilidad», como también recurrir a una elipse magistral para simular la violación de Blanche tras un espejo roto, para de esa manera eludir la censura. Al respecto, hay que subrayar que la representación teatral logró remecer los prejuicios morales de los años cincuenta; no así la versión cinematográfica cuyo guion adoptó una postura más conservadora para adaptarse a los cánones imperantes de cara a las estatuillas que obtuvo en los Oscar.

 

 


 

 

 

 

 


 

 

 

 


 



 

 

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