Estuve durmiendo todo el día porque de verdad me sentía horrible. Como vivo en el balcón, escucho todas las conversaciones de mierda. Hasta les molesta la ropa sobre el sillón y hace un mes se deshicieron de mis libros y los tiraron a la bodega. Mi familia está compuesta por una especie extraña de vagos que no estudian ni trabajan, salvo mi padre que lo hizo por cuarenta años, aunque igual depositó los desahucios suyos y de mi madre en instituciones financieras y al final dilapidó el dinero. Alega de su familia de origen, que engañaron a su madre, pero la verdad sus propiedades fueron heredadas cien por ciento. Yo me hago mierda porque el horizonte me resulta difuso. Pero al menos he escrito libros y he podido financiar mis publicaciones. Vivir no es necesario, aunque sí navegar. Esperar que pasen los años para sólo alimentarse es algo que jamás podré entender. Estoy condicionado por la mente, pero hay que aportar algo al universo. La última vez que vendí en una feria de libros tuve una crisis de pánico, algo tan simple como hablar de libros se volvió cuesta arriba. Antes era más responsable, pero los eventos transcurren tan rápido que ni siquiera puedo convenir un café con un amigo. Padezco una agorafobia del terror, salgo de casa y estoy tentado por una cerveza. Deambular por las calles del centro es una operación que debo ejecutar en forma precisa. Tomar el bus, pagar la cuenta de la multitienda y sin detenerme siquiera por una bebida, emprender el regreso de un solo envión. Una amiga me invitó a la terraza del hotel Foresta y parecía ir todo más tranquilo hasta que las drogas hicieron su trabajo. Me comporté como un imbécil y pensé que había transgredido todos los límites, pero al mes siguiente los derroteros y decisiones fueron incomprensibles. Sexo sin recaudos y dinero tirado a la basura. Parecía una historia interminable donde los moteles eran las únicas paradas de descanso. Un préstamo de la caja de compensación fue el detonante y aun no entiendo la fortuna de salir indemne. Los test negativos no lograron provocar el arranque del motor de partida. Seguía esperando que acabara la tormenta, pero es tan difícil imaginar el futuro desde esta perspectiva tan inestable. Navegar es imprescindible, postulaba Plutarco, pero cada año que transcurre las corrientes marinas hacen todo por hacerme naufragar.
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Por Aníbal Ricci Anduaga