Estoy sanando el resentimiento hacia mi padre. Le regalé el nuevo libro y dijo que el título era igual de negro que todo lo que escribo. Le comenté que era más luminoso y versaba del amor en tiempos de pandemia y estallido social a partir del punto de vista de un exmilitante del MIR que bregó contra la dictadura y sus poderes fácticos. Celebró desde el primer día la asunción del doctor Allende y muchas de las posteriores locuras de esos tres años. Pero no tuvo dudas en luchar contra un gobierno que abusó del poder de las armas y violó los derechos básicos de la población. Transitamos desde un gobierno de extrema izquierda a otro de extrema derecha. Fue torturado por sus convicciones políticas y en muchas ocasiones cayó en la cárcel. Dispuesto a dar su vida y a pesar del terror siguió adelante. Me interesó esa voz joven al entender que durante esos años no tenía nada que perder. El miedo a la muerte no era parte de su alfabeto y en cierto modo no pensaba en su futuro, sino más bien en el futuro de los otros. Renunciar al futuro no es un punto de vista que se entendiera fácil durante la transición democrática. Época en que se persiguió una libertad en la medida de lo posible, pero manteniendo los lineamientos económicos impuestos por la dictadura. Ocurrió el estallido social y este personaje quedó admirado por la organización desplegada en la quema de las estaciones del metro. Quizás era otra locura destruir un transporte que conecta comunas de las más diversas clases sociales y un ejemplo de cómo la infraestructura puede llegar a toda la población. La locura es el ámbito en que me he desenvuelto durante toda la vida y desde mi sabiduría extraña nunca entendí haber copiado a la usanza gringa los cuatro años del período presidencial, pero sin derecho a una reelección inmediata, condenando a los presidentes a un horizonte de corto plazo que, era lógico pronosticar, llevaría al país a transitar continuamente entre las posiciones de izquierda y de derecha, alternancia en el poder es el eufemismo, que nos tiene estancados desde hace una década. Para empeorar las cosas el sistema electoral facilita la proliferación de partidos políticos al interior de ambas cámaras del congreso. Una locura que alimentamos votando por políticos oportunistas que velan por perpetuarse en sus cargos. Cristian Cottet batalló por devolver la memoria a ciudadanos que nos acostumbramos a hacernos los lesos en materia de justicia. Paradojalmente esa lucha tuvo consecuencias y su memoria se quebró al punto que un Alzheimer fue borrando las huellas de todos sus sacrificios.
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Por Aníbal Ricci Anduaga