El auto lo debieron vender hace años. Mi padre lo utiliza para ir a un almacén que está a cuatro cuadras y donde la última vez le robaron los espejos laterales. Setecientas lucas por el gusto de conducir sin licencia, cuando por tres lucas traen las bolsas a la casa. El último choque lo arregló con un mecánico que le puso tornillos en la defensa delantera. La compañía le hubiera provisto de refacciones nuevas, pero según él iban a subirle la prima. Parece un cacharro viejo, lleno de abollones, aunque el viejo tiene el derecho de hacer lo que le plazca. Lo único que le pido es que me interne unos meses en un psiquiátrico, de verdad no me alcanza con la pensión. Lo de conducir sin licencia es medio irresponsable porque si lo llegan a detener en una operación de rutina, le van a requisar el auto y se lo llevarán a corrales. Le saldrán otras setecientas lucas, pero según él es más costoso comprar en línea. Mis pensamientos son irreales, tengo puro porno en la cabeza y me piden responsabilidades de un banquero. Duermo en un sillón en el balcón y con la llegada del invierno ya no tengo espacio propio. Acudí a la Superintendencia de Insolvencia para consultar por una eventual quiebra de persona natural. Estoy plagado de deudas y no debo tener acceso a nuevos créditos. Para declararme insolvente requiero acreditar unos pocos bienes. Me encierran con llave y pienso que está bien. Estaría mejor con otros locos y con una cama que no me destroce la espalda. Dos computadores, un par de estufas, un refrigerador, una mesa de roble, reunir veinte bienes para que el juez haga posible que desaparezcan las deudas con la caja de compensación y con una tarjeta de tienda que todavía no logro controlar. Pero mi familia no está dispuesta a que me declare en quiebra y no me facilitarán los bienes que yo tengo en sus bodegas. Salgo una vez al mes y aprovecho de encerrarme durante la noche en un motel acogedor. Apenas pongo un pie en la calle las miradas de los demás son insoportables. Unos litros de cerveza permiten reducir los espacios y la gente alrededor. Los impulsos sexuales se disparan, de verdad requiero estar encerrado unos meses, pero mis padres, con dos pensiones millonarias y un montón de departamentos en arriendo, no están dispuestos a complementar mis lucas y dar con un lugar de reclusión. Mi pensión va por la mitad y de verdad prefiero irme a la mierda en otro lugar que seguir compartiendo momentos ingratos. Este viejo desde que me casé desconfió de mi esposa e inventó historias junto a mi hermana. Incluso, ella con su pareja, echaron abajo el portón con un camión y me robaron todos los regalos del matrimonio. Por estúpido que parezca para una mente tan inestable, vivir al alero de esta familia sólo traerá perjuicios. Suelo deambular drogado por barrios peligrosos y es cosa de tiempo para que me alcance la justicia. No me ayudaron a rescatar el departamento del banco cuando estuve encerrado en una clínica psiquiátrica. Diez años pagando dividendos no sirvieron de nada. Será mejor morir con las botas puestas y volver a arrendar una pieza para dejar de escuchar malas palabras. Los hijos de mi hermana tienen treinta y tantos años y no le han trabajado un peso a nadie. Con todos mis episodios, a la edad de ellos yo llevaba ocho años trabajando y tres brotes de esquizofrenia a cuestas. Mi sobrina no ha estudiado nada y aloja en el departamento de la playa, pero yo tengo que vivir cagado de frío en el balcón. No quedan tantos años para que mi hermana me declare interdicto, habla de la herencia y yo sólo quiero un lugar más protegido. Intenté internarme en el hospital psiquiátrico de Putaendo y me pusieron en lista de espera. Mi hermana odiaba a mi esposa y que accediera a una propiedad, mientras ella aloja en el departamento más lujoso con varios millones para mantenerse ella y sus hijos, el pago de sus estudios, la idea es que yo soy el enfermo de la familia y me corresponde el hospital psiquiátrico, uno donde mi padre no deba invertir un peso. Mi hermana cree que estoy preocupado por la herencia, cuando yo sé que un episodio más de esquizofrenia me enviará al otro lado.
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Por Aníbal Ricci Anduaga