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Aníbal Ricci Anduaga | Autores |












TRILOGÍA DE LOS COLORES
Dirigida por Krzysztof Kieślowski


Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado en Revista Occidente 532 Octubre 2022


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LAS JAULAS DEL ALMA

No codiciarás a la mujer de tu prójimo, noveno mandamiento para el judaísmo y el cristianismo, evocado por este director en su Decálogo (1988), retrata a un hombre que no puede satisfacer a su mujer y que en algún pasaje escucha al compositor ficticio Van den Budenmayer, pseudónimo de Zbigniew Preisner, el genio musical tras las partituras de parte importante de las películas del cineasta, cuya misma pieza será rememorada en Rouge, otorgándole un nuevo enfoque, disparador esta vez de la esperanza, tema abordado de manera melancólica dentro de su filmografía.

Kieślowski acostumbró insertar partituras, personajes sin nombre e incluso protagonistas en sus filmes, unos dentro de los otros, en un juego de matrioskas que ocultan ventanas para entender su mensaje, muñecas que simbolizan ciertas emociones que atrapan al individuo y al mismo director en su particular visión de la existencia. Dentro de esa faceta pesimista también hay visos luminosos, debido a cierta obsesión por buscar aspectos que unieran al ser humano, rasgo también recurrente en las artes.

El cine del polaco se entiende desde cualquier rincón del planeta, el lenguaje expresado a través de emociones, su alfabeto, la materia prima esencial, esas teclas universales del ser humano, las jaulas del alma según el código del director. Jaulas en vez de emociones, por esa lucidez para expresarlas a través de la variación patológica, un contraste violento para desenmascararlas.

 

 



BLEU (1993)

Patrice es un afamado compositor. El auto se estrella contra un árbol y mueren él y su hija. Sobrevive la joven esposa. Las primeras escenas transcurren en el hospital durante su recuperación. Los planos se tiñen de azul ante la música que brota de esa mente. Julie alquila un apartamento en un barrio lejano y no se atreverá a confraternizar con los vecinos. Desde un café observa a una anciana encorvada, pero su tristeza la aísla y la viejita deberá depositar la botella a duras penas en un contenedor. Primera ventana dentro de la trilogía. Julie en su desconsuelo no puede ayudar a nadie, pero tampoco firmará el consentimiento para que desalojen a una vecina del piso de abajo. A lo largo de la película se oyen fragmentos de la partitura que Julie aloja en su cabeza. Esas notas le recuerdan todo lo que ha perdido. En las escaleras de su nueva morada vuelven a surgir destellos azules que se confunden con esas notas. El azul de la piscina irá sanando sus heridas durante las noches. La vecina necesitará consuelo en el futuro y Julie entrará en su burdel, donde confiesa que le gusta su trabajo: “Libertad”, color azul de la bandera de Francia, según Kieślowski. Seres a la deriva, se encuentran solos como la viejita encorvada, pareciera que la vida fuera puro sufrimiento. Julie ha ido entablando pequeños lazos con esos seres errantes y ante la decisión del ayudante de Patrice por terminar el concierto, ella se volcará a completar vacíos de la música que le pertenece. Se entera por casualidad que su marido tenía una amante, a la que enfrenta en un café a la salida de tribunales. En esos mismos estrados, Julie se cruzará también casualmente con los personajes de Blanc, ventana a la segunda cinta de la trilogía. Los fragmentos de música intercalados por fundidos a negro van navegando entre imágenes de esos seres solitarios que habitan Francia: el chico que la rescató, la vecina, la madre, el amante dando a luz al hijo de Patrice y ella misma abrazada junto al ayudante de su marido. Las notas han completado los silencios y la belleza de esa libertad cobra sentido. La música acompañará a esas vidas inconclusas hasta que puedan conectar con otros solitarios.

 

 



BLANC (1994)

“Igualdad”, color blanco de la bandera francesa, según Kieślowski. Un peluquero de origen polaco abandona el tribunal donde su esposa ha solicitado el divorcio, dejándole una maleta con sus pertenencias. Un sujeto desarraigado que no ha podido consumar el matrimonio, debido a que se siente menospreciado en París (hasta las palomas le vierten excrementos). Karol no tiene donde dormir y mientras pasa frío en la calle, observa a un anciano encorvado con dificultades para depositar una botella en el contenedor de envases. Observa a ese ser desvalido, al que ni por asomo ayuda, e incluso se ríe al verlo sufrir una vida “igual” de desgraciada. Esta ventana no es muy esperanzadora, hay rabia en este hombre que ha tenido una racha de mala suerte. Antes de salir del país escondido en su maleta, Karol ha sido testigo de cómo Dominique disfrutaba del sexo con otro hombre. Robará una escultura que le recuerda a esa mujer idealizada, se romperá en el trayecto hacia Polonia y el hombre tendrá que pegar esos trozos. Una segunda forma de igualdad se expresa a través de la lucha entre el bien y el mal. Karol lo ha perdido todo, vuelve con su hermano a la modesta peluquería de Varsovia y en un segundo empleo trabaja para unos especuladores inmobiliarios. No tiene dinero y está dispuesto a quitarle la vida a otro habitante de su tierra, otro “igual” que está cansado de la vida mundana. Le dispara una salva, le da otra oportunidad y algo ha cambiado, antes eran un par de desgraciados y ahora patinan felices en el hielo. Hermosa escena. De ahí en adelante todo será posible para esos dos hombres, en cierto modo, a ambos se les abren posibilidades de futuro. Kieślowski hará patente su desprecio por el sistema capitalista donde todo tiene precio, ya sea una vida humana o una propiedad apetecida por los mafiosos. Karol estará dispuesto a estafar a los especuladores y con ese dinero volverse un hombre de negocios. Donde anteriormente existía amor por una mujer, ahora aflora cierta falta de escrúpulos. El mal ha equilibrado las fuerzas del bien. En Polonia alcanzó fortuna dejando atrás la mala suerte. Poco a poco se fue convirtiendo en un ser rencoroso. Se podría decir que se ha vuelto tan insensible como Dominique. La venganza será simular su muerte e inculpar a su ex esposa. Tras el funeral, se materializará ante ella y harán el amor al encontrarse en igualdad de condiciones. La venganza se ha consumado y por las mañanas él acude a la cárcel a divisar a Dominique en su celda. Ella, mediante señas a la distancia, aceptará volver a ser su mujer. Ella era su obsesión y ahora Dominique ha sido cautivada por el maquiavélico plan. La obsesión patológica fuerza la mutua atracción. Vuelve la escena de ella saliendo de la iglesia, radiante, esta vez correspondida por un beso. Comedia negra con música sublime que marca los clímax. El matrimonio como transacción y el final simboliza un sentimiento retorcido. No es casualidad esta visión capitalista de las relaciones, el mismo actor que aparece en No codiciarás las cosas ajenas, el décimo mandamiento aludido en Decálogo. Kieślowski vivió la desintegración de la Unión Soviética luego de la caída del muro de Berlín. Intuía la pérdida de los valores familiares tras la llegada de la economía de mercado. Lo deja patente en Decálogo 10, los hermanos que están a un tris de traicionarse y de traicionar su verdadera pasión. Kieślowski culpa al mercado de la falta de solidaridad de la sociedad, a través de ese no ayudar a los ancianos a depositar una botella, visionado tanto en Bleu como en Blanc.

 

 



ROUGE (1994)

La solidaridad se expresa en el cariño por los animales, en no darse por vencida ante el pesimismo del juez: «en cualquier momento la vida puede sonreírte», como se lee en la gigantografía publicitaria donde aparece Valentine, modelo de pasarela ingenua y de buen corazón. El lazo final con las otras dos cintas de la trilogía será expresado a través de la propia protagonista cuando ayuda a una anciana a depositar la botella en el contenedor. “Fraternidad”, color rojo de la bandera francesa, para Kieślowski sinónimo de solidaridad. Surgirá el tema de las relaciones abordado desde lo aleatorio, las conversaciones telefónicas entre amantes darán luces al espectador. El nexo con un amor oculto será a través de escuchas telefónicas que realiza un juez retirado al que por azar conoce Valentine. Ella atropelló a su perro y por los datos del collar ha ingresado a la residencia y también casualmente se ha enterado de que el juez espía a sus vecinos. Otra grabación será entre una mujer de más edad que el amante, un joven abogado que acaba de recibirse. El juez intuye que el estudiante de leyes no ha encontrado al verdadero amor, sin percatarse de que así era él cuando joven y todavía desconociendo que este último sufrirá la misma decepción que experimentó en su juventud. Lo aleatorio de las escuchas será central en esta cinta y gracias a la intervención de la intimidad, sin sospecharlo, el juez hará posible un vínculo otra vez casual entre el futuro juez y Valentine. Las pláticas con la chica van ablandando el corazón del juez y la música cada vez más esperanzadora irá sugiriendo un sentimiento platónico. En las otras películas de la trilogía, los personajes luchan contra la soledad, Julie sorteando una depresión y Karol materializando su obsesión compulsiva. En esta tercera parte, el juez termina con su pulsión por espiar, sólo porque Valentine se lo pide. El juez cambia su forma de ver el mundo y de manera indirecta altera el curso de las relaciones (de ella y los vigilados) cambiando azarosamente el enjambre de la sociedad. También hay una solidaridad compartida. El hombre la ve con los ojos que la verá el futuro juez y ella le trajo esperanza a su vida: los cachorros, la invitación al desfile de moda, el sentimiento de preocupación al final de la cinta. El tono sombrío del comienzo será mutado en esperanza, incluso luego de un terrible accidente de transbordador. Valentine ha resucitado, apareciendo entre los sobrevivientes de la tragedia junto a los protagonistas de Bleu y Blanc. Los acordes y partituras de Zbigniew Preisner destacan sobre todo en esas partes de la trilogía, quizás el compositor sea un mejor cómplice con la visión sombría de la vida que tan bien retrató Kieślowski en su Decálogo unos años antes. Rouge también se vestirá de melancolía, de vidas en proceso, aun cuando utilice como telón de fondo la esperanza en el ser humano.

 

 

 

 



 

 

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