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Presentación de Norte/Sur de Antonio Rioseco
Santiago de Chile: Libros del Pez Espiral, 2014

Por Greta A Montero B




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Norte/Sur es el segundo libro de Antonio Rioseco. Si bien en su estructura el orden correlativo del libro parte con “5 Sur”, continúa con “5 Norte” para concluir con “El paso a Bolivia”, a nuestro entender el rumbo escritural del texto se ficciona en forma inversa: desde la sección final, “El paso a Bolivia”a la sección inicial de “5 Sur”. La parte media del libro titulada “5 Norte, es el lugar desde donde se escribe el discurso del viaje. Es el lugar de residencia del poeta. Es el espacio del discurso y la imaginación, donde la anécdota explicita lo virtual de un itinerario que no es cronológico ni lineal. Desde este lugar no se parte ni se regresa. En él solamente  se existe, se escribe y se lee el acontecer, sus paisajes, la propia vida y la de los demás como un discurso disperso y fragmentario en el mapa, que suelen ser muchos mapas,  que definen la realidad. El procedimiento funciona desde la perspectiva del yo y el otro.

La residencia del poeta es tierra firme. La del viajero, el otro, es incierta. Es un yo observando a un , o viceversa, desde cualquier lugar. Su propia definición ontológica es en sí muda, fantasmal, carente de palabras. Cito:

Al acercarte al vidrio helado tu respiración empañaría el cristal. Serías el fantasma de tu propia casa. Pasarías la noche crujiendo tablas o moviendo objetos, para despertar de madrugada, con frío y una vaga idea para un nuevo poema (2014: 11).

Como decíamos: uno recorre y descubre, el otro permanece fiel a sí mismo ordenando su material verbal. Percibe y padece la incertidumbre de un discurso por escribirse que nace erosionado por el choque entre la polivalencia de la virtualidad de los desplazamientos y la explicitación del lenguaje  que construye su realidad, la del poema. Cito:

Pasarías la noche crujiendo tablas o moviendo objetos, para despertar de madrugada, con frío y una vaga idea para un nuevo poema (Ídem)

Es a partir de este punto, cuando la travesía se considera ya concluida,  que  el otro, el viajero, deja de peregrinar, al menos en esta aventura, para ceder paso al poeta Rioseco y éste al apéndice suyo que los lectores y presentadores de libros de poesía solemos  llamar hablante, quien supone y verbaliza la probable presencia de un nuevo texto. En este caso, los poemas que comentamos y su estructura como libro.

Dándonos la libertad de tomar como préstamo reflexiones del filósofo lituano-francés, Emmanuel Lévinas, cabe preguntarnos ¿cuál es la existencia y quién es el existente en este libro?  ¿Aquél que viaja, sale de sí mismo y recorre  y percibe el tiempo en relación a los lugares que recorre? ¿Cuál es el rostro ajeno en este libro de poemas? El rostro ajeno es, en nuestro parecer,  el desplazamiento mismo, localizándose tanto en  la contemplación como en la intersubjetividad del ser social que escribe esta poesía. Está en el ir y venir del sujeto que al apelar a la otredad está apelando al nosotros que es la suma del hablante que conduce su texto, el poeta con nombre y apellido que la escribe, el viajero que la relata y el probable destinatario de su trabajo que también es parte  del nosotros.  Todos ellos juntos conforman ese rostro ajeno que vive, lee, viaja y escribe. El poeta Antonio Rioseco recoge esta dispersión de presencias al convocar la alteridad, dándole lugar a la intersubjetividad, a partir de la responsabilidad artística del hombre que asume la escritura como un trabajo donde puede poner a disposición de la cultura las posibilidades más productivas de su ser,  señalando lugares para el encuentro social:

 Algún día, todos viviremos en el sur. ¿Y nuestros huesos? Supongo que olvidados bajo tierra (Ídem: 23).

El hablante parece pretender comunicar un estado, el estado de estar itinerante. El epígrafe que inaugura el libro así lo dice, expresándolo en términos de un “rumor de viaje”. Este rumor es un estado de ánimo constante, que sin ser beligerante ni desmesuradamente contemplativo, expresa el deseo de estar en la otra parte, de habitar un Otro lugar.

La vida diaria antes del viaje es una mala película, un cotidiano que urge con el trámite y la burocracia,  lo que sólo se consigue esquivar con la preparación para la salida. Acá el viaje no es una huida, es un movimiento que, sin ser iniciático, inaugura un estado de completitud del sujeto enunciador. El mundo de lo cotidiano, ante la preeminencia del viaje, apenas se evidencia como un “eco de sirena” en el centro de la ciudad, es una “obligación de hablar” al garzón del restaurante, a los otros sujetos del entorno. La travesía, a su vez, es un desplazamiento en la palabra propia y la ajena, el reencuentro del sujeto consigo mismo y los demás, el diálogo oculto donde la percepción del transcurrir, de los olores, los paisajes y las gentes, son los temas recurrentes de la mirada. La enunciación significante, en segunda persona, permite al hablante remitir los pensamientos y acciones desde y hacia un tú incluyente que significa el lugar del nosotros en mapas  vacíos donde quisiéramos vernos escribir nuestra verdadera historia.

Al ritmo de Bob Dylan y su Percy´s song, canción cargada por referencias a la lluvia, al clima, al paisaje, y sucesos que ocurren en la carretera, se recuerdan  los amores olvidados, en  la mujer perdida en la memoria, no obstante tener una vida íntima, aparte del sujeto del enunciado, tener un hijo, estudios, donde quienescribe es un paralelo, una fracción de tiempo entre la cama, los libros revueltos y la foto del hijo.

Este es un episodio sobre el que se regresa; el que además de ser una nostalgia  ancla del yo-cotidiano es un recuerdo de lo pendiente y lo impenetrado, lo aleatorio propio del viaje en el que se interna, sin quedarse en lugar alguno ni descifrar, en esta aventura en el territorio de lo ajeno, didactismos ni verdades definitivas sobre nada. Solo hay un develamiento permanente en su desplazamiento por tierra, mar y aire, en lo desconocido y sus inclemencias.

Cada lugar es también un fragmento de tiempo y espacio, un recuerdo, una parcela que se ve aislada en un continuum de movimiento hacia el no-lugar, hacia el sí-mismo y hacia la experiencia nueva.

El hablante espera encontrarse, el estado del viaje es un retorno hacia el territorio natal; no importa si es al sur, al norte, a otro lugar, lo importante es que involucra una salida y repliegue hacia sí mismo. Cito: “Todos los viajes eran regresos entre canales y fiordos, o miradas del bos­que en la pared de una cabaña” (Ídem: 20). La ilusión de regresar a lo natural, como si se regresara a casa, es una experiencia aparentemente reveladora; no obstante, su propio discurso deja que el reconocimiento de lo natural y la satisfacción de lo que provoca la naturaleza sea un procedimiento de ver lo otro sin despojarse de sus ropajes antiguos, de la ciudad opresiva. De este modo, su voz sigue siendo la voz de un citadino que se delata:

Hablan de proezas inservibles, como atrapar un conejo o pescar una trucha con la mano (Ídem: 22).

Se maneja la aventura socializando con cigarrillos, llevando equipamiento para  acampar o pasar la noche en cabañas. Trasladándose en bus, lancha y avión. Pagando su pasaje en terminales y aeropuertos. Este un viajero civilizado, aunque trate de ambigüarlo bebiendo agua en platos en los paraderos, haciendo de la precariedad y la sed compañeros de viaje innegables. Acopia agua con un plato a falta de un buen vaso, pero ¿por qué no bebe con la mano?  Porque el texto requiere precisión enunciativa, requiere de un procedimiento representativo, un procedimiento verosímil del viaje,  cuya convocatoria es a  un destinatario, probablemente citadino, urbano, sumido en la inmovilidad de los habitantes de las grandes ciudades que no alcanzan a ver más allá de  los caminos que día tras día los llevan y traen por los mismos lugares.

El viaje al sur de Chile es enigmático, revitalizante, idílico, un retorno al seno materno. El viaje al norte es un recorrido hacia lo incómodo, lo nauseabundo, la suciedad y los hedores de los otros, las animitas  y la pobreza, hacia “el lugar común”. Este viaje, a diferencia del otro, es un viaje sin heroísmos, donde no está expresada la hermandad entre los habitantes del sur, es más bien el aplastamiento agotador de la voz del desierto en los rostros ajenos. El desierto funciona como un antipaisaje, según un artículo del académico Mauricio Ostria, refiriéndose a Neruda. Acá el sujeto no puede dormir y padece, a cada momento, la incomodidad  que le recuerda el peso de su propio cuerpo y el de los otros, su pobreza, su historia de violencia, su marginalidad. Solo los recuerdos le traen la humedad del lugar ideal, de la matriz y el paraíso.

Testigos te ven subir a un helicóptero. Sentados, los pasajeros invisibles, van mudos quemando cigarrillos. /No es un viaje a la costa, nadie canta las baladas de moda, nadie se molesta en hablar (Ídem: 34).

El viaje a Bolivia, por su parte, es el del reconocimiento de una alteridad, desconocida y valiosa, cito a Antonio Rioseco:

Entiendes el temor al norte, a abrir la puerta y quedar desnudos, sin la sorna y la estupidez como paraguas. Avanzas y Chile se acaba. Se extiende otro desierto un poco menos triste (Ídem: 44).

En esta parte el hablante se encuentra con las zonas del deseo y el erotismo, de cara a una alteridad que, si bien no lo acoge, lo envuelve en su seducción.

El hablante se encuentra con otras voces, reconoce y respeta las individualidades ajenas, es la primera vez en que ve y escucha otra voz y no la vuelve objetual, cosificada o parte del paisaje. Entendemos en este principio inaugural un nuevo estado, cerca del final estructural del libro. Un despertar al otro a través de la comprensión del sí mismo. Al respecto, según un concepto de Bajtin, al producirse una interacción con el “otro” el discurso se transforma en un acto ético en permanente devenir que implica una responsabilidad congénita. De este modo la posición del “nosotros” permite concebir un mundo en el que el “yo” es solo posible a partir del “otro”, de la otredad.

Luego de este viaje, el despertar al mundo de lo real, el cotidiano, inaugura un comienzo diferente y revelador, el devenir de un proyecto, de una idea que refresca lo antiguo y lo anquilosado que es, por lo demás el trabajo que desarrolla Antonio Rioseco  en su libro, ubicado en un lugar de la madrugada donde el sol no sale y la luna no se esconde todavía. Vislumbrando y cruzando  fronteras en las que se refresca en lo nuevo y diferente, renovándose en el tránsito mismo, instancia en la que  nada es definitivo, sino  un transcurrir, un estar aquí, pero no pertenecer.

El libro de Antonio Rioseco es un texto acabado, redondo, que se cierra con la misma lucidez con la que se abrió. Es dueño de un sostenido y balanceado empleo del discurso, bajo una temática definida y delineada con seguridad. Su valor es el de una poética que se sostiene, ajena a cualquier efectismo lingüístico,  en su propia especificidad. 

 

Referencia:
Rioseco, Antonio. Norte/Sur. Santiago de Chile: Libros del Pez Espiral, 2014.



 



 

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