Al atardecer las ramas del pino pierden profundidad y contraste. Los rayos de sol ya no entibian y voy en busca de un bus rumbo a casa. Este invierno amenaza con no irse nunca y ni siquiera el resultado del test de Elisa remece mis pensamientos. Llevaba muchos días sin escribir una sola palabra y al parecer los días empiezan a tener más horas de luz. Deberé esperar hasta fines de julio para tener esperanzas de un septiembre lejano. En mi vida había sentido esta sensación de final, de que no vale la pena seguir luchando. Tengo el rostro destruido por la droga y no me afeito hace más de un mes. Quiero dormir durante todo el día y recién a medianoche enciendo el computador para visionar Netflix. No es la primera vez que veo dos veces una serie, mi memoria va borrando los recuerdos de incluso aquellas buenas. Adelanto diez segundos para evitar lo obvio y poder editar a mi gusto. Los diálogos aburren, por eso prefiero las películas de ciencia ficción. Me gustan estas distopías futuristas sin esperanza. Un futuro de mierda donde la sobrepoblación vuelve todo gris entre los letreros fluorescentes. Replicante es un tipo de androide que alcanza una vida útil de cuatro años, límite que les impide desarrollar una cognición empática que los haga idénticos a los seres humanos. Persiguen las mismas interrogantes del ser humano: ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿cuánto tiempo me queda?, aunque más inmediatas y al alcance de memorias finitas. Se aferran a los recuerdos con que sus creadores los controlan. «Es toda una experiencia vivir con miedo», confiesa Roy Batty, replicante que ha vivido experiencias vedadas a la mayoría de los humanos. El miedo a que se cumpla una fecha de expiración inmovilizaría a cualquier ser humano, con mayor razón para estos seres cibernéticos que perciben la realidad durante un breve lapso. Poseen capacidades sobrehumanas y experimentan eventos extraordinarios, pero cuatro años probablemente son insuficientes para desplegar afectos. Estos replicantes evidencian emociones con la única certeza de que les queda poco tiempo. Cada acto posee una significación mayor, cada palabra los acercará más a ese final no deseado. Ellos sienten miedo al igual que los humanos, pero la intensidad de ese miedo es inversamente proporcional a sus años de funcionamiento. Al acotar su vida a cuatro años, un símil del «miedo a morir» les hace difícil sobrellevar la existencia. Sus capacidades expandidas captan una mayor información del entorno y pueden experimentar situaciones muy peligrosas, por lo que la pérdida de toda esa experiencia les resultará incomprensible y aquel miedo se hará insostenible. Sus emociones se desbordarán, la moral se volverá más relativa. Los replicantes pueden entrar en pánico, en cuatro años jamás lograrán desarrollar emociones estables. El miedo los volverá violentos y harán lo imposible por extender sus vidas. La cognición empática implicaría que un individuo se valida con la existencia de otras personas. «Me amas… confías en mí», le pregunta Rick Deckard a Rachael, ignorando él mismo su origen replicante, pero intuyendo que el amor y la confianza responden a esas preguntas de la existencia. Cuando Deckard dispara a Pris, Roy Batty de verdad derrama lágrimas y siente deseos de venganza. Sabe que su ciclo está terminando y se entierra un clavo en la mano para seguir sintiendo dolor. «Todos estos momentos se perderán… como lágrimas en la lluvia». No veo horizonte en medio de este invierno, los deseos de ser amado se han difuminado y poco entiendo estos últimos años sobre la faz de la Tierra.
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Por Aníbal Ricci Anduaga