El principio del final
Anatemas desde la materia.
Anatemas...
Hoy no salió el sol.
A tu ventana llegaron las ballenas a morir,
Cuerpos celestes.
¡Las dejaste morir!
Mi piel se llenó de tumores.
Perdí la vista.
Estuve muerto.
Me había marchado.
En el cuerpo entró una alegría extraordinaria.
La forma se llenó de ideas.
La carne parecía explotar.
Una voz desde el interior gritaba:
¡Extermínalos!
¡Purifica, de cientos, la agonía!
Ya no quedan historias de amor.
Cuando mi cuerpo se desvanezca
Mi alma estará en todas partes;
¡Oh, enorme casa de demonios!
Después
Hay algo en aquella traza que me observa,
Moviéndose despacio. Nada anormal,
Casualidades frente al mar.
En lugar de llanto,
Hoy solo quedan los temblores
Y una vaga idea que no se logra precisar.
Los sueños, repitió un anciano,
Son la luz que vive envuelta,
Constantemente,
En un inmenso desajuste,
Es la claridad que opaca toda sombra
En el centro de un espléndido vacío,
Donde no existe descripción del mal.
Es esa ausencia que subsiste
Cuando se extingue la vida
Y ya no se puede gritar más fuerte.
Es algo que no se explica.
Es algo que solo observa,
Moviéndose despacio.
Sabor a mezcalina
No fue la muerte ni sus sombras.
Tampoco sus palabras encantadas,
Ni la duda sobre el ritmo de sus versos.
Vestida, abrazó la música
Como la silueta de un convicto
Que disfruta una tormenta desatada.
Mas yo, cobarde y vil, miserable,
Jugué a creer, y abandoné todo
Antes de que el campanario marcara las dos.
Elocuente y admirable, ella tomó mi mano
Tras el segundo baile.
Ayudado por los dioses y sus atroces verdades,
Anticipé el ritual, despedazando aquel instante.
Lo siguiente no pudo ser corregido.
Recuerdo su elegante capa entre la niebla
Y mis deshumanizadas artes
Evidenciando la enorme travesía,
La devastación de los siglos;
El hombre absurdo que fui y seré.
El motivo
Ayer, en medio de la selva,
Observé a una raposa frente a una perdiz.
Vi cómo la estudiaba, y luego,
Tras el salto y la dominación,
El artilugio para asesinarla y devorarla.
La postal me hizo meditar en tu partida,
Sin una nota,
Sin un adiós,
Sin una razón.
Extinción
¿Cuánto faltará?, se preguntaba,
Al tiempo que abría la ventana
Al helado viento de los archipiélagos.
Como si en su desmesura
Las preguntas permanecieran impunes,
Como una gavilla sin cosecha,
Que cae y se descompone
Ante una disculpa que no siente, ni desea.